¿México hacia la ultraderecha?

febrero 24, 2025
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FOTOGRAFÍA: ESPECIAL

Por Alejandro Páez Varela

1. Pobre diablo

Eduardo Verástegui me tiene sin cuidado. Es tan ridículo como cualquiera de los que, durante la historia de México, han pensado que este país resiste un viraje a la derecha extrema. Cree que lamer botas en Washington lo vuelve presidenciable. Pobre diablo, fantasioso. Entienden mucho más al país sus patrones en la Casa Blanca. No sabe que los gobiernos mexicanos durante un siglo se han visto obligados a simularse de izquierda. No entiende que el declive del PRIAN estaba cantado en el momento en el que menospreció la herencia de la Revolución de 1910.

Verástegui me tiene sin cuidado y ahora que entra en la categoría de payaso, más. Públicamente ha abrazado el nazismo durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Qué bien por él y por los que lo apoyan, como Ricardo Salinas Pliego. Claro: como todos ellos, lo hizo de manera hipócrita: simulando que no es el saludo Sieg Heil!, pero sí es el Sieg Heil!, el gesto fascista que llevó al mundo a la II Guerra Mundial y al exterminio de millones de judíos, gitanos, discapacitados, polacos, homosexuales, soviéticos hechos prisioneros, testigos de Jehová y habrían asesinado a su mismísima madre, si les hubiera estorbado. Verástegui y los suyos nos dicen abiertamente que son fascistas y es una buena noticia. Tenían las puertas cerradas de esta sociedad y ahora las han tapiado con piedra.

Como sea, no había condiciones para un viraje hacia la extrema derecha antes del gesto, ni lo hay ahora. No cambió nada con el Sieg Heil! Sólo que ahora los mexicanos podemos decirle a Verástegui “fascista de mierda”, como se dice en español común y corriente. Así podíamos llamarlo desde antes, con o sin video haciendo el saludo nazi. Ahora con más ganas.

El episodio permite responder una pregunta que ronda mucho entre la gente: ¿hay condiciones para un viraje hacia la extrema derecha, ahora que está Trump en Estados Unidos y Milei en Argentina? NO. Con o sin Verástegui, no las había. Aún en la mayor catástrofe, los mexicanos han caminado apenas al centro y quizás una vez votaron conscientes de que iban a la derecha (2000), arrastrados por la necesidad de un cambio. Pero en 2006 corrigieron y votaron por la izquierda nuevamente y en 2012 volvieron a los brazos del PRI espantados de 12 años en los que pasó todo, desde un fraude electoral hasta el inicio de una guerra armada.

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Por supuesto que el país debe mantenerse saludable en términos económicos para galvanizar cualquier intento de la derecha por atraer a las mayorías. Debe bajar tanto como pueda el déficit fiscal y provocar una gran derrama económica, sobre todo privada, para traer crecimiento y destinar un buen porcentaje de sus ingresos (mayoritariamente fiscales) a la protección social. En 2024, la mayor inversión del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue social. Casi el doble que lo que se destinó al servicio de la deuda y otros gastos similares, y cuatro veces más de lo que se gastó en el Gobierno, que tuvo que entrar en austeridad.

Allí está la clave. No se olvide que el deterioro de las condiciones de vida ha provocado cada una de las revueltas sociales profundas en México, pacíficas y armadas, durante los últimos dos siglos de nuestra historia. Hay que crecer mucho y repartir las ganancias entre los más necesitados para conservar lo que estamos viviendo: una especie de “vacas gordas” en términos sociales. La derrama a los de a pie es tremenda y eso va a provocar una reorientación del gasto familiar en algún punto, y quiero hablar sobre eso un poco más adelante.

La historia, que un pobre diablo cono Verástegui desconoce, nos dice cosas. Nunca se olvide que mientras el país tenía crecimiento económico durante la era porfirista, las familias mexicanas en el campo –en una sociedad rural– eran esclavizadas; se les retribuía una miseria del boom económico y vivían una precariedad vergonzosa. Allí sí: vino una flama, y pum: la Revolución de 1910.

En 1968 se alinearon distinto los factores para otra revuelta profunda. La cerrazón política trajo malestar social; el malestar social acarreó una crisis de gobernabilidad porque ningún sector, ni siquiera los empresarios (tratándose Gustavo Díaz Ordaz de un Presidente de ultraderecha) o la iglesia, se sentían conformes con los resultados. Mucho menos los trabajadores.

