Por Álvaro Delgado Gómez
La imagen abatida del magnate Claudio X. González Laporte en la espera inútil de ser recibido por la primera Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, personifica el fin del pacto oligárquico que unió el poder político con el poder económico para los grandes negocios y la corrupción —corrupción, no tonterías—, cuyo gran derrotado es el creador y guía de este modelo durante casi cuatro décadas: Carlos Salinas de Gortari.
La fotografía de Luis Castillo, publicada en el diario La Jornada el jueves 19, tiene una dimensión histórica: Retrata en González Laporte, el por décadas principal líder del sector privado, la ya nula influencia de la oligarquía mexicana en la esfera pública, como había sido desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto.
La prepotencia y el ninguneo con la que se conducía González Laporte con los funcionarios de México llegó a fin con Andrés Manuel López Obrador, en 2018, y ahora con Sheinbaum, la primera mujer Presidenta de la República y quien obtuvo la mayor votación desde De la Madrid, cuando se instauró el modelo neoliberal.
González Laporte estaba acostumbrado al privilegio de ser el primero o de los primeros en felicitar al nuevo presidente desde que fue director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), en 1982, cuando De la Madrid llegó a la Presidencia, en cuyo periodo también presidió el Consejo Mexicano de Negocios, que reúne a los más ricos del país.
Y en ese sexenio fue también presidente, entre 1985-1987, del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que agrupa a todos los organismos del sector privado, y ya en la campaña de Salinas de Gortari fue consejero en el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES) del PRI, que presidió Enrique González Pedrero, y luego del fraude fue su asesor en la Presidencia de la República y operador político hasta la fecha.
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Con González Laporte a su lado, Salinas de Gortari creó el “grupo compacto” integrado por empresarios a los que entregó empresas, bancos, agua y medios públicos, incluido TV Azteca a Ricardo Salinas Pliego, al mismo tiempo que hacía un radical cambio en la Constitución y en la estructura del Estado que profundizó el modelo neoliberal que continuó hasta Peña Nieto.
Aunque Salinas tuvo que exiliarse durante el gobierno de Ernesto Zedillo, quien encarceló a su hermano Raúl por el asesinato de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu, en medio del colapso económico por el “error de diciembre”, jamás dejó de tener influencia entre los magnates que enriqueció y los medios y periodistas que cooptó, que se le siguieron sometiendo y haciendo negocios con Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto.
El triunfo de López Obrador había dejado a Salinas de Gortari sin mucho margen de maniobra política, menos aún en el gobierno, aunque con influencia en el grupo oligárquico que se siguió manteniendo a través de González Laporte y su primogénito del mismo nombre que se convirtió en el jefe de la oposición a López Obrador y Sheinbaum.
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Con el aplastante triunfo de Sheinbaum y la mayoría de Morena y sus aliados en el Congreso, así como 24 gubernaturas y la mayoría de los congresos locales, el modelo oligárquico creado por Salinas, y en el que González Laporte fue clave, quedó hecho pedazos y se frustró su intento por prevalecer a través de Xóchitl Gálvez y la coalición del PRIAN.
Fue Salinas de Gortari quien creó el PRIAN tras el fraude electoral de 1988, cuando la cúpula del PAN encabezada por Luis H. Álvarez, Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza legitimó la elección, y comenzó un cogobierno que Zedillo continuó al nombrar procurador al panista Antonio Lozano Gracia y luego Fox, Calderón y Peña le dieron continuidad al mismo modelo.
Sólo hasta que gana López Obrador es que PAN y PRI formalizan la unión de facto que tenían desde Salinas a través de los Claudio X, padre e hijo, que en las elecciones de junio fueron repudiados por 36 millones de mexicanos.
Desde España, donde se esconde igual que Calderón y Peña Nieto, Salinas de Gortari ve que su modelo oligárquico y del PRIAN está liquidado. A sus 76 años de edad, sólo le queda crear una nueva fuerza política a través de González Guajardo, el hijo de su viejo operador desairado por la próxima Presidenta de México.
Desde su exilio, Salinas ha visto que el país que dominó ya no existe más. Es otro país en el que él, como cualquier mexicano, puede vivir y hasta hacer política, si quiere, pero ya sin los privilegios de un régimen corrupto que él construyó.
Porque la derrota del PRIAN y de los Claudio X. es, claramente, la derrota de Carlos Salinas de Gortari.
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