No hay agua, repito, no hay agua. Ni adentro ni afuera

marzo 29, 2024
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Se acaba el agua
EL COAHUILENSE

Por: Brenda Macías

Quienes habitamos la sociedad del cansancio nos enfrentamos al cambio climático, la urbanización desbocada, las prácticas insostenibles para la gestión de recursos no renovables y la privatización del agua, aunado a un montón de violencias y desigualdades.

Las discusiones y debates sobre este tema se multiplican en la academia, en los medios de comunicación, en redes sociales, en los espacios que se preparan para el fin del mundo conocido y arreglan sus maletas para huir de aquí a depredar otro. En este contexto hay un sector de la población cuyas voces y necesidades específicas apenas si se escuchan: las mujeres en prisión.

Las prisiones, ya de por sí instituciones repletas de problemas relacionados con la sobrepoblación, la infraestructura deficiente y el acceso limitado a servicios básicos, enfrentan un desafío aún mayor con la profundización de la crisis hídrica y las inminentes olas de calor pasando por pandemias. 

Populismo punitivo a la vista 

No me sorprende ser testigo de cómo las promesas de las políticas y los políticos del neoconservadurismo –en este tiempo electoral– buscan ganar votos al estilo Bukele, digno representante del populismo punitivo. Incluso hay quienes se hacen de la vista gorda para evitar el conflicto porque quienes no estén en su favor son de la “maf(g)ia del poder”. 

Por citar dos ejemplos: hay personajes como la candidata presidencial de la Coalición Fuerza y Corazón, Xóchitl Gálvez, que quiere resolver el problema de la violencia y la inseguridad en México con una megaconstrucción carcelaria. 

Personajes como Martí Batres, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quien al defender a capa y espada a las candidatas del movimiento que representa, invisibiliza el problema del agua en la Ciudad de México. 

Una lanza odas a las cárceles y otro asegura que sí hay agua, aunque nos estemos muriendo de sed. Y mientras tanto…. para las mujeres encarceladas, cuyos derechos y bienestar están comprometidos, este escenario agrava aún más sus condiciones de vida, poniendo en evidencia la intersección entre género, justicia y sostenibilidad ambiental. 

Tuberías de aguas negras

Hace unos días en el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM tuve la oportunidad de asistir al conversatorio “Arte y cárcel. Prácticas culturales y feminismos en contextos penitenciarios”. 

En él, Patricia Piñones, del proyecto “Mujeres en Espiral: Sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia”, recordó que en el Centro Femenil de Reinserción Social de Santa Martha Acatitla de la Ciudad de México –lugar donde las Mujeres en Espiral han impactado de manera directa con fanzines, cortometrajes y murales– histó(é)ricamente han padecido la falta de acceso al agua. 

Por las tuberías de Santa Martha corre agua de tonalidades cafés pasando por las verdes y las negras. Sólo quien puede solventar un sobreprecio por agua embotellada se da ciertos “lujos”, como bañarse y preparar alimentos sin contraer una infección. 

En otras palabras, la escasez de agua afecta de manera desproporcionada a las mujeres en prisión en aspectos fundamentales como la higiene y la salud. La menstruación y el embarazo, por ejemplo, son condiciones que requieren de un acceso regular y suficiente de agua limpia, recurso que no se garantiza en contextos de crisis hídrica y menos aún en contextos penitenciarios. 

Y la cárcel, como laboratorio y espejo de lo que ocurre acá “afuera” en la sociedad del cansancio, nos revela que la falta de agua no sólo vulnera la dignidad humana, sino que aumenta el riesgo de infecciones y enfermedades, un precio demasiado alto para quienes ya enfrentan la privación de la libertad. Además, el estrés hídrico en las cárceles refleja y amplifica las desigualdades existentes dentro y fuera de los muros penitenciarios.

¿Será que algún día tendremos políticas y políticos a la altura de los desafíos que están presentes y que están por venir?.

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