La matanza de Tlatelolco y los actos represivos de los años posteriores vinieron de un periodo de crecimiento económico fuerte: el desarrollo estabilizador. Pero tampoco mejoraron dramáticamente las condiciones en el campo y en las ciudades, o no fue lo que se prometía. Los arranques dictatoriales de Díaz Ordaz, entonces, tronaron los engranes de la Nación. Fue un proceso largo y doloroso, pero el cambio se dio. Hubo muchos muertos (casi 700 líderes opositores asesinados con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, solamente, de acuerdo con la CNDH) y el régimen cambió de fondo. Lo estamos viendo.

No somos ni hemos sido ese país bananero que se imagina Verástegui. Cada transformación profunda es producto de una evolución social. Llegamos a hoy porque tuvimos un ayer. Después de 40 años de deterioro de las condiciones de vida durante el neoliberalismo, mientras la élite católica jugaba golf con los multimillonarios, millones perdían todos los beneficios sociales: el sector salud, el sistema educativo, su sistema de pensiones, condiciones mínimas de seguridad laboral y etcétera. Por eso estamos viviendo una revuelta social pacífica y profunda en México. Ese país somos. Ha pasado en los últimos dos siglos de nuestra historia.

2. Tacos de nazi

Hace una década, Slavoj Zizek hablaba de la hipocresía de la Unión Europea, que aplica igual a Canadá que a Estados Unidos: “No puede construir [en su territorio, dado a las regulaciones] fábricas que contaminen el aire, pero se van a los países periféricos o a México para contaminar el de ellos”. Como si la tierra no fuera redonda y el aire no cruzara una frontera.

El filósofo ha explorado, entre otras muchas cosas, teorías sobre los sistemas de Gobierno y el terror. Sea monarquía, aristocracia, democracia, oligarquía o tiranía, uno de los mecanismos de control más utilizados desde el poder es el terror. Causar miedo para manejar las respuestas del otro.

“Migrantes violadores”, dice Trump, y una anciana blanca en alguna región de Estados Unidos adonde no llega gente de color más oscuro que el propio, decide que no quiere ser violada: vota por Trump. Frente al miedo hay respuestas irracionales, pero también racionales: la anciana blanca decide que no quiere que alguien en su entorno sea violado: vota por Trump. Su voto está bien razonado. Le han marcado su prioridad: no ser violada.

Pero su reacción no es sólo un voto: su respuesta es darle una carta poder a Trump para manejar todo. La anciana contribuye directamente al abuso de gente pobre. Quizás sea una buena persona, pero ahora permitirá que miles de familias sean separadas; que individuos sean encarcelados sólo por querer trabajar; que miles sean encadenados como si fueran animales. La anciana ha dado su voto a un proyecto político fascista, que desprecia a los morenos, y a los judíos y a otras minorías, pero prefiere de momento abrazar a los judíos y patear a los morenos. Quizás la anciana tenga sangre judía o de mexicanos. Y con su voto se ha vuelto traidora de su propia sangre.

Su caso es una mezcla de ignorancia con deseos de participación; fue manipulada y nunca pensó que al “decidir no ser violada” lo que realmente decidió fue una sistema de Gobierno fascista al que le parece fabuloso y hasta chistoso identificarse con el Sieg Heil!, el saludo fascista.

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El “miedo a ser violada” es distinto al miedo a ser castigado que ejercen los estados para intimidar a los ciudadanos y que no cometan delitos. Esa es una forma de control socializada y aceptada. Es el poder punitivo. Nadie quiere ser recluido en prisión o ser categorizado como enemigo de la sociedad. Entonces el Estado actúa de manera preventiva inyectando miedo y los ciudadanos también: procuran no violentar la Ley para no sufrir las consecuencias.

La anciana ha respondido gran parte de su vida al estímulo del temor y considera que el “miedo a ser violada por un migrante” de Trump es parte de ese mismo poder punitivo institucional. Su cerebro maneja como algo normal sentir miedo a los migrantes. Ya antes tuvo miedo a los comunistas, los nazis, y al diablo, y decidió ser capitalista, opositora del nazismo y cristiana. No hay nada raro para ella votar a favor de Trump, guiada por el “miedo a ser violada”.

