Por qué AMLO no se va

marzo 17, 2025
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FOTOGRAFÍA: ESPECIAL

Por Alejandro Páez Varela

Satisfacer deseos de venganza ha salido demasiado caro a los partidos de oposición en México. Las élites intelectuales y mediáticas, y una parte del alto empresariado utilizaron al PRD, al PAN y al PRI como arietes contra Andrés Manuel López Obrador por diferencias históricas e incluso personales. Las dirigencias de los partidos tenían fiebre y aceptaron las calenturas ajenas, de periodistas encumbrados, medios tradicionales y de Claudio X. González y el grupo empresarial que representa; sumaron sus ganas de venganza a las de Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y esos núcleos político-culturales. El resultado fue catastrófico.

La venganza se volvió una obsesión dentro de los núcleos opositores y fue potenciada por todos y entre todos. Odian a López Obrador, entonces no tardaron en convencerse a sí mismos. La venganza es, desde siempre, un medio para buscar la reparación de una pérdida. Perdieron el poder, se sintieron agraviados por el líder tabasqueño y se le fueron en grupo y con todo lo que tenían. Víscera pura. Terminaron desnudándose en público y mostrando de qué estaban realmente hechos: bofe.

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Las élites mediáticas, intelectuales y empresariales, con visión distorsionada de la realidad a causa de su egolatría, pensaron que odiar sería suficiente, es decir: el odio como proyecto, como combustible y como destino. Usaron a los partidos pero no les diseñaron ni una estrategia electoral. Lo que provocaron fue un terremoto que demolió casi todo lo conocido hasta 2024. En el paisaje quedaron de pie apenas unas cuantas estructuras de varilla y concreto. Lo demás se vino abajo.

Dan lástima las estructuras que mantienen: granjas abandonadas de troles y bots, mal orientadas, que navegan las redes en busca de culpables. Personajes sin rostro y sin nombre orientando el discurso opositor en la red social X. O personajes con rostro y con nombre (Mario Di Costanzo, Elena Chávez, José Antonio Crespo) que distorsionan datos y difunden mentiras –menos elaboradas cada vez– para sembrar la duda entre los miembros de las sectas góticas perdidas en la selva negra, con muchas ideas para hashtags y memes aunque cada vez sirvan menos a su causa.

Y todos ellos, los que no escarmentaron con el sismo de 2018 y rodaron entre los escombros con el de 2024, siguen pensando que el culpable de su desgracia es el viejo que duerme hasta tarde en Palenque; el que puso una mesita afuera de su casa para que, con discreción, sus vecinos le dejen un champurrado o un tamal; el que merece el respeto de guías de turistas y taxistas locales porque si les piden que los lleven al rancho de López Obrador les dicen: “Mire, pues, este, puedo pasar de lejitos, por la carretera, pero acercarlo-acercarlo eso sí no”, como si el viejo fuera un ave rara que duerme en algún nicho y no la quieren espantar.

Lo acosaron hasta ponerlo a la orilla de la prisión para que no pudiera ser candidato presidencial. Se gastaron una fortuna en campañas masivas para denigrarlo y cuando no le hicieron nada se fueron contra sus hijos para lastimarlo. Lo persiguieron siendo Presidente y él se las reviró y los mantuvo a raya y luego perdieron la madre de todas las batallas, en 2024. Y siguen jodiéndolo. Y siguen centrando todo su esfuerzo en él y uno podría preguntarse si no tienen llenadera y no, no la tienen. Y uno podría preguntarse si no considerarán en algún momento dejarlo en paz y no, no lo consideran.

La democracia explicada

Y uno podría preguntarse, también, qué esperan de él y la respuesta es: destazarlo, destruirlo con los dientes. Y es allí donde uno se da cuenta que son una secta gótica que habla en lenguas tan antiguas que el 85 por ciento de la población, al menos, no habla y no entiende.

¿Oposición?

El problema más grave de la oposición (básicamente la derecha) es que la suma de todas sus debilidades ya muestra una falla estructural. La oposición no tiene con qué ser oposición. Ni líderes, ni primeros y segundos cuadros y, como ya vimos, ni base. No tiene una ideología competitiva o ejemplos de trabajos anteriores para abultar un currículum.

Los que sobreviven a la implosión opositora buscan cómo agregarle dignidad a lo que hacen pero es difícil, a estas alturas: se acaban de tomar la foto con Xóchitl Gálvez. Ya le dieron la espalda, se sabe, pero, ¿cómo eliminan las fotos? ¿Cómo darse algo de dignidad después de ser parte de la peor campaña opositora quizás de la historia, una que intentaba poner en la Presidencia a alguien igual o más mediocre que Vicente Fox?

La oposición más visible en los últimos años han sido Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, “Los Chuchos” y Silvano Aureoles, unos panistas, unos priistas, Roberto Madrazo, Claudio X. González, Beatriz Pagés, Mario di Costanzo, María Amparo Casar, José Antonio Crespo. Saco nombres de manera arbitraria. Ninguno de ellos irá a tocar una puerta, por supuesto (mucho menos Aureoles, que anda a salto de mata). Saben ser oposición si les dan un celular o una tablet. Son oposición de X, pues.

