Por Álvaro Delgado Gómez
El objetivo del viaje de Xóchitl Gálvez a Estados Unidos para implorar a los poderes de ese país que se inmiscuyan en México ha sido exitoso por lo difundido en The New York Times, Wall Street Journal, Washington Post, Univisión y Telemundo sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero consiguió también un efecto indeseable: La exhibió como vendepatrias.
En este juego sucio de la derecha que lideran visiblemente Claudio X. González y Roberto Madrazo, dos brazos de Carlos Salinas de Gortari, Xóchitl Gálvez no es la única expuesta por animar el injerencismo de Estados Unidos en México, sino hasta The New York Times por publicar un bodrio que ningún editor serio jamás permitiría.
Pero como “la verdad ya es irrelevante”, según la escuela informativa de otro salinista, Raymundo Riva Palacio, y porque se antepone la propaganda a la información, es posible que medios y periodistas que se suponían serios hagan pasar como reportajes piezas que, por su fragilidad informativa, no podría llamarse ni artículos.
Eso ocurre cuando al frente de medios de comunicación se colocan empresarios que no diferencian entre géneros periodísticos, o se crean plataformas que son en realidad grupos de presión política, como Latinus, del clan Madrazo, y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, de Claudio X. González.
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En vista de lo que ha sucedido en las tres semanas recientes, Xóchitl Gálvez fue a Estados Unidos para atizar la estrategia que sustenta toda su campaña por la Presidencia de la República —vincular a López Obrador con el narcotráfico—, ante su incapacidad de plantear un proyecto alternativo y sobre todo por el desprestigio de los partidos que la postulan.
La candidata del PRI es obvio que carga con todo el repudio al PRI. Por eso es la búsqueda de Gálvez de algo peor para contrarrestar lo propio.
La narrativa de que López Obrador es narcotraficante en vísperas de que inicien la campaña de menos de cien días está acompasada con los objetivos injerencistas del gobierno de Estados Unidos, en particular la DEA, asociada con medios como The New York Times.
Los propios medios adjudican a la DEA el origen de la información que acríticamente reproducen, aunque los deje en ridículo, como ocurrió con el trabajo de Natalie Kitroeff y Alan Feurer. Y no es la primera vez que el diario neoyorquino publica una pieza sobre México sin el más elemental rigor informativo.
Si bien Gálvez logró el objetivo de que medios prominentes de Estados Unidos compraran su narrativa, que para eso la acompañó Juan Pardinas, exdirector del diario Reforma, en España también quiso implorar injerencismo en asuntos de México, pero no le fue muy bien.
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Hubo más prudencia en los políticos españoles del gobierno y de la oposición, incluyendo al derechista Partido Popular, por lo que Gálvez sólo consiguió un insolente comunicado de la Fundación Internacional por la Libertad, que preside Mario Vargas Llosa.
Ese grupo de presión copió la conducta grosera de José María Aznar, quien como jefe del gobierno español se inmiscuyó en México, en 2006, a favor de Felipe Calderón, su empleado:
El 13 de febrero, la fundación de Vargas Llosa emitió un comunicado para pedir abiertamente a los mexicanos que voten por la candidata de la derecha:
“Y fiel a su compromiso de luchar a favor de la democracia en todo el mundo, exhorta a los mexicanos a votar resueltamente por la opción representada por Xóchitl Gálvez, que defiende las libertades políticas y económicas, es decir, el camino elegido por los países más exitosos del planeta. En la proposición contraria, la del autoritarismo y el dirigismo populista, no hay otro destino que la pobreza, la dictadura y el abismo”.
Está cantado: En los casi cien días de campañas se recrudecerá esta narrativa injerencista, sobre todo desde Estados Unidos, cuyo propósito no es sólo López Obrador, sino desde ahora Claudia Sheinbaum.
Y todavía enfurecen cuando se les llama entreguistas y vendepatrias.
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