Ciudad de México.- Los Juegos Olímpicos de París 2024, han traído consigo una serie de eventos que no se pueden perder de vista porque hubo presentaciones disruptivas que incluyeron corporalidades diversas y el protagonismo de las mujeres en un evento deportivo que, desde sus inicios, fue planteado para representar la fuerza y la hegemonía masculina.
En este sentido, existen tres apuntes sobre cómo las mujeres transforman el paradigma deportivo donde se replican discursos que abonan al rol de género. Aún con una historia androcéntrica que no favorece a las atletas, este año, los Juegos Olímpicos tienen el rostro de una mujer, símbolo de la fuerza, la resistencia, la lucha y el combate.
La Diosa Olímpica: Sobre la representatividad
«Más alto, más rápido, más fuerte«, fueron las tres características que los hombres debían cumplir en los Juegos Olímpicos de Atenas. Una competencia androcentrista que mostraba el poderío del cuerpo del hombre llevado al límite de sus capacidades; la tonificación del torso, la fuerza del músculo y la delgadez como causa última de la justa veraniega griega.
Hoy, el rostro de una mujer fuera de la estándares de la hegemonía europea, y particularmente francesa, se convirtió en la diosa de los Olímpicos; con un cuerpo de mayores dimensiones, escote profundo y una corona plateada, el discurso pesocentrista que gira alrededor de los olímpicos terminó por ser derrocado.
Más allá de las narrativas polémicas alrededor de la inauguración de los Juegos Olímpicos Francia 2024, es necesario dimensionar lo poderoso que resulta mirar cuerpos diversos en uno de los eventos donde la delgadez y la blanquitud han gozado de este evento de manera histórica; un cuerpo grande como protagonista en uno de los eventos deportivos más vistos a nivel internacional resulta una rebelión.
No se trató sólo de una mujer realizando un performance, sino que el discurso va más allá, colocando en la mesa cuál es el papel que han tenido las mujeres de cuerpos grandes en los medios de comunicación; uno de los sectores mediáticamente más agredidos a través de estereotipos violentos.
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Las mujeres gordas, históricamente, han sido caricaturizadas en los medios de comunicación. Una serie de estigmas recurrentes sobre sus cuerpos, sus relaciones sexoafectivas y sus personalidades, esto último, lo refiere la maestra en sociología de la Universidad de Texas, Jeanine Gailey para El País.
«Vaga, glotona o con bajo capital sexual son varias de las concepciones asociadas a las personas gordas. En el momento en el que las mujeres no somos deseables según los cánones establecidos no se nos pone en pantalla» (Jeanine Gailey)
Una representación justa sobre el cuerpo, la sensualidad y la confianza, es, por lo menos, una deuda que los medios masivos de comunicación tienen con las mujeres de cuerpos grandes. La reapropiación de nuestros territorios y la representación de la diversidad sólo será posible cuando todas las corporalidades estén en los medios de comunicación.
Tony Estanguet: El servilismo y el rol de género
La inauguración de los Juegos Olímpicos trajo consigo una fuerte lluvia en la capital francesa, como resultado, el discurso inaugural del presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach y Tony Estanguet, presidente del Comité Organizador, regaló una fotografía de postal donde dos asistententes; un hombre y una mujer, sostienen un paraguas a los dos hombres trajeados.
La atención terminó por centrarse en Tony Estanguet y su asistente, una mujer que intenta cubrirlo de la lluvia y que terminó por producir un debate: ¿La inclusión sólo entra cuando se trata de servilismo?
«Cuando amas los Juegos, no te dejas intimidar por un poco de lluvia. Cuando amas los Juegos, te salen alas», dijo Estanguet en su discurso mientras la organizadora le protegía de la lluvia.
Históricamente, las mujeres se han abierto camino en el mercado laboral, sorteando siempre una serie de obstáculos y cuestiones sistémicas que no permiten un desarrollo pleno de sus habilidades laborales o académicas, como por ejemplo, el trabajo doméstico o de cuidados.
La pobreza del tiempo y la división sexual del trabajo terminan por replicar estereotipos de género donde la mujer sólo se desempeña en trabajos dedicados al servilismo, la afectividad, la debilidad y el cuidado; la mujer ayudante o secretaria constituyen el imaginario colectivo de la profesión femenina por excelencia.
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«Estas valoraciones tienen efectos en el mercado laboral y sus segmentaciones, a causa de la interiorización de cuestiones como el que las actividades de fuerza y dominio se hallan asignadas a los hombres, y las de cuidado-atención a las mujeres.», refiere Geoconda Benítez Burgos para la Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales.
