Por Alejandro Páez Varela
El sol sí nace para todos, como dice la canción. Pero pega distinto en cada quien. Si usted trae traje de baño, una cerveza helada y se puso bloqueador solar, los rayos le sabrán a gloria. Y si lo agarran un mediodía arriba de un andamio y con una brocha y pintura, para qué le cuento. Y es el mismo sol: depende en dónde esté uno parado.
Sucede con la derrota del PRI en el Estado de México, este domingo. No hay todavía números definitivos pero, por lo que sabemos, han caído del cielo baldes de lumbre sobre muchos y no es sólo sobre los priistas. El PAN, por ejemplo, se convierte en una fuerza marginal y se acerca a los número del PRD en esa entidad, en donde alguna vez vio una oportunidad de ganar. El panismo renunció a nadar con sus propias braceadas en 2023 y ahora paga cara la decisión de abrazarse a la maravillosa idea de las élites de ir contra la izquierda en una alianza amorfa y sin proyecto.
Y lo peor de la derrota del PAN, este domingo, es que se entregó al PRI por una promesa: que estará a cargo del proceso electoral 2024 en esa alianza. Promesa que puede o no cumplirse porque quedó a la buena voluntad de un mentiroso probado, un engañabobos: Alejandro Moreno Cárdenas.
Las elecciones de Edomex han confirmado al PRD como perrito de carnicería: siempre con los ojos puestos en los filetes, aunque se conforma con los cebos que le lance el carnicero. El destino de Jesús Zambrano, Jesús Ortega y de quienes todavía los siguen depende, básicamente, de qué tanto puedan conmover al amo con sus ojitos tiernos. Pasaron (Zambrano dixit) de querer comerse a los empresarios a querer comer con los empresarios y se fueron más allá: ahora se echaron bajo la mesa de los empresarios para ver qué se le cae. No es que fueran muy dignos en el pasado pero todo tiene un límite. Creo que el perredismo está terrenos de la indignidad.
Y del PRI, bueno. Es cierto que la victoria en Coahuila es una sombrilla bajo el sol inclemente, aunque a costa de los baldes de lumbre que caen sobre PAN y PRD, que prácticamente desaparecen en ese estado. La victoria del PRI es la derrota de los coahuilenses y agregaría: la lección no es para el priismo, el panismo y el perredismo, sino para el bloque que se identifica con la izquierda. El Partido Verde, pero sobre todo el Partido del Trabajo, le jugaron el dedo en la boca a Morena. Fueron más hábiles que la dirigencia morenista. Aparentaron un acuerdo de unidad nacional y mientras hacían todo para mantener la división a nivel local porque de esa manera aumentaron su votación.
Ricardo Mejía Berdeja no será Gobernador pero los petistas abularon sus votos a costa del triunfo. El PRI se benefició de las pequeñas mezquindades, pero también ganaron PT y Verde. Morena se vio poco hábil y es el gran perdedor en esa entidad que cumplirá un siglo en manos de un partido depredador. Faltó fuerza a la dirigencia nacional morenita y le faltó pericia. La jugada de verdes y petistas era demasiado obvia y aún así la dejaron avanzar.
La derrota del PRI en Edomex y la de Morena en Coahuila; la gran sangría que han sufrido PAN, PRD y Movimiento Ciudadano en ambas entidades, así como la actitud del Verde y del Partido del Trabajo, deberían repartir varias lecciones. Y que aprenda el que así lo desee.
Creo que lo más importante para Morena es entender que la calidad de los socios importa. Si se excede de pragmatismo, en algún momento pagará. El Verde es un partido, una rémora, un parásito; lo ha demostrado durante décadas. No le importa llevar a sus aliados hacia la derrota si eso le da votos. Y el Partido del Trabajo actúa de manera muy similar cuando le conviene. Mejía Berdeja le traía votos: no iba a renunciar a eso, aunque provocara la derrota de Morena. En 2024, los dos partidos operarán como les venga. Para ellos no hay “transformación” que valga cuando se trata de crecer su votación.
El PT y el Verde utilizaron la figura del Presidente López Obrador toda la campaña de 2023 para hacerse llegar simpatizantes aunque en los hechos traicionaron su movimiento. Con el argumento de que iban juntos en Edomex y justificados en que “se les necesita” para lograr mayoría en el futuro Congreso de 2024, hicieron lo que quisieron en Coahuila. Ya lo había hecho el PT en Edomex en 2017. Al final, cuando ya se había gastado todo el presupuesto en promoverse y en promover a los suyos, entonces declinó por Delfina. Lo repitió en 2023, en Coahuila. Y Morena cayó en la trampa, otra vez.
A la oposición, 2023 le deja muchas lecciones. La primera es de fondo: ¿qué tan buena idea fue ir juntos? ¿Les cae que Arturo Montiel los representa? Si los representa él, y Roberto Madrazo, y Elba Esther Gordillo, y Enrique Peña Nieto, pues adelante. Si su rostro son Lilly Téllez y Gabriel Quadri; Vicente Fox y Felipe Calderón, pues adelante. No hay nada qué hacer. Es honesto ir juntos. Lamento decirles que la caída en tobogán no se detendrá.
Alguien en la oposición (y no será Claudio X. González, por supuesto) necesita lavarse la cara, crear un proyecto de Nación, dejar de representar los intereses de la élite y buscarse una causa que los una, más allá de su odio por López Obrador. Lamento decirles que abrazarse de un multimillonario y tener por oferta un regreso al pasado (representado por Arturo Montiel y todos los demás) no es una oferta apetecible para las mayorías. Necesitan un cambio, o la sangría no se detendrá.
Lo damos por un hecho pero nadie debería pasar por alto que, en 2023, el nuevo INE condujo elecciones casi impecables y el discreto encanto de Guadalupe Taddei permitió desvincular muy pronto a esa institución de las élites y de la oposición. La salida de Lorenzo Córdova le ha dado un nuevo aire fresco al Instituto, por fortuna. Taddei demuestra lo que hemos dicho durante estos pocos años: un INE casi invisible y sin protagonismos es un mejor INE. Que se hable poco de esa institución es el mejor de todos los mundos. Hay, pues, respaldo para garantizar la elección de 2024.
Por último: los mexiquenses mostraron sus deseos de un cambio de rumbo mientras que los coahuilenses decidieron mantenerse en los brazos de los Moreira. Somos consecuencia de nuestros actos: esperemos que los votantes de ambos estados no se hayan equivocado. Lo que sigue, para los que observamos desde lejos, es exigir que quienes ganaron cumplan lo que prometieron y esperar que la decisión de una mayoría sea sabia. Y también debemos desear que estas elecciones repartan lecciones suficientes a los partidos para mejorar aunque me parece que muchos, después de lo que pasó este domingo, no podrán recuperarse después de los baldes de lumbre.
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