Para dejar de romantizar la maternidad: Cuando la violencia viene de las madres

mayo 10, 2023
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Por Valeria López Luévanos 

En la antesala del 10 de mayo se nos bombardea con miles de mensajes que recuerdan el eterno agradecimiento que debemos sentir hacia nuestras madres, esos maravillosos seres de sentimientos puros y cristalinos que nos trajeron a este mundo, soportando los pesares de la gestación y los dolores del parto, que nos criaron amorosamente siempre pensando en nuestro bienestar –una especie de santidad en que existen los errores, pero son siempre sin mala intención–.

Mayo se llena de flores rosas que simbolizan la belleza, la suavidad y la ternura de nuestras madres. 

Las estrategias de mercadeo trabajan y se basan en el amor materno para convencernos de comprar ciertos productos que son “suaves como el amor de mamá”, ideas que nacen de la veneración de la maternidad fundada en la figura de la virgen María, entre otras representaciones religiosas y mitológicas importantes que la dotan de significado.

Culturalmente, la maternidad y la figura de la madre son casi incuestionables, e incluso en los tiempos del feminismo se exculpa a las madres de responsabilidad por ser víctimas de opresiones. Por eso, muchos de los razonamientos en las discusiones que se dan en nuestras familias se cierran con “porque soy tu madre y punto”. 

Se supone que las madres aman. Se supone que quien actúa desde el amor no puede hacer daño (ama y haz lo que quieras, dijo San Agustín). Se supone, en consecuencia, que las madres son todas buenas e incapaces de hacer algún mal a sus hijos e hijas, menos aún perversamente.

Cuando un hijo o hija es violentada por su madre, en vez de que la culpa se traslade a la agresora e incluso se le vea como tal, sobreviene el colapso de este sistema de creencias y, en su lugar, guardamos silencio y quienes sienten vergüenza son las víctimas, los hijos e hijas que se culpan a sí mismos, primero, de hacer enojar a mamá y, después, de verla de una forma negativa, de no querer pasar tiempo con ella o cultivar el vínculo una vez que se ha crecido. No importa lo malvada, narcisista y violenta que haya sido, “la madre es la madre”, y eso la exime de asumir la responsabilidad de sus violencias.

En plataformas digitales como tik tok, muchas mujeres y hombres, pero sobre todo mujeres, han compartido relatos que parecen de terror, pensando en que las violencias que narran sucedieron cuando eran apenas unas niñas. “¿Qué le regalo a la señora que me sumergía la cara en agua con jabón y cloro por no lavar bien unas calcetas de la primaria?”;“¿qué le regalo a la señora que cuando le conté que su pareja abusaba de mí me echó la culpa y lo prefirió a él?”; “qué le regalo a la señora que me hacía limpiar las patas de la silla con la lengua porque según ella no las limpiaba bien”; “¿qué le regalo a la señora que me exprimía la jerga en la cabeza porque me quedaba muy mojada para trapear?”.

Estos relatos son sólo la punta del iceberg. Detrás de ellos hay años de silencio, de culpas, traumas y vínculos rotos.

La psicología habla sobre los vínculos primarios los cuales son fundamentales para el desarrollo de las y los niños. El vínculo con la madre es casi siempre el más importante y definitorio para nuestra socialización y nuestra relación con el resto del mundo, aunque esta afirmación admite variaciones culturales.

Para dejar de romantizar la maternidad y a las madres como la representación máxima de la bondad y el amor debemos dotarles de su humanidad y dejar de admitir el mito de la imperfectibilidad de la mamá que nos tocó.

Hay muchas condiciones materiales y subjetivas que pueden influir en la violencia que las madres ejercen a sus hijos e hijas, y es necesario analizarlas, como he tratado de hacerlo en mis artículos anteriores cuando he hablado de la ambivalencia materna. Pero, de ninguna forma, debe hacerse invisible la violencia que han vivido las infancias de parte de sus madres.

Romper el silencio de las violencias, vengan de donde vengan, nos hará más libres y hará de este mundo un lugar más seguro para las nuevas generaciones. Redes sociales como TikTok han generado un espacio para esas conversaciones difíciles impensables en otros momentos y circunstancias.

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