Por @ArriagaXxximena
Demasiadas ideas en la cabeza como para seguir durmiendo. Dicen que las mentes brillantes en algún momento de sus vidas padecen insomnio y espero a eso se deba estar despierta y escribiendo de madrugada… No me queda más que ver la mañanera…
Llevo siete minutos y entre palabras y silencios muy prolongados del presidente no puedo evitar pensar en el saco tan grande que viste, el pantalón tan largo y la corbata tan corta… Como diría Bad Bunny, “auch, mi corazón”. Sé que ya todos hablaron sobre la imagen del presidente, pero no me paran las letras:
Parece que Andrés Manuel persiste en todo lo contrario de lo que se espera de un presidente, o al menos a los que estábamos acostumbrados los mexicanos, quienes “cansados” de votar por el sueño aspiracionista, votaron por quien en su sentimiento los “representa”, o al menos a un gran número de mexicanos quienes vieron en él a alguien cercano, parte del pueblo, y aceptaron su mensaje –totalmente planeado (a huev….que sí)– de “yo soy como tú” que se levanta temprano y a chingarle, ando chambeando y no preocupándome por cómo vestir.
Desde su campaña AMLO presumió austeridad que ha mantenido al menos en la falacia de su discurso (no hablemos de los amigos de sus hijos, sus hijos o su demás familia con sus trabajos en el gobierno y sus lujos) y en su imagen, la cual es capaz de aludir a las emociones del pueblo y sabemos que un porcentaje alto de las decisiones (más del 90%), según la neurociencia, las tomamos basadas en los sentimientos, por lo que muchos aún se sienten identificados con el estilo natural mostrado; el desinterés en sí mismo y “lo barato” de su ropa, le da idea de que es un político de confiar; porque sugiere que está concentrado en su trabajo y no en banalidades y parecería que no gasta el dinero del pueblo en asuntos personales.
Sin embargo, a veces puede causar una impresión de descuido, poca autoridad, cansancio y por lo mismo despertar suspicacias y promover ante el entorno internacional el estereotipo del mexicano desaliñado, distraído, que hace todo al “ahí se va”, incluso, gobernar un país.
Lo que elige vestir no nos debería ser indiferente, pues suele reflejar la personalidad e influye en la percepción que tenemos de la gente y de un país. Sé, que parte de una buena imagen es la coherencia entre el mensaje que se quiere dar y lo que se viste. Pero qué tanto queremos que el mensaje sea que todos nos volvamos pobres, lo aceptemos, y esperemos ser mantenidos por el gobierno, sin necesidad de trabajar ni estudiar, tal como lo propone el gobierno federal. O que veamos como aspiracionistas sin escrúpulos a la clase media y a los profesionistas. O del mismo modo, que no importe capacitarnos ni estudiar, siempre y cuando tengamos buen corazón, que tratemos como enemigos a los empresarios por considerarlos “fifís” y volvamos del país un caos, sólo por ir en contra de todo lo previo, incluso aunque en muchos de los casos, sea bueno.
La estrategia de dividir no funciona ya en esta sociedad tan desapegada. Porque resulta que nos íbamos a vengar de los corruptos siendo felices, prósperos y libres, pero queda claro que en pocos ámbitos ha crecido el bienestar de la población, ha ido en aumento la inseguridad y las carencias en salud, a pesar de exprimir los ingresos y los fideicomisos… de seguir así es insostenible a largo plazo…
Pese a eso, hay muchos que prefieren ver las mañaneras, que más que rendición de cuentas es marketing político…
Es decir, la misma mentira de que todo está bien todos los días, para que acabes por creértela. Yo mejor me voy a Twitter porque aquí pensaba en vestir bien… Allá en desvestir.
@ArriagaXxximena
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