Por Álvaro Delgado Gómez
Andrés Manuel López Obrador conoce bien a los ambiciosos vulgares y por eso cuando estaba en curso la fundación de Morena, en septiembre de 2012, exhortó a sus seguidores a no reproducir “las lacras de la política actual” y 12 años después, al concluir su gobierno, también en septiembre de 2024, repitió la misma exhortación: Que este partido no repita los “vicios y perversiones” de la política tradicional.
“Mantengan siempre la unidad, la humildad y la honestidad”, instruyó López Obrador a los dirigentes y miembros de Morena en una carta que leyó el gobernador Alfonso Durazo, en el Congreso Nacional, el 22 de septiembre, a una semana de concluir su sexenio y pasar al retiro definitivo.
Subrayó: “No permitan que los antiguos vicios y perversiones de la política florezcan en nuestras filas. Eviten la prepotencia, la búsqueda del poder por el poder, la soberbia, la corrupción, el nepotismo y el sectarismo. No roben, no mientan, no traicionen nunca al pueblo y sigan construyendo la nación soberana, democrática, justa, libre y amorosa que imaginamos cuando empezamos nuestro caminar”.
La exhortación de López Obrador se ha ido desvaneciendo, pese a que han pasado sólo tres meses del fin de su gobierno y el inicio del que corresponde a Claudia Sheimbaum, la primera Presidenta de México que lidera también el movimiento que se desgastará paulatinamente si olvida sus principios fundacionales.
Con toda seguridad el pleito público por dinero entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal, coordinadores parlamentarios de los senadores y diputados de Morena, se superará pronto de dientes para afuera, pero ese choque es muy menor ante los conflictos internos en ese partido en cada una de los estados de la República, sobre todo por la adhesión de oportunistas provenientes de otros partidos políticos.
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Los casos más visibles son los recientes reclutamientos de Miguel Ángel Yunes, Jorge Luis Lavalle Maury y Alejandra del Moral, pero el temor que existe en todo el país es que los conversos sean sólo infiltrados que traicionen como Lilly Téllez y Germán Martínez Cázares o que posibiliten sólo el regreso de las camarillas que ya habían sido desplazadas.
La democracia explicada
Un ejemplo estatal es Puebla, donde el escándalo por la captura de la periodista Lydia Cacho y la difusión del diálogo del gobernador priista Mario Marín con el empresario Kamel Nacif, en 2006, dio lugar a la alternancia con el expriista Rafael Moreno Valle y, después del nefasto gobierno de Miguel Barbosa, ahora el marinismo está de vuelta con Alejandro Armenta Mier como el flamante gobernador de Morena, con un equipo del mismo origen.
En la capital de Puebla el alcalde de Morena es el empresario José Chedraui Budib, quien encabezó el comité de financiamiento de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, en 2018, y de cuyo domicilio salió el helicóptero donde viajaban el senador electo Moreno Valle y su esposa Martha Erika Alonso, gobernadora electa, que se desplomó.
Lo curioso es que ha sido este pragmatismo lo que convirtió a Morena, en sólo diez años, en la principal fuerza política de México, con la ratificación de la Presidencia de la República, la mayoría constitucional en el Congreso y las dos terceras parte de las gubernaturas, una hazaña sin procedente en el mundo.
Esa esta ola lopezobradorista de 2018 y 2024 fue tan gigantesca que también arrastró a mucha basura que ha reproducido vicios del viejo régimen del PRIAN, sin que haya terminado de procesarse institucionalmente. Este es el principal problema de Morena, su crisis en medio del auge.
Y todos los conflictos en los estados los conoció Luisa Alcalde, la presidenta nacional de Morena, y los miembros del Comité Nacional en la gira que realizaron por todo el país en los meses recientes, donde hubo choques internos, como en Guanajuato, el estado que el PAN gobierna desde 1991.
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Aunque los conflictos no se han desbordado, la institucionalidad interna no se ha terminado de consolidar, pese a que se ha impuesto el principio de que el jefe de Morena en los estados que gobierna es el gobernador o la gobernadora.
Si bien la presidenta Claudia Sheinbaum anunció su licencia temporal como militante de Morena y advirtió que debe separarse la labor del partido y la del gobierno, las circunstancias podrían colocarla en la obligación de intervenir personalmente en ciertos casos.
En particular, si se acelera en Morena la reproducción de las lacras, los “vicios y perversiones” que López Obrador y ella misma condenaron desde el origen de este partido. Ella tiene ahora el simbólico bastón de mando y debe ejercerlo.
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