Sacerdocio, vocación prohibida para las mujeres

abril 19, 2025
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Ciudad de México.- ¿Quién mide la fe y cómo se decide cuáles son más valiosas que otras?, ¿qué sucede con las mujeres que tienen despertares milagrosos y no pueden ser ordenadas como sacerdotes por su condición de mujer? De esto se desprende la revolución de miles de mujeres alrededor del mundo que se han levantado para exigirle al Vaticano y su mundo de burocracia que permita el avance de mujeres; no más cuidadoras y monjas, sino profetas con el poder suficiente de liderar la Iglesia.

Tirar un sistema de 2 mil años resulta imposible, especialmente, en una estructura tan poderosa como la Iglesia Católica que, a pesar de negar el sexismo en sus filas, tampoco puede desligarse de forma sencilla del patriarcado. No hay mujeres tomando decisiones, todo se logra a través de un consenso masculino; hombres célibes que nunca tendrán esposa y mucho menos hijas. Es difícil vislumbrar qué tanto la agenda de las mujeres puede atravesarse en el mapa y no tanto por una falta de empatía, sino por una ginopia patriarcal -como describe Evangelina García – que infiere la «incapacidad de reconocer la experiencia femenina».

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«Mujeres sacerdotes», documental de Marie Mandy sigue la historia de distintas mujeres que han exigido a la Iglesia ser ordenadas como sacerdotes; muchas de ellas, amenazadas e intimidadas por la fuerza clerical que ha intentado echar para abajo su fe, apuntando a que no es lo suficientemente poderosa como para ser reconocidas como sacerdotes, y no por capricho, sino porque se trata de una ley canónica de la Iglesia que ha vetado históricamente a las mujeres de la toma de decisiones.

Sin embargo, resulta importante referir que, a pesar de que se les niega la entrada a estos espacios, a las mujeres no se les niega su trabajo como cuidadoras y principales protectoras de la Iglesia. Un extractivismo de su trabajo; son las mujeres quienes velan por las Iglesias de sus comunidades, quienes organizan, limpian, celebran y sostienen la fe católica.

Las 7 Danubio

El Domingo de Ramos del 2002, 7 mujeres fueron ordenadas diaconisas por la Iglesia Católica. Una de ellas, Christine Mayr Lumetzberger, quien recuerda el miedo que sintieron cuando se hizo esta ceremonia.

Este grupo de mujeres, quienes habían dedicado su vida entera a la Iglesia y abonaron al bien comunitario por décadas, ahora, eran amenazadas de muerte a causa de sus intenciones de ser ordenadas; les advertían que pondrían bombas en su Iglesia o incluso, emprenderían un tiroteo a fin de impedir la ceremonia.

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Derivado de esto, las 7 católicas decidieron hacer su ordenamiento sobre un barco; un evento privado donde acudió un representante del Vaticano y las nombró diaconisas. El evento resultó histórico y para Mayr Lumetzberger implicó el punto más alto de su vida; el motivo principal de su existencia era servir a Dios y con el nombramiento, sus aspiraciones se habían cumplido.

Como eran 7 mujeres, se ganaron el apodo de «Las 7 Danubio» -por la forma en que se dio su ordenamiento, sobre el agua-, sin embargo, no esperaban un revés por parte de la propia Iglesia católica.

«Estaban furiosos y eso era intimidante», recuerda Mayr Lumetzberger. Comenzó su persecución y entre ellas, denunciaban que las hacían parecer un «verdadero aquelarre de brujas», como si su nombramiento se hubiese tratado de una falta absoluta a Dios; un hecho imperdonable que las condenaría para siempre.

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En aquel entonces, Juan Pablo II se pronunció de forma visiblemente inconforme denunciando que, el nombramiento de las 7 Danubio nunca tendría la autorización del Señor y tras 6 semanas de actos públicos intimidantes, este grupo de religiosas fue excomulgada por la Iglesia: «Decidieron castigarnos», dice Gisela Forster quien pertenece al grupo de las Danubio.

Sin embargo, la lucha no terminó aquí y tras una ardua lucha contra la Iglesia, sólo 2 de ellas lograron volver al trabajo eclesiástico. Fue Mayr Lumetzberger y su par, Gisela Forster quienes fueron nombradas obispas, por supuesto, esto incomodó a gran parte de los miembros de la Iglesia y, hasta la fecha, continúan rechazando el nombramiento haciendo visible el testamento de que su fe no es válida y su trabajo, tampoco.

