Por Alejandro Páez Varela
¿Cuál es el destino de Claudia Sheinbaum si no gana la encuesta presidencial de la izquierda (entendido que es una encuesta de encuestas)? Quizás valga la pena empezar con esta afirmación: la Jefa de Gobierno se juega buena parte de su futuro en la capital mexicana, gane o pierda la encuesta de la izquierda. Ella lo sabe y, supongo, actúa en consecuencia desde 2021, cuando le dieron un revés de esos que habría desnucado a cualquiera. Le jugaron rudo adentro y afuera y se llevaron una parte del territorio que estaba bajo su guardia. Y si perder una parte de la ciudad fue tremendo –la ciudad que ha estado en manos de la izquierda desde 1997–, perderla por completo sería catastrófico. Insisto, estos elementos deben ser parte de cualquier análisis que la incluya e incluya la carrera por la Presidencia.
Las encuestas que son públicas dan buen margen a Sheinbaum, por encima de los otros precandidatos. Nadie tiene amarrado el resultado, por supuesto. Su más cercano competidor es Marcelo Ebrard, quien ha tenido buena exposición en las últimas semanas: lanzó una autobiografía; ha dado entrevistas y se ha dejado ver en eventos; incluso ha visibilizado estructura territorial, que se supone la más robusta entre los aspirantes presidenciales. Habrá que esperar nuevos ejercicios demoscópicos para saber si esto le significa un avance pero el pasado martes 11 de abril, El Financiero daba estos datos: Sheinbaum 31 por ciento, Ebrard 19, Adán Augusto López 13, Gerardo Fernández Noroña 6 y Ricardo Monreal 6. Advierto que, en fechas recientes, las encuestas de ese medio han sido abiertamente cuestionadas como no había visto antes.
Pero a diferencia del resto de los aspirantes a suceder al Presidente Andrés Manuel López Obrador, Sheinbaum tiene piedras extra en el camino de la precampaña. No puede abandonar la Ciudad de México antes de tiempo porque fue electa para administrarla y porque si se separa perderá control territorial. No es lo mismo que López, Monreal, Noroña o Ebrard, quienes pueden dejar su cargo para irse a hacer precampaña o campaña sin poner en riesgo territorio. Simplemente serán sustituidos. Ella no. Aún cuando decidiera pedir licencia para dedicarse de lleno a la ruta presidencial deberá responder por una región particular, no sólo electoralmente sino también en resultados de Gobierno. Si Adán Augusto renuncia, por ejemplo, el Presidente designa al sustituto y el responsable del desempeño de Gobernación es López Obrador. Lo mismo Ebrard. Para Monreal y Noroña es todavía menos complicado: para su cargo se contempla la figura del suplente desde un principio, algo que no sucede siquiera para Alcalde o Gobernador.
Por eso expongo de manera distinta el reto de Sheinbaum con la encuesta de la izquierda: se juega parte de su futuro no sólo con ella, sino con el destino que tenga la capital. No puede soltar una para tomar la otra; eso no está en sus opciones. Su condición es más parecida a la de Cuauhtémoc Cárdenas que a la de cualquiera otro de los jefes de Gobierno que aspiraron a la Presidencia. Cuauhtémoc fue muy mal visto cuando pidió licencia para irse a una tercera candidatura en 2000. El castigo fue fuerte porque se tuvo la sensación de que priorizó sus deseos políticos sobre el encargo que tenía. López Obrador se tuvo que separar, el 26 de julio de 2005, para enfrentarse al desafuero. Ebrard no tuvo esa disyuntiva porque la candidatura recayó en AMLO. Y a Miguel Ángel Mancera no le dio para llegar a esa decisión.
Ahora, como lo hice con Marcelo en un texto anterior (Escenarios, 1. Ebrard y la encuesta), haré la pregunta llana: ¿aceptará Sheinbaum, si la encuesta no le favorece, hacerse a un lado? Yo creo que sí. ¿Qué alimenta mi respuesta? Su origen y desarrollo político. A diferencia de Ebrard, López y Monreal –es distinto Fernández Noroña: se ha hecho en la izquierda–, la carrera de la Jefa de Gobierno se construyó concretamente en el lópezobradorismo. Ir contra Morena sería ir contra lo que ella misma ha ayudado a construir. No la veo sentada con Movimiento Ciudadano, con el PRD, el PT, el PAN o el PRI pretendiendo una candidatura independiente; mucho menos con el PVEM, que no es ni partido, ni verde, ni ecologista y aún así parasita en los mexicanos.
