Ciudad de México.- La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) calificó de «marginales» las políticas de desarrollo gestionadas en América Latina y el Caribe, según sus proyecciones, los esfuerzos en la región son totalmente insuficientes, lo que repercute de manera importante en la transformación por un crecimiento sostenible porque no hay diversificación productiva, inclusión social, inversiones importantes y tampoco innovaciones y esto incluye la inversión en mujeres.
Se reconoce que una pieza clave para la producción es la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Esto último, respaldado por el Banco Mundial, que ha señalado que, si la participación económica de las mujeres fuera igual a la de sus congéneres, entonces, el producto interno bruto per cápita aumentaría un 22%.
Esta es una de las advertencias primarias que trae consigo el último informe Panorama de las Políticas de Desarrollo Productivo 2024, pues según el análisis de la CEPAL, el pobre desarrollo de la región se debe a dos puntos focales: Bajo nivel de inversión y un crecimiento anémico de la productividad que se mantiene estancada.
La CEPAL advierte que, es imperante que México fortalezca su capacidad productiva, pero esto no se consolidará si se continúa perpetuando la exclusión. Por el contrario, se demandan políticas de desarrollo, sí sostenibles, pero también inclusivas.
Invertir en programas de mujeres, necesario en la región
A pesar de que el informe Panorama de las Políticas de Desarrollo Productivo 2024 esté centrado en la gobernanza de desarrollo de la región, el crecimiento económico y la asociatividad empresarial, retoma de forma reiterada la inclusión y la creación de empleos dignos y bien remunerados para aquellas personas que, históricamente, han vivido el rezago estructural.
Como antecedente, y con mayor desglose, la CEPAL refirió en el mes de marzo que las políticas de desarrollo y el financiamiento de las políticas de igualdad constituyen una apuesta por mayor crecimiento económico en la región.
Asimismo, refirió que invertir en la igualdad y en la sociedad del cuidado resulta un imperativo, no sólo de economía, sino también, ético, pues el órgano de la ONU ha zanjado que es crucial romper con el ciclo de la feminización de la pobreza y la exclusión, pero esto sólo será consolidado, cuando los países de América Latina y el Caribe inviertan, de forma genuina, en sus políticas de desarrollo considerando las necesidades de sus mujeres.
En América Latina y el Caribe, una de cada cuatro mujeres (25,3%) no cuenta con ingresos propios, casi tres veces más que los hombres (9,7%). Entre las mujeres del primer quintil, casi el 40% no percibe ningún tipo de ingreso monetario propio. Esto, a pesar de que sean el sector con mayor grado educativo; las mujeres siguen sin participar en las ciencias, la tecnología, la política y la economía.
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A pesar de los desafíos que reconoce la CEPAL, como por ejemplo, el trabajo doméstico y no remunerado, la precariedad laboral, la pobreza, la división sexual del trabajo y la violencia estructural. América Latina y el Caribe, intenta, a través de sus medios, cerrar estas brechas por el bien común.
La CEPAL reconoce que nuestra región es la única que desde hace 45 años acuerda su Agenda Regional de Género en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe; un documento muy ambicioso que intenta adoptar políticas fiscales progresivas y garantizar recursos suficientes para la seguridad e inclusión de las mujeres.
La apuesta por seguir trabajando en la inclusión y mantener la vigilancia en las políticas de desarrollo que devendrán del nuevo sexenio de Sheinbaum, serán fundamentales para el crecimiento de México; es oportuno deshacerse de los proyectos «marginales«, abandonados y con escuetos presupuestos, y apostar por la innovación, donde las mujeres tomen el bastión de los programas de desarrollo, formen parte activa de su diseño y su adición al mercado laboral, comience a quebrar con el paradigma de estancamiento.
¿Esto quiere decir que los países no producen lo suficiente?
