Por Alberto Aguirre
Madre, abuela, orgullosamente mexicana —renunció voluntariamente a la ciudadanía estadounidense, que pudo adquirir por su madre— Loretta Ortiz resaltó su edad (70 años) y su actual trabajo. “Soy una chulada de ministra”, presumió en su primer día de campaña para refrendar su asiento en el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Propuesta por Andrés Manuel López Obrador hace tres años y medio, ahora busca el apoyo popular, arropada por su familia, su equipo de colaboradores y un amplio bloque de abogados con los que hará planilla. “Soy honesta, justa, capaz y experimentada”, dice sin recurrir al plural mayestático del que abusan los políticos profesionales.
La legitimación del voto popular es ahora su principal anhelo. Y con él, la presidencia de un Máximo Tribunal desprovisto por la Cuarta Transformación de su pompa. “Yo voluntariamente renuncié a mi sueldo, a mi seguro de gastos médicos y a mi haber de retiro porque tengo vocación de servicio”, insiste Ortiz Ahlf quien cumple con los cánones de la mercadotecnia política para posicionarse.
Más de 3,400 candidatos pudieron salir —oficialmente— a realizar proselitismo. Son 881 los cargos que se elegirán a nivel federal el próximo 1 de junio. En la mitad del país, además, se renovarán los tribunales.
Marisela Morales, extitular de la PGR en el sexenio calderonista, fue la primera candidata que arrancó actividades, ante sus vecinos y colaboradores, con una reunión en su casa materna, en Santa María Tomatlán, uno de los 16 pueblos originarios de Iztapalapa. “Que te caiga el 20”, es el slogan de la exfuncionaria, en alusión directa al lugar que ocupa en la boleta electoral. Con un discurso conciliador se pronunció por una sana división de poderes y el combate a la corrupción dentro del sistema judicial.
Posicionar el número en la lista, más que el nombre de los candidatos, es uno de los distintivos de esta peculiar campaña electoral. Sin acceso a spots en los medios electrónicos, las aspirantes a presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación cumplieron escrupulosamente con las reglas impuestas por la autoridad electoral.
Yasmín Esquivel Mossa acudió al gimnasio del Tecnológico de Ecatepec para sostener un “diálogo para la transformación” del Poder Judicial con estudiantes de esa populosa escuela. “Yo no vengo a administrar lo que hay. Vengo a transformarlo”, clamó Esquivel Mossa, “conozco al Poder Judicial, soy ministra y sé que hemos hecho todo porque cambie, con algunas resistencias”.
Su mensaje, diluido, ante el cúmulo de preguntas que debió responder al término de su exposición. “Lo importante es transformar la justicia, no quien encabece las encuestas”, dijo con modestia, aunque algunos sondeos la ubican como la ministra más popular.
Esquivel Mossa se manifestó en contra de separarse temporalmente del cargo, mientras hace campaña. “Si pedimos licencia, se paraliza el trabajo del Pleno y de las salas”, advirtió. Del origen de los recursos con los que financiará su gira nacional, dijo escuetamente: “es personal”. Y aceptó el reto de ir a la UNAM.
Loretta Ortiz, por su parte, convocó a un grupo de candidatos magistrados de circuito para debatir con ellos, en el auditorio del Instituto de Posgrado en Derecho, en la alcaldía Iztacalco. Antes, encabezó la brigada que repartió su propaganda en la principal vialidad de la colonia Insurgentes, en Iztapalapa. Lenia Batres inició en la explanada de la alcaldía Tlalpan, una gira que la llevó a la Gustavo A. Madero y Ciudad Nezahualcóyotl.
Del sur, al oriente. Batres paró al mediodía frente al acceso principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. A primera hora, ante apenas un puñado de simpatizantes, Carlos Enrique Odriozola Mariscal se plantó ante el monumento a la mexicanidad para iniciar lo que catalogó como una “lucha contra los abusos de los poderosos”… dentro y fuera del Máximo Tribunal.
Las ministras, en campaña. Sus recorridos claramente están diseñados para llevarlas a zonas densamente pobladas donde muy pocos las conocen.
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