El método Eliot Ness: seguir el dinero

marzo 16, 2023
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Alétheia 

Por Jesús Gerardo Puentes Balderas

Durante el periodo de la Ley Seca en los Estados Unidos de Norteamérica (Ley Volstead, promulgada en 1919 y derogada a finales de 1933), al agente del tesoro Eliot Ness se le encomendó el arresto de Alphonse Al Capone, traficante de bebidas alcohólicas. 

Capone logró la expansión territorial de su actividad ilícita, así como el crecimiento de sus ganancias económicas, gracias a la complicidad del cuerpo de policía y el sistema judicial, corrompidos a base de sobornos. 

Debido a esta red de corrupción, Ness no pudo responsabilizar directamente a Capone del tráfico ilegal de alcohol en Chicago; sin embargo, recurrió a investigarlo por evasión fiscal. 

El capo, al no poder comprobar la fuente legal de sus ingresos, fue sentenciado a 11 años de prisión. Desde entonces el Método Eliot Ness ha sido utilizado para diezmar el poder de la delincuencia organizada. 

Sin embargo, los flujos financieros ilícitos generados se han multiplicado y crecido exponencialmente. 

Desafortunadamente la globalización del movimiento de capitales, así como la facilidad y eficiencia de las aplicaciones generadas por las tecnologías de la información e innovación financieras, han exponenciado el crecimiento de los flujos financieros ilícitos en el mundo. 

Otro detonante del incremento en el fluir de capital ilícito, de acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas 2021 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, es el crecimiento de 41% en el consumo de opioides –en un 70% tratándose de los sintéticos, relacionados con el fentanilo– en el periodo de 2010 a 2019. 

Dicha droga, así como diversas sustancias potencialmente adictivas, son componentes imprescindibles en los medicamentos conocidos como “controlados”, utilizados en el tratamiento para el dolor, o de algunas afecciones neurológicas relacionadas con la salud mental, entre otros. 

En este mercado legal, la delincuencia organizada encontró el medio idóneo para blanquear su dinero ilegal e incrementar la producción y el comercio de sustancias peligrosas, como los opioides sintéticos no médicos, nuevas sustancias psicoactivas y los precursores conexos. 

En respuesta a lo anterior, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, implementó el Programa Mundial de Interceptación Rápida de Sustancias Peligrosas (GRIDS), herramienta para fiscalizar su comercio internacional. 

De igual manera, para garantizar la disponibilidad adecuada de estupefacientes y sustancias psicotrópicas indispensables para tratamientos médicos, la ONU alienta a los gobiernos miembros a utilizar el Sistema Internacional de Autorización de Importaciones y Exportaciones. 

Como lo podemos apreciar, se han realizado múltiples esfuerzos internacionales para el seguimiento, control, incautación y recuperación de los flujos financieros ilícitos.

Sin lugar a dudas, documentos contenidos en grandes filtraciones, como los Panama Papers en 2016, los Paradise Papers en 2017; los Archivos de la FinCEN en 2020 y los Pandora Papers en 2021, revelaron la variedad (y creatividad) de mecanismos utilizados para el lavado de dinero. 

De igual manera, cada una de las revelaciones anteriores dan testimonio de que el blanqueo de dinero no es exclusivo de los cárteles del narcotráfico, sino una actividad extensiva a delincuentes de cuello blanco: grandes corporativos, empresarios y políticos. 

Lamentablemente, también dejan al descubierto, ya sea por conveniencia o corrupción, la aplicación discrecional de las medidas implementadas para el combate en contra de esta actividad ilegal por parte de los gobiernos alrededor del mundo. 

Cortar el flujo de capital generado por el tráfico de drogas –hasta el día de hoy la actividad más lucrativa de la delincuencia organizada– contribuiría a la estabilidad social, el desarrollo económico y político, así como a recuperar la seguridad y la paz en muchos países. 

Por desgracia y, sin lugar a dudas, la guerra –declarada o no– es un negocio más lucrativo en el que nunca ganan los mejores, sino los peores.

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