Desde las primeras revelaciones del Citizen Lab, de la Universidad de Toronto, hace ya casi una década, hubo una certeza: toda aquella persona de interés público es objeto de espionaje. Seguiría el software Pegasus (del que personalmente fui objeto), Cisco y otros tantos que seguro operan pero la mayoría desconocemos.
Incontenible la práctica, deleznable. Sin embargo, la difusión de conversaciones privadas en los últimos tres meses nos ha llevado a tener un registro sonoro de la descomposición política con el caso más reciente de Alejandro Moreno Cárdenas, el dirigente nacional del PRI.