Por Ximena Arriaga
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De acuerdo con la Real Academia Española, tabú significa: prohibición de comer o tocar algún objeto, impuesta a sus adeptos por algunas religiones de la Polinesia.
La información difundida respecto de la primera vez que fue escuchada la palabra tabú se refiere al navegante inglés capitán James Cook, en 1777; la introdujo para referirse a un sacrificio religioso de los polinesios, en relación con la víctima consagrada (tataa-taboo). El marino menciona que en la isla de Tonga se aplicaba este término en todos los casos cuando las cosas no podían ser tocadas y, en general, a lo prohibido.
Al decir prohibido te imaginaste el nombre de un crush… (Dicen por ahí que lo prohibido se antoja) Noooo, ¡olvídalo! Esto sí va en serio.
Desde pequeños nos inculcan la moralidad a la medida de cada hogar, religión y sociedad; esa educación lleva implícitos temas restringidos o “pecaminosos”. En la infancia lo solemos aceptar, a veces ni lo notamos, y lo hacemos parte de nuestra vida; pero debemos saber que cada tema limitado, por una costumbre social, causa un efecto a lo largo de los años. Por ejemplo, en ocasiones es imperceptible –subconscientemente– cuando usamos eufemismos para no llamar por su nombre a una situación real como la muerte, eligiendo expresiones alternativas como “pasar a mejor vida” o “ya no está con nosotros” porque sentimos que faltamos al respeto. Ya ni hablar de suicidio, peor tantito.
En otros casos eludimos el tema que implica un proceso más largo de aceptación y duelo, un miedo mal entendido. Incluso, dejar todos los trámites al último porque se considera grosero planearlo. Acompáñame a imaginar la situación incómoda cuando un hijo pregunta sobre el testamento a un “adulto mayor” (también está restringido el uso de la palabra viejo), no muchos lo toman con buenos ojos. Este tema no sólo toca a la muerte, sino raya en otro tabú: el dinero, creencias financieras formadas a medias sólo para no parecer ambicioso o soberbio.
Muchas de estas afirmaciones limitativas evitan la planeación, como el que no existan políticas de salarios justos o no tengamos información fiable al asistir a alguna entrevista de trabajo y tratar el tema.
El mito de que no se debe hablar de dinero, o el que sólo las personas adineradas son quienes planean o ahorran, es una barrera psicológica, nos impide tener una sana relación con la riqueza o concentrarnos en construir un futuro financiero seguro sin sentimiento de culpa alguno.
Incluso, muchos echan hate a los ahora denominados “fifís”, patrocinado por el gobierno federal actual que apoya totalmente la eliminación de las brechas, pero no promoviendo políticas públicas para el progreso de la clase media, una especie en vías de extinción; sino para ayudar a su desaparición y complicarle la vida a quienes han tenido mejor suerte y pueden invertir, ahorrar, ofrecer empleos, hacer crecer la economía de la región o tener un mejor nivel económico.
Con este odio incentivado en cada mañanera se remueven las fibras más internas de la venganza de muchos que creen haber vivido años de clasismo, racismo y abusos, únicamente por culpa de los ricos sabiendo que la pobreza es una situación multifactorial; ni siquiera han notado que, pese a que AMLO se queje de ellos, él y su familia actúan exactamente igual que un fifí, sólo no lo reconocen, pero gozan sus privilegios y prebendas, incluso hemos visto publicaciones, documentación y fotografías donde los exponen, pero no hay peor ciego que un pejezombie que no quiere ver.
No se puede pedir justicia ejerciendo injusticia. Debemos acabar con las clases sociales, pero no generalizando la pobreza ni la inseguridad.
También sería bueno ahondar en el tema de su tendencia a eliminar los contrapesos de una democracia que tanto nos ha costado, para obtener obediencia obcecada ante autoritarismo presidencial presente en la historia de nuestro país.
En su próximo paquete de reformas constitucionales a presentar el próximo 5 de febrero, el Ejecutivo solicitará eliminar organismos autónomos que regulan monopolios, el acceso a la información, a la transparencia y a las telecomunicaciones, entre otros. Claro, debemos hablar del rumbo que pretende continuar mediante Claudia Sheinbaum, pues es de retroceso y opacidad. Si bien estas instituciones tienen áreas de oportunidades para mejorarlas, quitarlas sería propiciar el manejo descarado del poder gubernamental, sería eliminar herramientas de apoyo para la democracia participativa e informada.
En fin, no sé realmente que parece más obsceno: la política o el sexo.
La educación sexual desde hace tiempo la brinda el nopor. ¿Ven…? Ni los milenials ni las generaciones siguientes ni las RRSS han superado el tabú de llamar al “porno” por su nombre.
Y aunque especialistas lo condenan por mostrar un sexo idealizado, mecanizado y violento, deberíamos tocar el tema con naturalidad para aceptar que cualquier parte de nuestras funciones biológicas se debe conocer y manejar como integrales para nuestra vida. Y así, con más información abierta y correcta, poder discernir y tomar mejores decisiones para nuestra vida sexual
¿Quién chingados decidió qué partes de nuestro cuerpo son indecentes? Estas restricciones han ocasionado en gran medida embarazos no deseados, parejas casadas por obligación, contagio de enfermedades y una notable falta de responsabilidad sexual en nuestra sociedad, que muchas veces truncan proyectos de vida enteros.
Quieren no hablar de ciertos temas como medida de protección de lo pendejos que creen que somos… Para Frazer, igual que para Freud, la moral actual se basa “en un sistema original de tabúes primitivos de grupos incivilizados”. Se suponía ya hemos evolucionado.
Vayamos desmitificando, la sociedad cambia, avanza. Quitémosle el carácter de transgresor a los elementos tabú, empecemos a tener conversaciones incómodas, incluso con tu abue o con tus suegros, ¡jajaja! Habrá que ir ganando espacios, informándonos, aprendiendo, retándonos a ver qué pasa si vamos rompiendo esquemas arcaicos, venciendo el miedo, pero no sólo por rebeldía u odio, sino con información reflexionada y difusión comprometida.
Encontremos comodidad en el crecimiento pensante y que no haya ni un jodido tema prohibido, sino formas responsables de tratarlos.
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