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PRI y PAN están en control de Alejandro Moreno y Jorge Romero no porque le sirva a los partidos sino porque los partidos les sirven de escudo; era apoderarse de las dirigencias o terminar presos por corrupción. Y los cuadros medios, sobrantes de todo lo anterior (Guadalupe Acosta Naranjo, Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero, etcétera), están de risa. Son una broma.

La mugre que cubre a los líderes de la oposición en México no sale ni con Karcher y cepillo de alambre. Y, como digo, no es sólo que sus líderes estén desprestigiados. El daño ya es estructural. No tienen una ideología, no tienen un discurso, no tienen un plan de acción. Tienen rabia y quieren morder a alguien, el que sea, ahora que López Obrador no está.

Algo de suerte tienen: pueden agradecer que el expresidente se fue y no piensa volver a la política. Porque si por alguna razón regresara, los sacaría del fango, los bañaría en el patio con la manguera, los peinaría y los regresaría al fango en bola, como ya lo hizo una vez.

La dependencia

Y uno debe preguntarse, de manera casi intuitiva, si existe explicación más allá del odio para que López Obrador sea hasta el día de hoy la puya con la que zumban esos trompos. Y también uno debe preguntarse, por si acaso, de quién es la cuerda que hace zumbar los trompos que toman a AMLO de puya.

Yo digo que sí hay un grupo que no suelta a López Obrador porque le ha dejado dinero, y le sigue dejando dinero.

Un ejemplo: por años, Claudio X. González ha recaudado dinero –vía MCCI o vía Mexicanos Primero– de los grandes corporativos mexicanos con el argumento de que es para frenar a AMLO o “nos va a convertir en Venezuela”. Es más: hasta al extinto USAID le sacaba dinero con esa argumentación. Qué duro ha de ser para él que López Obrador no esté.

Otro ejemplo: Tatiana Clouthier dice que Enrique Krauze y sus monjes góticos escribían libelos y creaban campañas con dinero de empresarios que para frenar a AMLO o “nos va a convertir en Venezuela”. Años y años ordeñando fondos privados para esa causa (quizás dos décadas). Qué duro ha de ser para él y para los suyos que López Obrador no esté.

Y luego hay incontables iniciativas independientes que hacen ver lo redituable que es no dejar al expresidente en paz: desde los que publican libelos (como Elena Chávez) hasta los que escriben casi a diario (ejemplos: Pablo Hiriart, Sergio Sarmiento, Mario Di Costanzo) en medios o en sus redes sobre él. Monetizan las editoriales, monetizan los medios, monetizan los autores. López Obrador lleva carne sin pellejo a sus mesas desde hace muchos años.

Por eso es que muchos no le paran. Sacan dinero cada vez que lo difaman. Nadie les pide que muestren pruebas y ellos desatados, al grado de la demencia. Libros y libros y libros para denostarlo. Libros y libros que alguien compra, asombrosamente.

Hay casos donde la impunidad (acusar sin pruebas) se mezcla con la oportunidad (ganarse un dinerito con acusaciones en falso). Elena Chávez, por ejemplo. Su libro “El Rey del Cash” eran páginas y páginas de acusaciones sin pruebas y vean su cuenta de X. “La constante falta de respeto a Claudia Sheinbaum, por parte de Adán Augusto López y Ricardo Monreal, no sería posible si no tuvieran el aval de López Obrador”, escribe. O bien: “Me acaban de informar que Marina del Pilar entró a la lista de presuntos narco-gobernadores que tiene el Gobierno de Trump”. Ninguno de sus pronósticos se cumple; habla de “fuentes de Presidencia” como de tips de cocina. Y vende ejemplares y uno se pregunta si esa gente que los compra realmente los lee.

Y hay casos donde difamar al expresidente es porque sí. Porque se puede. Porque militan en esa causa. El caso de Crespo es conocido, como es el de decenas de columnistas y comentaristas de radio y de televisión. Y un caso que me da una patada en la frente es Luis Astorga. “Los sinaloenses coincidían en que López Obrador iba a Badiraguato por dinero en efectivo que fue de lo que vivió y sigue viviendo”, le dijo a Latinus en febrero pasado. Carajo. Era un académico serio al que tuve respeto por décadas. O yo viví engañado o el viejo Luis Astorga es un gnomo que destruye toda la obra del joven Luis Astorga, más prudente y reflexivo.

¿Por qué AMLO no se va?

López Obrador ya se fue y pocas cosas, creo yo, lo harían regresar. Si hubiera una agresión de Estados Unidos a México (toco madera), seguramente saldrá del rancho. Si la Presidenta se lo pide, también. Si hay una gran tragedia natural (dos veces toco madera) y es necesario llamar a la unidad y a la solidaridad con el mayor número de voces posibles, él lo haría. Pocas cosas, pues, lo devuelven a la escena.

AMLO no se va de la gente porque lo quieren. En todos los estratos sociales lo quieren. Muchos no, sobre todo arriba, aunque son más los que lo quieren y lo extrañan y cuando sale algún video de él hablando lo ven con melancolía y con una mezcla de cariño-tristeza.

Muchos no dejan ir a Andrés Manuel López Obrador porque lo odian, y muchos más no dejan que se vaya porque lo extrañan. Curioso: unos y otros hacen que López Obrador se consolide, en relativamente poco tiempo, como uno de los personajes más notables del México moderno.

SinEmbargo

MÁS DEL AUTOR:

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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