Por Brenda Macías
¿En qué siglo estamos? ¿En el XXI? Y entonces… ¿por qué la inclusión de las personas con alguna discapacidad visible o no sigue siendo una asignatura pendiente? Si vamos a hablar de diversidad que sea en todos los ámbitos ¿no?
Pese a la creciente conciencia social y el avance de movimientos como los feminismos y las diversidades sexogenéricas, la realidad es que muchas personas con alguna o algunas discapacidades, ya sean visibles o no visibles, continúan enfrentándose con barreras significativas que limitan su participación plena y equitativa en la comunidad.
La exclusión de personas con discapacidad puede atribuirse a varias causas interrelacionadas.
En primer lugar, la infraestructura pública y privada a menudo no está diseñada con la accesibilidad requerida desde que se pensaron los proyectos. Desde edificios sin rampas ni ascensores adecuados hasta la falta de señalización en braille o bucles magnéticos para personas con discapacidades auditivas, el entorno físico puede ser un obstáculo insuperable.
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En segundo lugar, existe una falta de formación y sensibilización sobre la discapacidad entre el personal de servicio y la población en general. Considero que no sabemos cómo interactuar adecuadamente con personas con alguna discapacidad, lo que puede resultar en comportamientos excluyentes, y quiero pensar que no intencionales. Que simplemente no sabemos qué hacer. Esta falta de conocimiento también se traduce en prejuicios y estigmatización, y se perpetúa la idea de que las personas con alguna discapacidad son diferentes o menos capaces.
En tercer lugar, el mercado laboral sigue presentando serias dificultades para las personas con alguna discapacidad. Las empresas a menudo se resisten a contratar a estas personas, ya sea por prejuicios sobre su capacidad para realizar el trabajo o por temor a los costos asociados con la adaptación del lugar de trabajo o por el costo en el tema del pago de la prestación a la salud pública. Esto no sólo limita las oportunidades económicas para las personas con discapacidad, sino que también refuerza su marginación social.
He estado pensando en este asunto, en especial en cómo la falta de acceso a espacios y a oportunidades puede afectar las emociones y la autoestima de las personas. La verdad es que somos muy ingratas con ellas. La lucha que enfrentan estas personas debe ser agotadora y las lleva al aislamiento y a la desesperanza.
Socialmente, la exclusión de personas con discapacidad priva a la comunidad de la riqueza de la diversidad. Las perspectivas y habilidades únicas que estas personas aportan son invaluables, y su ausencia significa una pérdida significativa de potencial creativo e innovador. Además, una sociedad que no valora a todos sus miembros por igual se debilita en su cohesión y justicia social.
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Económicamente, la falta de inclusión tiene un impacto negativo en la productividad y el crecimiento. Las barreras que impiden a las personas con discapacidad participar plenamente en la fuerza laboral resultan en una pérdida de talento y experiencia. Además, los costos asociados con el apoyo a las personas excluidas, como los beneficios por discapacidad y los servicios de salud adicionales, podrían reducirse si se promoviera una inclusión más efectiva.
Para abordar la falta de espacios inclusivos para personas con discapacidad es crucial implementar soluciones integrales que aborden las causas subyacentes. Aquí se proponen tres estrategias clave:
Mejora de la infraestructura. Es esencial que tanto los gobiernos como el sector privado inviertan en hacer que la infraestructura sea accesible para todas, todos y todes. Esto incluye la construcción de rampas, ascensores accesibles, baños adaptados y la implementación de tecnologías de asistencia en lugares públicos y privados. Además, es fundamental que las nuevas construcciones cumplan con los estándares de accesibilidad desde el principio, evitando así futuras barreras. Me pregunto: ¿por qué hay tantas escaleras?
Educación y sensibilización. La formación y sensibilización sobre la discapacidad debe ser una prioridad en todos los niveles de la sociedad. Los programas educativos deben incluir contenido sobre la discapacidad y la inclusión, y las empresas deben ofrecer capacitación continua a sus plantas laborales sobre cómo interactuar y apoyar a compañeras y clientes con discapacidad. De pronto las empresas están marcadas por la hipocresía. Lo ideal sería fomentar una cultura de respeto y comprensión para romper los prejuicios y promover un entorno inclusivo.
Políticas de empleo inclusivas. Las empresas deben ser incentivadas para contratar a personas con discapacidad mediante políticas que promuevan la igualdad de oportunidades laborales. Esto puede incluir subsidios para la adaptación de lugares de trabajo, beneficios fiscales para empresas inclusivas y programas de mentoría y apoyo para personas con discapacidad. Además, es crucial que las políticas de empleo se centren en las capacidades y el potencial de las personas, en lugar de en sus limitaciones.
La falta de espacios para personas con discapacidad es un problema complejo que requiere una respuesta multifacética. Abordar las causas de esta exclusión y promover soluciones efectivas no sólo beneficiará a las personas con discapacidad, sino que también enriquecerá a la sociedad en su conjunto. Una comunidad verdaderamente inclusiva es aquella que valora y aprovecha la diversidad en todas sus manifestaciones, y sólo a través de un compromiso colectivo podremos avanzar hacia un futuro más justo y equitativo.
Se vale soñar. Hasta la próxima entrega.
X: @brendamargotms
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