Dos encuestas de marzo. La de El Financiero:
38% Rosa Icela Rodríguez
36% Omar García Harfuch
30% Clara Brugada
28% Ricardo Monreal
24% Martí Batres
21% Santiago Nieto
La de Reforma:
22% Omar García Harfuch
20% Clara Brugada
7% Martí Batres
7% Mario Delgado
6% Rosa Icela Rodríguez
5% Lázaro Cárdenas Batel
Nada claro, pues. Las diferencias entre una y otra son muchas. Otras encuestas son todavía más disparatadas. Cuatro personajes que no repiten, por ejemplo, en ambas: Mario Delgado, Lázaro Cárdenas, Ricardo Monreal y Santiago Nieto. Rosa Icela resulta la más voluble: en una hasta arriba y en la otra muy abajo. Clara Brugada queda en segundo y en tercero. El promedio de ambas pone muy arriba a García Harfuch. En fin.
¿Quién para la capital mexicana? Será clave definirlo. Algunos citan una supuesta regla no escrita de que es un premio de consolación para unir equipos separados en las internas. No debería ser así. Yo creo que debe quedar quien represente fielmente al movimiento lópezobradorista porque se requerirá hacer defensa férrea de él en los siguientes años, cuando habrá tentaciones de negociar con los grupos privilegiados para acabar con la “polarización”. Como si a alguno de esos que ahora son damnificados les hubiera importado que el país estuviera por décadas polarizado entre pobres y ricos, élites y todos los demás. Ahora les “asusta” una “polarización” que es consecuencia de la decisión de los mexicanos que dijeron ¡basta! a los grupos de interés que tenían secuestrado el Estado y que se mantienen aún enquistados.
***
Las encuestas con escenarios cruzados dicen que Claudia Sheinbaum no tendría una competidora o competidor de peso para poner en riesgo la Presidencia en 2024. De hecho, le va bastante bien en esos cruces: ni Lilly Téllez –la más fuerte de la oposición– ni Luis Donaldo Colosio le hacen sombra; mucho menos Santiago Creel o Gabriel Quadri. Falta mucho para las elecciones, por supuesto, y muchas cosas pueden pasar, pero ése es el escenario que plantean todos los ejercicios demoscópicos que puedan considerarse medianamente serios.
Peeero. Sí, pero. ¿Qué pasaría con un Marcelo Ebrard en Movimiento Ciudadano? Y, escenario dos, ¿qué pasaría con Ebrard en MC sumando PRI-PAN-PRD, es decir, como candidato del McPRIAN? Hay pocos ejercicios conocidos en ese sentido y la respuesta no es fácil. Conozco dos mediciones (que no son públicas) y en las dos sus autores me dicen lo siguiente: Marcelo en MC da unos puntitos más que Colosio; no le alcanza. Marcelo en el McPRIAN, sin embargo, sí le mete un susto a Sheinbaum y con una campaña hábil puede crecerse más.
Siiin embargo. Sí: sin embargo hay varios problemas para ese escenario. Uno de peso: López Obrador. La respuesta del Presidente y fundador del movimiento sería implacable, me parece, independientemente de que dentro de Morena e incluso dentro de los gobiernos se daría una sacudida brutal. Pongo un ejemplo: Santiago Nieto Castillo se ha pronunciado abiertamente por Ebrard: ¿qué posición asumiría, él que trabaja en Hidalgo para un Gobierno de Morena? Y con él, muchos otros estarían en esa disyuntiva. No sería una purga porque no lo veo necesaria: los rebeldes se irían solos, sin necesidad de que se les invite a salirse. Esa es la condición para ser considerados rebeldes: que asuman sus decisiones. No es purga pero sí habría un ajuste fuerte al interior del movimiento.
Pero para que esto se dé, deberán darse las condiciones en PRI, PAN, PRD y MC. ¿Y qué sucede si alguno de esos partidos no quiere darle la candidatura presidencial a Marcelo? Se rompe la ecuación. Además, Ebrard no podría hacerse de su candidatura y también de todas las demás. Para jalar gente de buen nivel necesita ofrecerles algo seguro en “su nuevo proyecto”. Independientemente del reto ideológico que implica explicarle a la gente por qué ahora será McPRIAN, ¿podría desplazar las de por sí escasas candidaturas de los partidos para dárselas a los suyos? Como pueden ver, no son enchiladas.
Y tengo otro problema con ese escenario: que menosprecia a Ebrard. Podría decir, y quizás tenga razón, que la sola idea de considerarlo en otra fuerza política lo ofende. Pero bueno, allí está el escenario y como también escribí en mi texto anterior: no soy el primero que escribe sobre esta posibilidad y tampoco seré el último. Más bien el mismo Ebrard deberá aprovechar una oportunidad para rechazarlo. O asumirlo y callarlo, que también se vale.
También debo decir que una eventual candidatura de Claudia Sheinbaum exhibirá el machismo y racismo que existe dentro incluso de la izquierda. Por allí anda una parvada de influenciables que la llaman “la judía” o que le critican lo que no criticarían en un hombre. Eso tendrá que saber lidiarlo ella y debe ser contenido desde la raíz: Morena y sus aliados están obligados llamar a un antisemita por lo que es, y a un macho por lo que representa, y demostrar que la izquierda es todo menos discriminación y odio.
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