La marcha: Entre mapaches y oligarcas

noviembre 15, 2022
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Por Álvaro Delgado 

Muchos mexicanos no saben y menos los jóvenes, porque ni siquiera habían nacido, que el núcleo de los organizadores y promotores de la marcha del domingo 13 son viejos políticos y oligarcas, muchos vinculados a la delincuencia electoral y de cuello blanco, que están juntos desde hace casi tres décadas, como los que, en el gobierno de Carlos Salinas, crearon el Grupo San Ángel.

El fallecido escritor Carlos Fuentes fue el animador de este grupo, en junio de 1994, y varios personajes se reunieron en el domicilio de Jorge G. Castañeda, en el barrio de San Ángel, al sur de la Ciudad de México, entre otros Elba Esther Gordillo, cacique magisterial impuesta por Salinas, Vicente Fox, quien había sido derrotado en Guanajuato, y Santiago Creel, consejero ciudadano del extinto Instituto Federal Electoral (IFE).

A este grupo, en el que también participaron Tatiana Clouthier y Lorenzo Meyer, le preocupaba la elección de agosto de 1994 entre los partidos que postulaban a Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas. Temían un “choque de trenes”, expresión del expriista Demetrio Sodi de la Tijera, miembro de ese grupo y actual animador de los membretes como el Frente Cívico Nacional y Futuro 21 que convocaron… a la marcha.

Tal choque no ocurrió, porque el aparato estatal impuso a Zedillo, en cuya campaña participó Claudio X. González, pero la elección exhibió el agotamiento del sistema electoral controlado por el gobierno, que ese año cedió incorporando al Consejo General del IFE creado en 1991 por Salinas a varios ciudadanos, entre otros a Creel, al periodista Miguel Angel Granados Chapa, al actual fiscal electoral José Agustín Ortiz Pinchetti y a José Woldenberg, el orador único en la marcha del domingo.

De esa elección derivó la reforma electoral de 1996, con un Consejo General de nueve consejeros presidido por Woldenberg, que organizó las elecciones de 1997, cuando por primera vez en la historia el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, y la del 2000, cuando Fox fue electo presidente de México, el primero no priista.

Ambos procesos electorales no estuvieron exentos de prácticas de defraudación y hasta en la Cámara de Diputados se trató de dar un golpe de Estado legislativo –cuando Ricardo Monreal obedecía a Zedillo–, pero finalmente el PRI admitió las derrotas, porque en realidad estaba afianzada la relación con el PAN desde Salinas.

La honda crisis de credibilidad en el órgano electoral que prevalece hasta ahora comenzó en 2003, cuando terminaron su periodo los consejeros de consenso presididos por Woldenberg y se repartieron PRI y PAN las nueve posiciones, con Luis Carlos Ugalde como presidente impuesto por Gordillo y el magnate Jesús Reyes-Heroles.

¿Qué más pasó en 2003 y antes? Es importante recordarlo, porque hay jóvenes que no lo saben y viejos que no quieren que se sepa, porque ese episodio condujo a la fraudulenta elección de 2006 y desde entonces –hace casi dos décadas— esos partidos son los que controlan la estructura electoral del país.

Un año antes, en 2002, Gordillo y Roberto Madrazo, muy cercanos a Fox, aplastaron a Beatriz Paredes en una elección interna del PRI que por tantas trampas se calificó de “delincuencia organizada” y que permitió a la primera ser coordinadora de los diputados y al segundo construir su candidatura presidencial.

En octubre de 2003, Gordillo y Madrazo en acuerdo con Fox y Creel como secretario de Gobernación –que bien conocía el fraude en Tabasco en 1994 contra Andrés Manuel López Obrador–, así como Felpe Calderón, secretario de Energía, y el diputado Germán Martínez como su operador, se repartieron los nueve consejeros encabezados por Ugalde.

¿Quiénes eran esos consejeros? Por el PRI, además de Ugalde, Alejandra Latapí Renner, empleada del Consejo Coordinador Empresarial; Virgilio Andrade, amigo de Luis Videgaray y quien sería secretario de la Función Pública de Enrique Peña Nieto; Marco Antonio Gómez Alcántar, representante del PRI ante el IFE, y María de Lourdes López, exconsejera de Coahuila.

Y por el PAN, Teresa González Luna Corvera, nieta del fundador de ese partido, y Arturo Sánchez Gutiérrez, compadre del exconsejero panista Juan Molinar Horcasitas, así como Rodrigo Morales Manzanares y Andrés Albo, amigos íntimos de Calderón.

“Yo puse a los consejeros electorales. Entre Roberto Campa y yo los amarramos”, se ufanaba Martínez Cázares de la operación conjunta con el entonces diputado priista que en 2006 sería candidato presidencial del Panal, partido de Gordillo, subsecretario de Gobernación con Peña Nieto y actual vicepresidente del Grupo FEMSA.

Tal reparto faccioso fue criticado en su momento hasta por Woldenberg, aunque minimizó que esos personajes pudieran ser “correas de transmisión” de los partidos y, menos aún, permitir un fraude: “Yo no creo que se puedan alterar los procesos electorales mexicanos, yo no creo”, dijo este mismo personaje que negó que haya habido adulteración de la voluntad popular en 1988.

Ese reparto faccioso se repitió cuando fue designado sustituto de Ugalde Leonardo Valdés Zurita, impulsado por el PRI, partido que también promovió a Lorenzo Córdova, primero como consejero y luego como presidente del nuevo INE a propuesta de Peña Nieto, y Ciro Murayama, integrantes del grupo de Woldenberg y cuyo superior es Héctor Aguilar Camín, director de la revista Nexos.

Yo como tantos asistentes a la marcha, incluido el propio Claudio X., con quien yo caminaba a distancia, no escuché el discurso de Woldenberg. Lo leí más tarde y encontré un texto insincero: La descripción de un INE impoluto y, además, un sistema electoral perfecto, a merced del dictador.

Quizá sin proponérselo, la oposición ha encontrado por fin en Woldenberg a su candidato presidencial para 2024, con el que irían, no es ninguna novedad, los oligarcas liderados por Claudio X. y los mapaches electorales como Gordillo, Margarita Zavala, Madrazo, Fox, Calderón, Ulises Ruiz, Alejandro “Alito” Moreno…

Lee el texto original en SinEmbargo

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