Lourdes Mendoza
Por Lourdes Mendoza
Eduardo Fernández García, el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores en la época de Zedillo, unos de los más poderosos de que se tenga memoria, siempre estuvo en extraños temas.
Expresso doble bien cargado
Eduardo Fernández García, el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) en la época del presidente Zedillo, unos de los más poderosos de que se tenga memoria, siempre estuvo en extraños temas, por decir lo menos. Desde el multimillonario rescate a la banca (Fobaproa), en el que varios partidos políticos han dicho que llevó mano. Hasta en venderle al PRI la información de los “Amigos de Fox” por dinero. Lo que ocasionó que la FGR intentase meterlo a la cárcel. Lo que no prosperó.
En todo este tiempo se rumoraba que, usando la información que se llevó de la CNBV, se dedicó a “cobrar favores”, por decirlo de una manera elegante, a bancos y empresas. En ese tiempo sólo contó con el apoyo y amistad de quien fue su vicepresidente de supervisión en la CNBV, Mauricio García Naranjo, hoy director de Monex.
¿De emprendedor a extorsionador?
En muchas sobremesas se hablaba mal de García Fernández, pero aun así incursionó en el negocio de la banca de inversión, a través de Diversity Investment Corp., basada en EU. En esta aventura financiera se gastó mucho dinero. Le fue tan mal que decidió cambiar de giro y empezó a extorsionar a sus exclientes y exregulados.
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Se dice que muchos habrían sido los extorsionados. Pero con un tercer matrimonio, muchas deudas y queriéndose dar una vida de jet-set, a Eduardo García se le ocurrió también extorsionar a Grupo Televisa, ¡así como lo están leyendo!
Siéntese bien para seguir leyendo
En sus interiores quizá pensó que las decisiones regulatorias que tomó desde la CNVB, en 1999, a la muerte de Emilio Azcárraga Milmo y su disputada sucesión –donde un tema toral era quién detentaba acciones del grupo en aquel momento- podrían valer mucho dinero. Pero también imaginó que cualquier ruido mediático contra Televisa dañaría la acción, por lo que pagarían grandes cantidades de dinero a cambio de evitar un daño reputacional.
Así, a finales de 2020 empezó a enviar cartas de extorsión, pidiendo 40 millones de pesos en efectivo. Luego en 2021 pidió mucho más dinero, se habla de hasta 200 millones.
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Lo que nunca imaginó es que los destinatarios de las cartas, léase los CEO’s del grupo, Alfonso de Angoitia y Bernardo Gómez, de inmediato dieron cuenta a un notario público de las cartas de extorsión y, acto seguido, presentaron la denuncia pertinente en la fiscalía de la CDMX, en aquella época, de Ernestina Godoy.
Por su parte, Eduardo Fernánde, al ver que sus amenazas no le daban el urgente cash que necesitaba, buscó al jefe de corresponsales del Wall Street Journal en México, Santiago Pérez.
Según reveló el propio Fernández en varias cartas y videos, le habría dado al WSJ mucha información “demoledora” contra Grupo Televisa y sus CEO’s. Y que en el proceso también había señalado a varios consejeros de Televisa y que había presentado una denuncia –con información privilegiada- ante la SEC, el regulador bursátil de EU.
Cuando el WSJ no publicó nada, quizá dándose cuenta de las locuras de Fernández, éste buscó a Carmen Aristegui, que desde la estación de radio de RadioCentro 88.1 y desde su portal, Aristegui OnLine, dio rienda suelta a la información de Fernández y prácticamente declaró culpable a Televisa y a sus ejecutivos de todo tipo de malos manejos. Para todos es sabido la animadversión que Aristegui le tiene a Televisa desde que dejó las transmisiones en Canal 2 de su programa, en 2006, y por no haber sido considerada para una posición de comunicadora estelar en la televisora de Chapultepec.
Eduardo Fernández: un vulgar extorsionador
Pues ahora el futuro profesional de Aristegui pende de un hilo, pues en los tribunales de Estados Unidos y en los de la CDMX ha quedado acreditado que todo lo que dijo Fernández era mentira y que con “real malicia” e información “falsa, manipulada y alterada” buscó extorsionar a Televisa, pues le hacía falta dinero.
Aristegui y su jefe de información, Daniel Lizárraga, al haberle dado el micrófono a quien hoy es un delincuente confeso y sentenciado, para cometer actos de extorsión, se convirtieron en accesorios de la misma y pueden ser juzgados por violaciones civiles y penales en México, y Estados Unidos. Y es que el nombre de Aristegui viene en las denuncias presentadas, pues fue alertada por ejecutivos de Televisa de que la información de Eduardo Fernández era parte de una sistemática extorsión.
Incluso, notas de prensa del año pasado dan cuenta de que Aristegui no sólo ayudo en la extorsión, sino que fue quien le habría dicho a Eduardo Fernández que ya había una orden de aprehensión en su contra. Lo que también reveló, cándidamente, la esposa de Fernández, Florencia Méndez, en un par de entrevistas “exclusivas” que dio a Aristegui, cuando su marido estaba detenido en la prisión española de Soto del Real, al tratar de huir de México, luego haberse emitido una ficha roja por la Interpol.
Quien traiciona una vez, traiciona siempre
El WSJ fue responsable en su actuar –aunque en una de sus locuras, Fernández acusó, también con Aristegui, que Trump había censurado al WSJ vía Rupert Murdoch, dueño del periódico, para no publicar la historia-. En cambio, Aristegui, mal asesorada en lo legal y habiéndole ganado el hígado, no vio las señales de locura en Fernández y dio por buena información que la hace parte de un complejo y probado esquema de extorsión. Pero lo peor del caso es que Eduardo Fernández ya “soltó toda la sopa” y la involucró en el caso de extorsión. Por lo que es muy probable que sea el propio Fernández quien acabe dinamitándola.
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