Un adiós en el Zócalo

septiembre 15, 2024
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Adiós en el zócalo
FOTOGRAFÍA: ESPECIAL

Ciudad de México.– Fue como el patio de su casa. Como Presidente, lo tuvo a unos pasos de su residencia en Palacio Nacional. Es la máxima plaza del país, el centro del país incluso antes de ser uno como tal. Ahí, en el Zócalo capitalino, Andrés Manuel López Obrador se despedirá de los actos masivos que, durante toda su carrera, desde las protestas contra el fraude en Tabasco y hasta su asunción como mandatario mexicano, pasando por desafueros, reivindicaciones de izquierda y resistencia a los años del neoliberalismo, fueron casi sinónimos de su movimiento.

“En el Zócalo hemos enfrentado los fraudes electorales, el desafuero; todas las defensas al pueblo, la defensa del petróleo, la lucha contra los de la mafia del poder. Todo se ha hecho o se ha llevado a cabo en el Zócalo”, dijo en su conferencia matutina del 30 de junio de 2023. “Así hemos luchado siempre, con la movilización de los ciudadanos, con el respaldo de los ciudadanos. Sin duda, somos los que más veces hemos convocado al Zócalo, ahí sí en toda la historia, y pues tenemos que seguir”.

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Aquel día, el mandatario también dijo: “Yo me debo al Zócalo, a la plaza”.

“Desde el Siglo XIX ha sido la plaza central donde ocurre la vida política, y a partir de ahí se han construido muchas fantasías, mitos, realidades. Para López Obrador ha sido su trinchera, su lugar de acogimiento”, explica Leticia Calderón Chelius, doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Ciencia Política por la FLACSO-México, en entrevista con SinEmbargo.

“Pero es parte del mismo mito que López Obrador ha construido y que, por más que la oposición dijo que no se iba a retirar, que se iba a reelegir, llegamos al punto en que se acaba el sexenio y él se va. Viene ahora la parte del mito. Pero es un vacío que se va a llenar, porque todo vacío tiende a llenarse”, añadió la experta.

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Este domingo, López Obrador se encontrará una vez más a la multitud. En esta ocasión, para la última ceremonia del Grito de Independencia de su Gobierno. Será el festejo de su Cuarta Transformación vista a través de los homenajes de la primera, la que inició todo.

“Es un día importante”, señaló en febrero, “por eso es el gran festejo de los mexicanos el grito de Independencia. Entonces ese va a ser el acto con el que me voy a despedir pública y políticamente”.

Después, dijo, estará el acto protocolario de la entrega de la banda presidencial a su sucesora, Claudia Sheinbaum, la primera mujer Presidenta en la historia del país. Luego, como ha dejado ver en múltiples ocasiones en los últimos años, el retiro a Palenque como a un monasterio: no más apariciones públicas, no más declaraciones, no más discursos. No más plazas ni multitudes.

“El carro sigue caminando, lo que ha pasado en otros sexenios es que, incluso siendo del mismo partido, había una especie de cierre e incluso una especie de venganza con el anterior: cada Presidente era como volver a empezar y esa idea tan costosa política y económicamente de volver a inventar todo de nuevo ha sido una carga muy fuerte para los mexicanos”, argumenta Calderón Chelius.

“Pero ahora es una continuidad que promete lo contrario: no hacer ese corte sino concluir las obras en proceso, avanzar en los planes que tienen que ver con la misma ruta de Gobierno y esto cambia no solamente la narrativa. Empieza el mito que se llama López Obrador, se empieza a construir a partir de ahora.  Es muy potente, López Obrador desacralizó la figura presidencial. La puso a ras de suelo, junto a los otros, gente de la calle, de repente es uno más y le quitó esa carga tan pesada para los mexicanos que tiene el Presidente, el gran Tlatoani. Esto implica que, de aquí en adelante, el Presidente es uno más y no puede ser más que el resto. Es parte del discurso que él construyó de bajarle a la élite y dejar la idea atrás de que hay algunos por encima”, subrayó.

LOS MUCHOS ZÓCALOS

En 1995, volvió a marchar por el fraude, ahora contra él, en las elecciones para Gobernador de Tabasco de un año atrás. Con cajas de documentación, que luego entregó a la entonces Procuraduría General de la República (PGR), López Obrador denunció que los comicios en los que se impuso el priista Roberto Madrazo eran ilegales. Décadas después, uno de los banqueros –Carlos Cabal Peniche– que supuestamente aportó dinero ilegal a esa campaña y a otras del PRI en 1994, incluido en las presidenciales con Ernesto Zedillo, confesó que las “cajas de la infamia” eran verdaderas.

El primero fue en 1992. Hasta la capital llegó López Obrador en el llamado “Éxodo por la democracia”. Entonces, era líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Tabasco, donde denunció en 1991 fraude electoral en algunos municipios de la entidad, incluida su natal Macuspana.

A partir de entonces, y durante los años siguientes, el movimiento de izquierda en el país, encabezado entonces por el PRD, y que incluía entre sus líderes a López Obrador además de otros como Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se manifestó incontables ocasiones en el Zócalo capitalino.

