Por Álvaro Delgado
México, sentencian, vive una catástrofe con Andrés Manuel López Obrador: El país, gritan, está en escombros, envuelto en llamas, sometido al crimen, saqueado por el dictador que manipula a las masas y con el uso de las Fuerzas Armadas, exclaman, ha proscrito todas las libertades y a toda la oposición con el único objetivo de eternizarse en el poder.
Si un recién resucitado consulta las barras informativas y de opinión en prensa, radio y televisión, sin salir a la calle ni recorrer el país, querrá volverse a morir con esta descripción catastrófica que se hace de México después de casi cuatro años de gobierno de López Obrador.
A este aciago panorama sólo le faltarían las mazmorras repletas de opositores y el exilio de sus intelectuales, pero lo paradójico es que han sido estos los que, sin ser molestados por nadie, han construido la narrativa de la destrucción desde la comodidad de sus despachos y teniendo el control de prácticamente todos los espacios mediáticos.
Si ese recién resucitado sale a caminar el país y no se ocupa de los medios de información y opinión de México, en particular los de la capital, concluirá que el país en ruinas es en realidad un relato tan mentiroso como sus deshonestos autores.
Y sí: México arrastra problemas irresueltos en todos los órdenes y, al concluir el sexenio de López Obrador, seguirán existiendo y apareciendo otros, pero la realidad nacional –oprobiosa por tanta opulencia en medio de tanta indigencia— no es la que describen las élites de la oposición partidaria, intelectual y mediática.
Esta narrativa mentirosa es, en realidad, la visión de los vencidos: Los que, por décadas, dominaron todos los espacios de la política, la economía, la educación, la cultura y el espectáculo, pero que ya perdieron el poder y la influencia en la toma de decisiones públicas.
Y por más que esas élites sigan usufructuando beneficios y hegemonicen partidos políticos, grupos culturales y casi todos los mediáticos, su decadencia es manifiesta y la exhiben con la rabia y la mentira con las que actúan cotidianamente.
La visión de los vencidos ha quedado clara una vez más con la iniciativa del oligarca Claudio X. González, Unidos, que no sólo es capaz de robarse el nombre de una agrupación política nacional, sino que usurpa la representación de la sociedad civil, en un acto de deshonestidad que explica por qué acumulan derrota tras derrota.
Aquí hemos probado que la dirigente de “Sociedad Civil México”, Ana Lucía Medina, quien se ostenta como representante de ésta, es en realidad una panista embozada que milita en el PAN desde 2005 y que fue diputada de este partido en Michoacán.
Y hemos probado también cómo la supuesta organización de la sociedad civil “Unidos por México” es un membrete integrado por nueve exgobernadores del PAN, que sólo se representan a sí mismos, una chapuza igual a la del Frente Cívico Nacional, resumidero de políticos residuales de PRI, PAN y PRD que sólo buscan candidaturas.
Allá ellos si quieren ser súbditos de Claudio X. González, cuya equis grandotota destaca siempre en todas sus iniciativas, y si siguen siendo costales de rabia, pero lo que no es admisible es la mentira de ostentarse como miembros de la sociedad civil y de impulsar una narrativa, porque sólo se exhiben como hipócritas.
Con esta impostura política y personal, sin honestidad ni autoridad moral, no hay manera de que la oposición política, intelectual y mediática no siga siendo derrotada por más que tenga el respaldo de millones.
Y la oposición seguirá con la visión de los vencidos: Entre más derrotas acumula, más mentiras fabrica…
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