Ciudad de México.- Doña Irinea platica que antes del feminicidio de su hija Mariana podía describir a su familia como un muégano, uno fuerte y unido que con dificultad apenas si se logra desprender. Araceli comparte que antes del feminicidio de Lesvy, sus días se iban en el trabajo, el activismo y en ir todos los jueves al teatro con ella, su única hija.
Han pasado los años y esas vidas ya no están. Ni las de Mariana y Lesvy ni la de ellas antes de esos dos feminicidios que marcaron un antes y un después en todo México.
El feminicidio de Mariana Lima Buendía ocurrió el 28 de junio de 2010, en el Estado de México; el de Lesvy Berlín Osorio, el 3 de mayo de 2017 en la Ciudad de México.
Sin importar dónde ocurrió, a ambas, la autoridad, junto con los feminicidas, quiso cerrar los casos clasificándolos como un suicidio.
Pero a pesar de que las estructuras de justicia en México permiten que la impunidad sea la norma en los casos de feminicidio, las dos madres, a distinto tiempo, dijeron “no” a esa versión oficial.
Tanto Mariana como Lesvy guardaron en sus uñas la prueba de que ellas pelearon en sus últimos minutos de vida. Sus mamás, papás y demás familia fueron contra toda autoridad para abrir los casos y obligar a las autoridades a reabrir sus ataúdes para buscar la verdad.
Mariana tenía en tres de sus uñas materia genética de Julio César Hernández Ballinas, quien aseguró que la joven de 28 años se había quitado la vida; Lesvy también guardó materia de José Luis González Hernández que utilizó la misma coartada.
Los restos en las uñas demostraron que hubo lucha de defensa y forcejeo, “allí les demostramos que sí hubo lucha y que mi hija no se suicidó, que mi hija fue muerta con violencia”, comenta Irinea.
El problema radicó en que las autoridades creyeron en ellos, porque como dice Araceli Osorio: para un hombre siempre hay el beneficio de la duda. La diferencia fue la creencia firme de esta mujer, arropada por cientos más que marcharon en Ciudad Universitaria en esos días, de que “una chica como Lesvy no se suicida”.
La vida les cambió; les arrebataron a sus hijas y ellas optaron por desnudar a la autoridad y su negligencia en el caso de sus hijas pero no solo eso, decidieron marcar un precedente para proteger a todas las hijas, a todas las mujeres.
Doña Irinea Buendía y su esposo Lauro Lima Cervantes —fallecido hace cinco años—, emprendieron una batalla de 13 años en los que aún no hay justicia para Mariana, pero lograron que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitiera la sentencia Mariana Lima Buendía, con la que se obliga a que las autoridades investiguen todas las muertes violentas de mujeres como feminicidio, con perspectiva de género y con base en los estándares internacionales más altos.
Quedó asentado que “en todos los casos es necesario recolectar y salvaguardar la evidencia para determinar si la víctima sufrió de violencia sexual o si ésta vivía en un contexto de violencia” y que “la inacción y la indiferencia del Estado ante los casos llevan a la revictimización y discriminación, por lo que los responsables deben ser sancionados”.
Doña Irinea cuenta en entrevista con SinEmbargo que Mariana logró terminar su carrera en Derecho. Conoció a Julio César Ballinas en su servicio social e iniciaron una relación en la que él comenzó a violentarla, física, emocional y económicamente ya que nunca le permitió trabajar.
Pero de acuerdo con Irinea, el haber logrado obtener una sentencia para el caso de su hija, que lleva su nombre y que le da certezas a todas las mujeres de este país, es la muestra de que Mariana sí litiga; aunque ella no esté, ella litiga para todas.
LA BATALLA DE UNA MADRE
Irinea Buendía recuerda que fue un Juez de apellido Archundia el que detectó que no había en la averiguación previa de la muerte de Mariana la perspectiva de género.
Aunque en ese momento no estaba tipificado el feminicidio, en 2009 se dio la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por el caso del Campo Algodonero, con lo cual se determinó que la muerte de mujeres se tiene que investigar desde la perspectiva de feminicidio.
“Ya tenían que haber sabido que una muerte violenta de una mujer se tenía que investigar con perspectiva de género y no lo hicieron de esa forma, el Juez quinto apoya esa parte y permaneció vivo el caso. Con ese amparo nos fuimos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en febrero de 2013 para solicitar la atracción del caso; en septiembre del 2013 deciden atraerlo porque resultaba de interés y trascendencia y era un caso emblemático para que la SCJN lo resolviera”, cuenta.
Después, el 25 de marzo de 2015 se dicta la sentencia Mariana Lima Buendía, que cubre el caso de la hija de Irinea y además a las mujeres de los 32 estados de la República mexicana. Sin embargo, aunque la Ley asiste a las mujeres, en la práctica la sentencia no se cumple y algunos no la conocen.
“Eso fue lo que ganamos […] desgraciadamente no se ha visto el resultado porque seguimos teniendo los mismos vicios y los mismos vacíos en donde sigue habiendo falencias y obstrucción a la justicia de parte de los Ministerios Públicos, porque no tienen claridad de lo que tienen que hacer y tampoco voluntad política para hacer carpetas de investigación”, agrega Irinea.
Este problema Araceli lo engloba en una afirmación: para los hombres hay el beneficio de la duda, a las mujeres se les deja solas porque las violencias que padecen a diario se han normalizado.
“Cuando se hacen las entrevistas a gente cercana a mi hija, nos damos cuenta que había elementos de cuidado. Referían que vieron que Jorge Luis la empujaba, pero se justificaba porque ‘era su novia’. Otros que vieron que en las reuniones donde estaba Lesvy llegaba él y la abrazaba por detrás y se la llevaba, pero ‘él así era’, ‘era normal porque era su novio’. Normalizamos que de pronto personas con asimetría de poder nos toquen, nos lancen un piropo, […] normalizamos que los hombres golpeen, que las mujeres digan que no se van porque no tienen un trabajo o que no se van porque esa casa también ellas la construyeron. Hay una serie de elementos que hay que desmontar”.
Desde su perspectiva la solución es estar ahí siempre. Cuenta que escucha de manera cotidiana a amigas que sueltan la frase de “yo ya no me meto” y eso es dejar a las que viven violencias sin esa red de apoyo mínima para poder actuar y tener un punto de anclaje para poderse sostener y tomar una decisión.
“Son muchas las situaciones, son muchos los elementos que ayudan a que nos quedemos, que ayudan a que normalicemos, soportemos, a que pensemos que van a cambiar, porque nos han hecho creer que nosotras somos motor de cambio, somos las que sostenemos y además nos dan esa responsabilidad de que si él es violento, transformarlo […] Lo más importante para mi es que hagamos lo que hagamos el beneficio de la duda se le otorga a los varones, aun cuando sean investigados por su probable responsabilidad en la comisión de un delito; para la autoridad son inocentes no solo porque tienen derecho a permanecer en esa calidad de inocentes, sino que en verdad las instituciones les dan el beneficio de la duda a ellos”.
Y concluye: “mi hija no está viva para defenderse pero hay sobrevivientes de feminicidio que están vivas y dicen lo que sucedió y no les creen, hay sobrevivientes de violencia sexual que están diciendo lo que ocurrió y les preguntan si mienten.
Hay mujeres que no quieren ir porque les preguntan si mienten y les dicen que se les va a revertir. El día en que este país, esta ciudad y este mundo, le den el beneficio de la duda a la víctima, a quienes somos las víctimas, ese día las cosas van a cambiar”.
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