Por Alberto Aguirre
Adán Augusto López Hernández atendió las peticiones de Higinio Martínez y Félix Salgado Macedonio, dos de los aliados políticos más linajudos de Andrés Manuel López Obrador.
Los senadores —jefes políticos del Estado de México y Guerrero— recibieron al presidente saliente en la escalinata del frontispicio, en el Palacio Legislativo. Con ellos, Alejandro Esquer, quien durante tres décadas fue secretario particular del político tabasqueño.
El último tumulto de AMLO como presidente de México duró casi media hora. Ifigenia Martínez reanudaba la sesión de Congreso General, a las 11:04 horas de este martes histórico. “Es un honor estar con Obrador”, corean en las curules. “Honesto, valiente. Así es mi presidente”. “Te queremos desaforadamente”.
La inauguración del segundo piso de la Cuarta Transformación estuvo antecedida por una lenta despedida al “mejor presidente de la historia”.
El programa oficial llevaba 20 minutos de retraso cuando Ifigenia invitó a la concurrencia a ponerse de pie para recibir a Claudia Sheinbaum.
El presidente saliente atendió esa instrucción, pero su sucesora ni siquiera estaba cerca del Palacio Legislativo.
AMLO tuvo una última ronda de selfies y saludos de legisladores petistas, pevemistas y morenistas. A las 11:20 horas, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, ingresó al recinto y hasta su lugar fue escoltada por integrantes de las bancadas del PAN.
La tribuna superior de San Lázaro estaba tomada, a minutos de la toma de protesta de la primera presidenta de México.
Claudia Sheinbaum saludó a la enseña nacional, antes de cruzar el salón de plenos. Con un abrazo cálido fue recibida por el presidente saliente. Y con Norma Piña, un saludo seco, respetuoso antes de la toma de protesta. Eran las 11:32 horas.
Con un concentrador de oxígeno y unas puntas en sus fosas nasales, la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados trató de ponerse de pie para recibir la banda presidencial, de la que se había despojado AMLO y Sheinbaum la tomó directamente, para ceñirla con elegancia.
Ifigenia no pudo pronunciar el discurso que había preparado, aunque con su entereza quedaba patente que fue protagonista de esta histórica transmisión de poderes.
Un punto de inflexión —a su juicio— pero la oportunidad de avanzar unidos en la lucha por la justicia y la igualdad en México. “Que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean la fuente de propuestas y de soluciones compartidas”, apuntó.
Claudia se definiría como madre, abuela, científica, mujer de fe y, por voluntad del pueblo, ahora es presidenta de México. Y fiel defensora del legado lopezobradorista.
La elección de jueces, magistrados y ministros por voto popular, va. “Queremos que se termine la corrupción en el Poder Judicial”, rubricó, “en unos años todos coincidiremos en que fue lo mejor”. Más tarde en el Zócalo —tras de recibir el Bastón de Mando— anunciaría que el Senado de la República pronto expedirá la convocatoria para reemplazar a los actuales togados.
En San Lázaro, un decálogo. En la Plaza de la Constitución, un centenar de compromisos que incluyen una promesa de reforma electoral, con la proscripción de la elección consecutiva, a partir del 2030 y la ampliación de las consultas populares.
En el 2027, dijo, se someterá a la revocación de mandato. Y entonces deberá imperar la prohibición expresa de suceder a un familiar directo en un cargo de elección popular. No al nepotismo.
Sheinbaum cerró a las 12:19 su primer discurso como presidenta de México. Martínez llamó a las comisiones de cortesía para despedir a López Obrador, quien no concedió un saludo para la titular del tribunal pleno.
Antes de cerrar el micrófono, la legisladora calificó el mensaje de la mandataria entrante como lleno de “nacionalismo y conocimiento”.
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