Por el contrario, el informe contempla que el asunto no se trata de asuntos de capital, sino más bien, la región no ha acelerado sus cambios tecnológicos, diversificado sus herramientas, ni ha puesto el acento en materias ligadas estrechamente a la economía como la educación, la gobernanza, la estabilidad y la inclusión.
Existe algo preocupante en la región y es que, la CEPAL nombra los últimos años como «la década perdida». Este fenómeno quiere decir que de 2014 a 2024 América Latina y el Caribe creció sólo 0,9% como promedio anual, el número es mínimo y para ponerlo en perspectiva, la última vez que la CEPAL advirtió de una «década perdida» fue en la década de los ochenta, cuando el crecimiento fue del 2%.
Así, la región no ha encontrado un crecimiento económico que resulte sostenido, ¿qué representa esto y cómo se manifiesta en la calidad de vida de la ciudadanía? Para la CEPAL, este bajo crecimiento se traduce en baja movilidad social, altas tasas de desigualdad, bajas capacidades institucionales y la pobre capacidad de crear empleos de calidad y bien remunerados.
Todas estas falencias se alimentan, además, de otros factores como un exceso de centralismo en los países que impide crear políticas adaptadas a diferentes contextos, falta de sistematicidad en la evaluación de políticas y por supuesto, la discontinuidad de estos proyectos; son abandonadas, rezagadas y finalmente, enterradas.
No existe un esfuerzo contundente en la región por inyectar sus políticas de desarrollo productivo.
Ahora bien, México cuenta con un apartado específico sobre los movimientos que ha intentado hacer en la última década y permite entender en dónde la ciudadanía está parada; ¿qué está haciendo México y cómo sus escuetos esfuerzos atraviesan a las mujeres de nuestro país?
México: ¿Qué refirió la CEPAL?
El capítulo tres del informe contiene un escenario particular de Chile, Brasil, Colombia y México. Se aborda el poder de la distribución del presupuesto, el alcance sectorial, sus marcos de política y sus instituciones.
Así, la CEPAL recoge que, para 2022, México cuenta con un total de 10 instrumentos que ejecutan programas de desarrollo, destacándose la Secretaría de Bienestar, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías.
En total, estos diez instrumentos recibieron 2 mil 824 millones de dólares en 2021 y para 2022 alcanzaron los 3 mil 040 millones de dólares.
La CEPAL reconoce dos programas en particular que han contado con una sólida inversión: Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida. Para 2021 y 2022, el programa dedicado a las juventudes representó, en promedio, un 87% del presupuesto de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, mientras que el programa Sembrando Vida representó entre un 15% y un 10% del presupuesto de la Secretaría de Bienestar.
Se debe referir que, Sembrando Vida, por su parte, está orientado al fomento productivo e incluye objetivos de apoyo a iniciativas de carácter verde relacionadas a la sostenibilidad ambiental.
Tiene como finalidad la reactivación de economías locales agrarias y rurales por medio de múltiples mecanismos de apoyo a la siembra de árboles por parte de productores y comunidades de productores. El programa posee más de 455 mil beneficiarios con empleos permanentes y ha tenido presencia en 21 estados del país.
Finalmente, se hablan de 5 ejes medulares que quedarán pendientes para el Gobierno de México y que, en aras del cambio de funciones presidenciales, el trabajo de desarrollo para quebrar con la década perdida correrá a cargo de Claudia Sheinbaum y su equipo. Quedando así, las siguientes recomendaciones de la CEPAL:
- Que el Estado juegue un papel central en la coordinación de desarrollo productivo, en conjunto con el sector privado y todos los niveles del gobierno.
- Priorizar a los sectores estratégicos que han sido rezagados económicamente.
- Desarrollar una estrategia nacional de sostenibilidad de las políticas de desarrollo; no más abandono sistémico, ni vacíos informativos.
- Incluir nuevas tecnologías y procesos innovadores
- Robustecer los programas de formación técnica profesional, especialmente, si de mujeres se trata.
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