En cambio Verástegui, Salinas Pliego, Lilly Téllez y otros personajes todavía menores simpatizan con la ultraderecha y el neonazismo sin ser coaccionados o manipulados. Es por gusto. La ideología obliga a Bannon, Musk, y Trump a sentir asco por Verástegui y los otros personajes todavía menores, ¿en qué momento se sienten aceptados? Ahora imagínense cuando “Alito” Moreno entra a una oficina en Washington: los güeros que lo reciben quisieran arrestarlo allí por moreno, o utilizarlo para que regrese a hacer daño a su país. Obvio, en Washington optan por lo segundo.

Los supremacistas que odian a los morenos como Verástegui usan el Sieg Heil!, el saludo del genocida Adolfo Hitler. ¿Cómo puede repetirlo un Verástegui? Claro, cualquiera puede tomar una respuesta rápida y tendrá la razón: es por imbécil e incompetente. Pienso lo mismo. Pero sería muy interesante saber cómo justifica Verástegui frente a sí mismo tener una ideología fascista. Pensará que entre más fascista se sienta menos moreno se verá. Pero es moreno, no cambia nada. ¿Cómo lo razona? ¿Cómo se siente a gusto consigo mismo?

Y obvio hablo de Verástegui para no enlistar a los demás, que son varios, la mayoría lo suficientemente morenos como para ser confundidos con los cocineros de algún restaurante de Beverly Hills. Otro dato que sirve al análisis: para la mayoría de ellos sería una humillación ser confundido por un cocinero de Beverly Hills; para mí y para millones sería motivo de orgullo.

3. Oposición y derecha

La historia nos dice que la ultra derecha mexicana sólo ha llegado una vez a la Presidencia y fue con Vicente Fox. Luego en 2006 se robaron la elección y ya vimos lo que siguió, hasta ahora. Dudo mucho que “el foxismo” o “el calderonismo” sean corrientes siquiera y puedan volver, como tales, en el futuro. El PRIAN está demolido y de los demás ya sabe usted su historia: van de fracaso en fracaso.

No es una buena noticia que no exista oposición en México y que un mediocre fascista como Verástegui intente serlo. Que sea una de las propuestas más sonadas en 2025, cuando se puede aplicar para crear un partido político, nos dice algo.

Creo que México tiene, en estos momentos, un buen margen para moverse –qué paradoja– más a la izquierda. Imagino, por ejemplo, que un grupo de los que ahora llaman “puros” se lanzara por su lado. “¿Saben qué? Abrazamos a Luisa María Alcalde y hasta la queremos, pero considerar el ingreso de Miguel Ángel Yunes a Morena no nos asusta ni nos asombra: sólo no es lo que nosotros queremos. No nos sentimos cómodos con tener de compañero a ése individuo que ha sido, junto con su padre, uno de los más grandes acosadores de López Obrador. Tampoco nos sentimos cómodos con Pedro Haces, Eruviel Ávila, Adrián Rubalcava, Ricardo Monreal o Adán Augusto López. Respetamos a Luisa María, respetamos a todos los demás, pero queremos un partido con filtros más rígidos,

totalmente apegado al pensamiento de López Obrador y plenamente identificado con la izquierda. Hoy lanzamos el PLN o Partido Lopezobradorista Nacional”.

Sería interesante, ¿no? “Claudia Sheinbaum es nuestra Presidenta y la apoyamos con todo, pero además acompañaremos hasta 2030 a Morena a donde vaya”. Es decir, los obradoristas más obradoristas creando un partido para darle espacio a los más “puros”. ¿Se imaginan hasta dónde crecería? Yo creo que alcanzaría registro y sería otra ventana de la 4T, pero con ciertos filtros morales y éticos que Morena no aplica porque su objetivo es crecer.

Ahora sí: ¿ya ven cómo el futuro en México no camina hacia la ultraderecha? ¿Ya ven por qué digo que Eduardo Verástegui me tiene sin cuidado, y es tan ridículo como cualquiera de los que, durante la historia de México, han pensado que este país resiste un viraje a la derecha extrema?

SinEmbargo

MÁS DEL AUTOR:

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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