Ciudad de México.- A poco más de un año de que España ganara el mundial femenil y que la resistencia de una docena de mujeres llegara para mover el piso al sistema patriarcal de la Real Federación Española de Fútbol, se estrena el documental #Se Acabó; un asiento en primera fila sobre el dolor y la furia de futbolistas que, en sus palabras, sacrificaron la dicha del mundial para dar paso a algo aún más grande: un movimiento social.
A lo largo del documental se exploran los testimonios de las jugadoras, el miedo que sentían al encarar a la Federación de su país y también, la vulnerabilidad de los medios de comunicación que las apuntaban, siendo acusadas de «niñatas que habían perdido la cabeza» luego de iniciar una serie de movimientos, aún mucho antes del beso no consentido de Rubiales; las jugadoras habían estado librando una lucha sistémica, siendo el único refugio ellas mismas.
Antes de ganar el mundial, el equipo femenil de España, uno de los mejores del mundo, venía de una guerra incrustada: Exigir mejores condiciones técnicas. Y es que, el director del equipo, Jorge Vilda poco hacía por el equipo.
En la narración de la historia se dan algunas pinceladas de la violencia que Vilda cometió en contra de ellas, «se sentía el dueño de todo», recuerda una de las jugadoras. Vilda las vigilaba todo el tiempo, determinaba qué hacían, qué decir, qué debían comer y también, merodeaba en las madrugadas por los pasillos de los hoteles donde se hospedaban. Jenni Hermoso y Laura Codina recuerdan que, en algunas ocasiones, se metía a las habitaciones de manera imprevista cuando se preparaban para dormir.
Vilda era intocable, siendo hijo del entrenador Vilda quien era íntimo de Rubiales, presidente de la Federación, todo se le era permitido, aún cuando eso implicara el acoso.
A manera de resistencia y con el mundial femenil en la puerta, inició el primer movimiento por pedir la destitución de Vilda, exponiéndose aquí, el primer pacto patriarcal que las perseguiría durante meses: Rubiales a la defensa de Jorge Vilda. En un intento de hacer retroceder esta lucha, las reunieron a todas con el objeto de decidir quién sí y quién no iría el mundial; se buscaba ver quién sí era fiel a España y qué jugadoras traicionarían «la camiseta».
A pesar de sentir una profunda impotencia, jugadoras de gran renombre como Jenni Hermoso o Laura Codina, decidieron no decir nada; todas deseaban asistir al Mundial, no sólo por el nacionalismo al que la Federación apelaba, sino por su amor al deporte y sobre todo, porque ese era su trabajo.
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Muchas de ellas guardaron silencio; silencio que, recuerdan, «aún las hace sentir culpables». Así, Rubiales ejerció presión para silenciarlas, al menos, por breve periodo de tiempo, pues no contaba con un poder mayor de sororidad entre las jugadoras, quienes enviaron un correo advirtiendo que no asistirían al Mundial al menos que mejoraran las condiciones técnicas.
Poco después de enviar su posicionamiento, las cartas ya estaban en los medios masivos de comunicación, es decir, se difundió contenido privado y los nombres de aquellas desertoras que habían dado un golpe de traición al futbol de España; un impensable para el nacionalismo futbolero. Esto produjo el odio masivo de un gran sector de la población.
En el documental se aborda la enorme violencia digital y masiva que enfrentaron estas 15 jugadoras, amenazas, burlas y comentarios misóginos que apuntaban a su estado mental por el hecho de ser mujeres, pues la prensa española refería que estaban locas y que así eran las mujeres de «lloronas».
El ejercicio de cuestionamiento parte desde aquí, pues a pesar de ser jugadoras estrella desde hacía una década que habían llevado grandes triunfos a su país, de un momento a otro, se habían convertido en algo indeseable. Algunas de ellas recuerdan en entrevista la sensación de vulnerabilidad porque sabían que ese terreno, el terreno del futbol no les pertenecía, estaban solas y así tendrían que enfrentar el poder mediático, digital y de su misma Federación.
Y es que, esta historia de violencia por parte del equipo técnico, de nueva, no tiene mucho, pues el documental hace hincapié en la dinámica de machismo que se gestan en las filas del futbol, algunas jugadoras recuerdan cuando hace 10 años el director técnico les decía que necesitaban «a un buen macho o un buen rabo» para ser felices y cuando le cuestionaban sobre las estrategias técnicas, el director se limitaba a decirles que no importaba mucho y que llegarían hasta donde pudieran.
Tras días de presión y una profunda necesidad laboral, el equipo terminó cediendo para asistir al Mundial de Fútbol y lo que seguiría, sería la pesadilla de la violencia estructural. Lo más destacable de esta pieza fue cómo la organización colectiva dio paso a la autodefensa, pues no sólo asistirían, sino que también, estaba presente la idea de que estarían juntas para encarar a Rubiales y a Vilda; el Mundial les pertenecía y harían lo posible por no mancharlo.
El Mundial, un beso no consentido y el movimiento civil
Entre la afición de apoyar a este equipo y el odio es que oscila el documental, pues mientras avanzaba el equipo a la final, Rubiales se colgaba las medallas de estos logros y en España, los aficionados aplaudían a las futbolistas; aun cuando un par de meses antes eran objeto de misoginia por exigir mejores condiciones técnicas en su trabajo.
