Por Álvaro Delgado
Con una pistola en la mano, el sujeto de ceño fruncido que viste un chaleco verde se abre paso para consumar el robo de la urna repleta de votos en Puebla en la elección por la candidatura presidencial entre Francisco Labastida y Roberto Madrazo, en 1999. La fotografía de Héctor Laug García, un afamado “mapache” electoral, es poética: Ese es el PRI.
Felipe Calderón y Santiago Creel se disputan la candidatura presidencial, en 2005, y por todo el país rellenan urnas con votos falsos, los compran, acarrean militantes, usan la estructura de Gobierno y se acusan mutuamente de mapaches. Las prácticas quedan impunes: Ese es el PAN.
Aunque la fotografía de Laug García es de la elección del PRI, hace 23 años, y el choque en el PAN entre Calderón-Creel fue hace 17, las prácticas fraudulentas en ambos partidos sólo se han sofisticado y, ya unidos, hasta comparten a sus mapaches electorales.
Un gran ejemplo es, precisamente, Héctor Laug García: en las elecciones de 2021 puso sus habilidades de mapache electoral a favor Eduardo Rivera Pérez, el candidato del PRIAN a la Presidencia Municipal de Puebla, un juramentado de la organización secreta El Yunque que venció a la morenista Claudia Rivera Vivanco.
Sí: Héctor Laug García, quien literalmente a punta de pistola robó urnas electorales hace dos décadas, ahora trabaja para el PAN. Es, en realidad, el emblema del PRIAN.
¿Cómo se asimiló el PAN al PRI o al revés? Ha sido un proceso paulatino.
En 2002, ya con el panista Vicente Fox en la Presidencia, Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo –el actual patrón del portal Latinus— no conocieron límites en las prácticas de fraude para ganar la dirigencia del PRI, resumidas en la frase de María de los Ángeles Moreno: “No fue mapachismo, fue delincuencia organizada”.
Y en la más reciente interna del PRI, en 2019, Alejandro Moreno Cárdenas alias “Alito” y Carolina Viggiano se impusieron con un gigantesco operativo de acarreo, compra y coacción de votos, relleno de urnas y otras mapacherías, como lo denunciaron Ivonne Ortega y Encarnación Alfaro.
En el PAN, Calderón, Fox, Gordillo y otros mapaches cometieron fraude en 2006 para apoderarse de la Presidencia de la República, y procesos análogos se generalizaron, hasta ahora que Creel, cuyo grupo desplazó al de Calderón, controla el padrón y la estructura partidaria, de la mano de caciques estatales.
Ya desde 2009, tras la debacle de ese año, la corrupción interna del PAN quedó exhibida con el documento elaborado por la Comisión de Reflexión y Análisis, encabezada por José Luis Coindreau:
“En el comportamiento de los panistas no se aplica la fuerza de las ideas, sino la fuerza del interés, la nómina y el poder”, “se han tolerado actos de corrupción de funcionarios y militantes”, “se han privilegiado el arribismo y el oportunismo”, prevalece la “manipulación de los procesos internos”, se impone “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”, y “se permite la democracia simulada”.
Este documento, que hice público íntegramente en 2011, aplica al actual PAN de Marko Cortés, pupilo de Creel, el verdadero artífice de la coalición Va por México que forman parte el PRI y lo que queda del PRD, junto con el magnate Claudio X. González.
Estas prácticas del PRIAN son tan aborrecibles como las de Morena en su elección interna de este fin de semana, sólo que, apelando a la amnesia y a la hipocresía, los miembros de esta coalición y sus alcahuetes pretenden impartir lecciones cívicas.
Las prácticas de algunos grupos y personajes de Morena, examinadas en esta columna la semana pasada, son herencia repudiable de décadas de régimen antidemocrático priista contra el que se rebeló el PAN, en 1939, hasta que terminó por asimilarlas y de formar parte de lo mismo, desde Carlos Salinas hasta la formalización de Va por México.
Por eso, el PRIAN no tiene autoridad política ni moral para repudiar las prácticas fraudulentas, que sin duda emergerán si es que Claudio X. González decide que el candidato presidencial se defina por elección abierta, así lo organice el Instituto Nacional Electoral (INE).
La trampa, el cochupo, la corrupción, el fraude, son signos distintivos de PRI y PAN, pero también anidan en Morena y hasta en periodistas y medios que siguen utilizando las mismas categorías de análisis de la época del partido único y hegemónico, que ya no existe.
Por fortuna, y por la propia lucha de la sociedad, las prácticas fraudulentas han ido acotándose y, pese a las resistencias en todos los partidos, el objetivo debe ser erradicarlas definitivamente y un paso obligado es que no haya impunidad para quienes las cometan.
Por eso, las prácticas fraudulentas en Morena y sus perpetradores no deben quedar impunes…
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