Pero algunas de las más significativas y numerosas ocurrieron en 2005, cuando el Presidente Vicente Fox encabezó una campaña para desaforar a López Obrador e impedirle participar en las elecciones presidenciales del año siguiente. “Los quiero desaforadamente”, dijo en el mitin previo a presentarse ante la Cámara de Diputados para su juicio político. Más tarde, en el Congreso, cuya transmisión era seguida por miles de miles en el Zócalo, dijo a los legisladores: “Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia”.

Un año después, en 2006, luego de unas elecciones cerradas y calificadas como fraudulentas, las autoridades electorales dieron ganador a Felipe Calderón Hinojosa por apenas 0.56 puntos porcentuales. Entonces, también desde una movilización masiva, en la Plaza de la Constitución, López Obrador anunció un plantón, que se extendió durante 48 días en Paseo de la Reforma. El respaldo fue unánime y el tabasqueño justificó la decisión: evitar que la violencia brotara en un país al borde de la fractura.

A lo largo de los sexenios de Calderón (2006-2012) y de Enrique Peña Nieto (2012-2018) las movilizaciones masivas no cesaron: hubo protestas contra la desaparición de Luz y Fuerza, contra las reformas energéticas para privatizar el control del petróleo y de los yacimientos; contra la reforma educativa y los cierres de sus campañas presidenciales de 2012 y 2018.

En 2012, precisamente, en la plaza principal de México, López Obrador anunció la creación de un nuevo partido, Morena, tras su separación del PRD. El partido guinda se convirtió unos años después en la organización política dominante en casi todos los rincones del país.

EL TRIUNFO APLAZADO

Pero fue la noche del 1 de julio de 2018 la más dulce para López Obrador y para sus seguidores. Aquel día, con una elección hasta entonces inédita, obtuvo más de 30 millones de votos y por primera vez un Presidente de izquierda llegó al poder en México. La celebración comenzó en las calles del centro, pero se dirigió inevitablemente a la plaza de todos: al Zócalo. Ahí también, seis años después, el 2 de junio de 2024, Sheinbaum celebró su triunfo, aún mayor que el de su antecesor: obtuvo casi 36 millones de votos.

López Obrador además realizó movilizaciones masivas ya como mandatario mexicano: para celebrar cada año su triunfo electoral en julio, para dar su informe de Gobierno en septiembre y para conmemorar su asunción a la Presidencia en diciembre. Este año, la entrega de la banda presidencial será antes de lo acostumbrado: el 1 de octubre en lugar del tradicional 1 de diciembre.

Fue precisamente en la celebración del cuarto aniversario del inicio de la llamada Cuarta Transformación, el 27 de noviembre de 2022, que como pocas veces, incluso para López Obrador, el Zócalo y sus alrededores se desbordaron con la convocatoria. La marcha del Ángel al Zócalo duró horas y el tabasqueño tuvo que ser sacado de la masiva compañía que lo rodeó aquel día sin vallas ni Estado Mayor, extinto desde 2018 por él mismo.

Una vez que se lleve a cabo la ceremonia del Grito, López Obrador dejará –salvo algún anuncio de última hora– la plaza que lo vio en su peor y en su mejor momento. Pero “el vacío tiende a llenarse”, explica Calderón Chelius. “Ese enorme lugar que ocupa López Obrador en la vida pública, no solamente en la política, incluso en un país donde el control de medios está tan controlado corporativamente, no se va a llenar con los viejos, desacreditados, comentaristas. Se ven por morbo, ese punto tendrá su renovación. Es el lugar y el momento del pueblo. Esos espacios los puede tomar la gente. Es decir: ‘Ocupamos un espacio porque queremos ser parte del diálogo nacional’. ¿Quién ocupa el lugar de López Obrador? El pueblo”, destacó la experta.

Incluso en un sexenio donde la oposición, acostumbrada al poder, se vio en el papel que siempre había denostado. “La plaza pública se va a multiplicar. Será por siempre el Gran Tenochtitlan, yo lo que veo es que la gente se activa, participa, acompaña procesos que no era tan común sobre todo en ciertos sectores. En este periodo vimos la insurrección de la población en el sentido de llenar las plazas. Es el lugar donde la gente ha abrazado  López Obrador, pero además en el ejercicio del poder tiene un significado muy fuerte porque se compartió: es decir, también la oposición llegó al Zócalo, lo ocupó. Se democratizó el espacio, no es sólo de él, yo lo veo como un aporte, no como algo negativo. Pero en este cierre él lo hace donde ha tenido su mayor capacidad de convocatoria”, concluyó Calderón Chelius.

“Al término de mi mandato”, escribe López Obrador en su último libro, ¡Gracias!, editado por Planeta, “me iré de la actividad política con la satisfacción de haber cumplido y con el criterio de que no debemos tener demasiado apego ni al dinero ni al poder”. Al mismo tiempo, el Zócalo siempre permanecerá ligado a su nombre.

SinEmbargo

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