Pero, ¿y si había un hombre ahí también entonces cuál es el problema?: La igualdad de condiciones y el estereotipo de género sobre las funciones del hombre ayudante.
El libro The No Club: Putting a Stop to Women’s Dead End Work escrito por la economista Lise Vesterlund refiere que las mujeres desempeñan extenuantes jornadas laborales donde siempre se espera de ellas cuiden, como por ejemplo, se encargan de prever situaciones en el equipo de trabajo, limpien la cocina común, protejan a sus compañeros, calienten la comida del evento y procuren el bienestar de su alrededor; sobre los hombres, se cuentan con otras expectativas sobre su desempeño como ayudantes porque se relacionan en igualdad de condiciones con sus compañeros, jefes o colegas -un piso parejo-.
Es necesario mirar con unas gafas violetas si la inclusión y la paridad de género es un discurso fiel a la representatividad o sólo un recurso instrumentalizado.
Los deportes de fuerza y contacto son femeninos
Los Juegos Olímpicos han sido un terreno de extrema exclusión desde sus inicios. En la antigua Grecia, las mujeres no podían, siquiera, estar cerca de donde se acordaba la justa veraniega, por supuesto, mucho menos participar activamente.
Las Olimpiadas poseían un gran valor cultural y político para el país, un evento deportivo que demostraba la grandeza de sus atletas y aquellos triunfadores, eran considerados como la epítome de la grandeza, la perfección y el poder, trayendo así, honor a sus respectivas ciudades de origen.
Dentro de este evento con tanto peso a nivel político, social e incluso cultural, pues colocó la importancia de la estética deportiva como uno de los valores fundamentales, las mujeres gozaban de una nula injerencia en esta toma de decisiones. Y aunque este momento en la historia parezca lejano, la realidad es que consolidar la paridad de género en esta justa se convirtió, apenas, en una realidad este 2024.
En los primeros Juegos Olímpicos modernos de 1896 las mujeres no participaron en ninguna disciplina y no fue hasta el 1900 que fueron consideradas por primera vez; representaron el 2% de la plantilla de atletas y fueron conferidas a participar en deportes considerados femeninos como el tenis y el golf.
Hoy, a 124 años de esta primera inclusión, las mujeres no sólo son una parte fundamental de los Juegos Olímpicos, sino también, la representación de la fuerza, la pelea y la resistencia, teniendo como ejemplo, la participación de México este año donde las mujeres van por la mayoría participativa en deportes de lucha y contacto.
- Boxeo: Fátima Patricia Herrera Álvarez y Citlalli Vanessa Ortiz
- Judo: Paulina Lizbeth Martínez Claro y Prisca Guadalupe Awiti Alcaraz (únicas atletas en competir en este deporte)
- Taekwondo: Daniela Paola Souza Naranjo
- Tiro con arco: Alejandra Valencia, Ángela Ruiz Rosales, Ana Paula Vázquez Flores
- Tiro deportivo: Gabriela Guadalupe Rodríguez Garza
- Halterofilia: Janeth Gómez Valdivia, (única atleta en competir en este deporte en la categoría 59 kilos)
En este sentido, se destaca a la judoca Prisca Awiti que ha ganado la primera medalla para México en la historia del Judo femenil; la primera de plata para el país en estos Juegos Olímpicos.
La fuerza, la pelea y la resistencia, son características que se han reconfigurado a un paso muy lento dentro del marco deportivo, sin embargo, es la representación lo que impulsa a las mujeres a seguir ocupando espacios que desde hace centenares de años le fueron negados.
Históricamente, la fuerza se ha ligado directamente a la virilidad, es violenta, poderosa y bélica, cualidades explotadas por el patriarcado. Esta fuerza viril, sólo cumple con su cometido cuando somete o minimiza a otras personas – grupos, por ello, resulta incómodo que una mujer combativa y fuerte pise los terrenos que han sido dominados por el androcentrismo.
En la obra Contra el mito de la fuerza viril escrita por Alessandra Chiricosta se refiere a que existe una idea falsa alrededor de cómo -se supone-, debe lucir la fuerza y ataja que existe una diversidad gigantesca de cuerpos; todas las personas somos fuertes y aprovechamos las diferencias para encontrar poderes únicos que van más allá de la falsa virilidad o de los cuerpos toscos y grandes. La fuerza no está ligada a la destrucción y a la masculinidad, sino a la posibilidad de combatir y resistir a nuestra manera.
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