Mariana abordó el Metro de la Ciudad de México un sábado por la noche para volver a casa luego de una visita a Xochimilco junto a un grupo de amigas. Habían ido para realizar un trabajo escolar; en ese momento Mariana cursaba la licenciatura en Derecho. Al llegar a la estación Pino Suárez y en un intento por transbordar de la Línea 2 a la 1, la joven sintió dolor en uno de sus glúteos. Minutos después descubrió que había sido víctima de un ataque con ácido por parte de un desconocido, de quien hasta el momento no recuerda el rostro; tampoco sabe si fue sancionado por la agresión.
En entrevista con Cimacnoticias, Mariana G recordó la agresión que fue perpetrada en su contra en 2001, cuando era una estudiante de 21 años. Por un momento cruzó por su cabeza la posibilidad de que un pequeño insecto había sido la causa del dolor que comenzó a percibir. En ese momento no imaginó que la realidad sería cruda e inesperada.
Mariana metió cuatro de sus dedos al pantalón para intentar identificar la lesión. De inmediato logró sentir la ampolla: el ácido ya había quemado su piel. “El dolor fue inmediato”, relató.
Prácticamente cojeando, la joven logró llegar a la estación Moctezuma, donde se encontró con un ex novio que, al revisar la lesión, pudo percatarse de que había sido agredida con una sustancia corrosiva.
Ya en su hogar, Mariana fue revisada por un tío que trabaja como médico. Él le recomendó permanecer bajo el chorro de agua un largo rato, pues efectivamente, una parte de su glúteo izquierdo había sido quemado.
Al día siguiente acudió a una oficina del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro para presentar la queja correspondiente, donde pudo presenciar que no era la primera mujer agredida. El Metro contaba ya con un registro de al menos 20 ataques con ácido al interior de sus instalaciones, pero hasta ese momento no había implementado ningún protocolo de acción.
Mariana dejó sus datos a las autoridades, pero no pudo hacer más debido a que no recordaba el rostro del sujeto que la agredió la noche anterior.
Meses después, personal del Metro le envió un citatorio para notificarle que había un hombre detenido por presuntas agresiones con ácido a mujeres al interior del transporte; sin embargo, no fue él quien la atacó.
“Ellos me dijeron que sabían que no había visto nada, pero dijeron que necesitaban de mi ayuda, que me presentara porque habían implementado todo un operativo en el Metro, en todas las estaciones y líneas, pues había antecedentes de ataques con ácido a mujeres, incluso a algunas les alcanzaron a inyectar ácido. Habían agarrado a un tipo que con un gotero le aventó a una mujer el ácido en los glúteos; por cuestiones legales de que el delito se había catalogado como lesiones, el sujeto la iba a librar fácil”, rememoró la entonces estudiante.
Las autoridades pretendían que Mariana acudiera a señalar al hombre como su agresor para evitar que saliera libre, ya que también contaba con antecedentes de violencia doméstica contra su pareja: “Sabemos que no es lo correcto, pero no podemos dejarlo salir”, le confesaron a la joven.
Cuando Mariana se presentó, el agresor ya había sido consignado al Ministerio Público y no se necesitó su declaración. Luego de esto, ella decidió no saber más del tema: no iba a dejar que una agresión marcara su vida.
Años más tarde, cuando se encontraba en el mundo laboral, pudo darse cuenta de la gravedad de la situación que vivió. Entonces la alarmó la idea de que un hombre atentara contra mujeres desconocidas por el simple hecho de ser mujeres.
“Hasta ahorita tengo la cicatriz, verla es recordar ese momento y tener una sensación de impotencia permanente. ¿Por qué debemos seguir siendo las que tenemos que cuidarnos, las que debemos estar alerta? Ya no basta con cuidarse de que no te acosen, ahora debes vigilar que un hombre no te aviente ácido”, indicó.
“¿El detenido se encuentra libre? ¿Qué pasó con los casos? ¿Había más de un agresor? ¿El Metro acompañó emocionalmente a las víctimas?”, todas estas son dudas que hasta la fecha continúan sin resolverse a causa de la invisibilización que las autoridades han destinado a las sobrevivientes.
Ataques con ácido, agresiones ignoradas
Para Adriana Flores Reyes, perita en psicología forense e integrante de la Fundación Carmen Sánchez, los ataques con ácido en el transporte público revelan la misoginia que se ha impregnado en la sociedad desde sus raíces más profundas.
El caso de Mariana, no es el único registrado en los últimos años: desde 2001 hasta hoy, la fundación ha documentado 33 agresiones con ácido perpetradas contra mujeres. A esto se suman las denuncias que recientemente causaron indignación a nivel nacional, luego de que dos mujeres fueron atacadas en Puebla.
En una de las denuncias se informó que dos sujetos gritaron a una mujer “¡Adiós, guapa!” y posteriormente le arrojaron una sustancia corrosiva. Estas acciones –entre otras que atentan contra los derechos humanos– han sido permitidas por la impunidad que permea en los casos de violencia de género, sentenció Adriana Flores.
Debido a lo anterior, la perita en psicología indicó como urgente la tipificación del delito a nivel nacional. Además, hizo un llamado para que los agresores no alcancen beneficios preliberacionales, ya que al salir de la cárcel podrían continuar siendo un riesgo para las mujeres: “Se debe dejar de considerar como lesiones, sino como auténticas tentativas de feminicidio”.
El poder de la denuncia
La falta de cifras oficiales y la incorrecta tipificación del delito han provocado que las sobrevivientes no accedan a la justicia de forma expedita. En ese sentido, Adriana Flores destacó la importancia denunciar, dado que estos procesos facilitan la existencia de un registro de agresiones y, por ende, una visibilización concreta de la gravedad del problema.
“Para eso ayuda el hecho de que pongamos las denuncias porque, de esta forma, enviamos un mensaje a la sociedad de que no nos vamos a quedar calladas y exigimos justicia. Por eso, esa insistencia para el acceso a la justicia y que se hagan efectivos nuestros derechos; que pongamos nuestra denuncia ayuda a eso, a evidenciar el tema y que no quede en la oscuridad, sino que pueda ser visible y el gobierno tome acciones”, afirmó la especialista.
Así como Mariana, otras sobrevivientes guardan el registro de las agresiones en su propia piel, rastros de dolor e impotencia frente a un país teñido por la violencia que sigue en deuda con las mujeres.
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Imagen de Hazel Zamora Mendieta/Cimac noticias
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