Así, se narra lo emocionante de la final y se descubren algunas verdades importantes sobre lo que sucedió durante la celebración, la incomodidad de una jugadora que fue cargada sin su consentimiento o aquella que recuerda estar junto a Rubiales cuando este se tocaba el miembro como celebración para demostrar hombría. Todas las señales que estaban presentes y que comenzaron a producir incomodidad; un trance entre la euforia de haber ganado y una espina presente que les recordaba que algo no iba bien.
Todo concluye cuando Rubiales toma de la cabeza a Hermoso y le planta un beso en los labios de manera no consentida. De aquí, es que se abre la caja de Pandora, un devenir gigante que ninguna de las jugadoras hubiese proyectado que sucedería. Algo imprescindible del documental es mirar este fenómeno de una manera muy humana.
No hay espacio para la revictimización, de hecho, algunas de ellas recuerdan haberse reído del hecho de que Rubiales hubiese besado a su compañera, otras le gritaban «la novia» (de Rubiales) y cómo la celebración podía más que cuestionar otra situación. La misma Jenni Hermoso se mostraba risueña bailando junto a sus pares y aunque incomoda con el tema, sólo parecía ignorar el tema.
Los videos y fotografías del equipo celebrando en vestidores y en el bus se difundieron en redes bajo una premisa revictimizante: «Pero si se le ve tan contenta, ¿por qué se queja hasta ahora?»
Junto a voces expertas y la perspectiva de la misma Hermoso este documental desmitifica la idea de la buena víctima y la mala víctima, aquel precepto que dicta cómo se debe actuar, a quién sí creer y qué comportamiento es de una víctima y cuál no.
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No fue hasta que la defensa Irene Paredes pidió a sus compañeras y les dijo que lo que había vivido Hermoso no estaba bien, que ese beso no había sido consentido y que todas las señas que había hecho Rubiales durante la celebración se trataban de un ejercicio de poder. De esta manera, todas guardaron silencio y abrieron la ventana para comenzar a hablar con Hermoso sobre cómo se sentía y mostrar su solidaridad con ella.
A poco más de un año de este acontecimiento que ensució el futbol femenil, el documental dará una visión más completa de cómo la Federación se articuló para intentar callar al equipo, cómo, incluso, hostigaron a la mejor amiga de Jenni Hermoso para convencerla de que saliera a hablar y la forma en que, mientras la jugadora se encontraba celebrando con sus compañeras en Ibiza, representantes de la Federación le pedían reunirse con otros hombres para «charlarlo» y le exigían vídeos explicando que ese beso no había sido nada importante.
De esta manera transcurren eventos de los que poco se saben y que, en palabras de la misma Hermoso, en su momento le producían un profundo temor porque no quería luchar sola, sólo quería estar lejos, disfrutar de sus colegas y amigas, y por supuesto, celebrar su victoria en el Mundial Femenil 2023.
En una recopilación de los comentarios de Rubiales se evidencia lo violento de su posicionamiento, entre groserías, burlas al feminismo señalando que lo que ellas hacían no era de «verdaderas feministas» y, gritos de que no demitiría, Jenni enfrentó sola todo el acoso, hasta que sus amigas se acuerparon junto a ella prometiendo acompañarla.
“Me hicieron tener fuerza para todo, me dieron un superpoder para seguir”, dice Hermoso durante el documental.
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De manera extendida, la pieza explora la resistencia de la amistad y cómo, gracias a la poderosa Alexia Putellas, una de las mejores jugadoras del mundo, fue que se originó todo el movimiento «Se acabó«, un refugio que dotó de fuerzas para instar a Hermoso a proceder legalmente en contra de Rubiales y también, hacer pública el acoso de Jorge Vilda como director técnico.
«Se acabó», más allá de colocar el foco en Rubiales, el documental resulta en un imperdible por colocar el acento en la participación de las mujeres, en el miedo que sintieron y en cómo, a pesar de que parecía una batalla perdida enfrentarse a un órgano como la Federación, fue gracias al movimiento civil feminista que tomó las calles y presionó para ajusticiar, no sólo a Hermoso y a sus compañeras, sino también, a todas las futbolistas del mundo.
No se trató de un caso Rubiales vs Hermoso, sino más bien, como ellas denuncian, eso fue una lucha contra un sistema que hizo hasta lo imposible para proteger a los agresores. De esto es que nace la importancia de piezas como Se Acabó, para evidenciar el pacto patriarcal (no a Rubiales y a Vilda quienes poco interesan en el documental) y de cómo herramientas como la sororidad colectiva son capaces de quebrar con esta cadena de poder.
La historia de este documental es una de mujeres que impulsaron uno de los movimientos más importantes de los últimos años; una victoria que marcó el futbol femenil por siempre y que busca construir mejores espacios para las niñas y adolescentes que, en un futuro próximo, también lucharán por un espacio en la cancha.
«Millones de niñas se han sentido protegidas por estas jugadoras comprometidas que ha pensado en todas ellas, sufrimos más de la cuenta en un momento que debió ser histórico para todas. Tenemos que dar a las niñas, mujeres que las inspiren, que las emocionen, que les permita no rendirse. Las niñas ya no quieren ser Ronaldo o Mbappe, quieren ser como Alexia Putellas, Pernille Harder o Alexandra de Popp. Y a todo el mundo quiero decirles: Se acabó» (Jenni Hermoso)
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