A pesar del rechazo colectivo de la burocracia católica, y con el poder en las manos Gisela y Mayr iniciaron una revolución total, al empezar a ordenar más mujeres. Es a través de su experiencia que se permitieron hacer su fe extensiva; escucharon la experiencia de muchas más mujeres que proclamaban tener revelaciones milagrosas y su impotencia de no poder servir al Señor.

Derivado de esto, ambas obispas han logrado ordenar a:

  • 9 mujeres en el Río San Lorenzo en Canadá
  • 8 mujeres en el Río Ohio, Pittsburgh, Estados Unidos
  • 1 mujer de nombre Genevieve Beney en Lyon, Francia
  • La primera mujer afrodescendiente de nombre Myra Brown en Nueva York , quien fue reconocida diaconisa en 2015 y dos años después, fue elevada a sacerdotisa

Myra Brown ha sido una pieza clave en los movimientos sociales neoyorquinos, llamando a su Iglesia a participar activamente en el movimiento Black Lives Matter. La -ahora- sacerdotisa, recuerda que, toda su vida la dedicó a la Iglesia y siempre escuchaba al sacerdote hablar de «El hombre», como si fuera sinónimo de humanidad, sin embargo, cuando miraba al rededor «el 85% de las personas que estaban ahí éramos mujeres. Las mujeres mantenían la iglesia «, dice Myra Brown.

Derivado de esto, la sacerdotisa llegó a la revelación más grande:

«Dios nunca ha buscado un género concreto»

«Las mujeres deben callarse»

El documental sigue la historia de Jacqueline Straub, periodista y teóloga quien, desde los 14 años asevera haber sido buscada por el Señor. A este proceso se le conoce como «el llamado», sin embargo, según pregona la Iglesia, este sentir sólo puede ser experimentado por hombres; hombres a los que el Señor busca con la importante misión de difundir su obra y palabra.

Sin embargo, en un mundo donde las mujeres representan la mitad de la población, resulta complejo entender cómo ninguna mujer puede tener la capacidad de experimentar «el llamado del Señor».

Por ello, Jacqueline Straub ha tocado de forma incisiva las puertas del Vaticano para obtener respuestas a eso que tanto la ha llamado, pero también, para saber cuáles son las resistencias para mantener lejos a las mujeres del sacerdocio.

A través de cartas enviadas a distintas autoridades del Vaticano, Jacqueline Straub ha cuestionado por qué la fe de las mujeres no tiene la misma valía y lo que ha recibido como respuesta es preocupante. Si bien algunas respuestas son vagas, muchas otras, tienen el objetivo de amedrentarla; eligen fragmentos de la Biblia donde se violenta la figura de la mujer y las subrayan en rojo.

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Como por ejemplo, aquel pasaje donde dice «Las mujeres deben callarse», esa carta firmada por un tal Alexander fue enviada al domicilio de Jacqueline un hecho que, en un principio la incomodó, pero más tarde, la hizo apropiarse de esta emoción de temor y celebrar que, poco o mucho, si figura se ha convertido en la piedra del zapato de muchos hombres al interior del Vaticano.

Los episodios en el documental donde la periodista se enfrenta a distintas autoridades clericales son difíciles de ver. Particularmente, su cara a cara con el cardenal Gerhard Ludwig quien niega categóricamente que Jacqueline se sintiera «llamada por el Señor», pues él nunca haría algo así; no se equivocaría llamando a una mujer.

Un momento de profunda tensión, donde de frente, niega la experiencia de vida de la periodista diciéndole que lo más probable es que todo se trate de un error.

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«Es una provocación sin sentido. Las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotisas«, respondió el cardenal a la periodista cuando le habló de la figura de las mujeres como las 7 Danubio. Esta respuesta expone el devalúo que tiene la Iglesia para mirar a las mujeres que, contra todo, han sido ordenadas sacerdotisas y han dedicado –al igual que cualquier otro hombre– su vida a estudiar y divulgar la palabra del Señor.

Aunque resulte una obviedad, Jacqueline recuerda algo innegable y es la forma en que la Iglesia ha «quebrado» los sueños de miles de mujeres. Zanja su participación señalando sentirse profundamente herida y triste, pues es consciente de que, probablemente, nunca pueda convertirse en sacerdotisa.

En una aparición pública del Papa Bergolio, Jacqueline logra acercarse a él y le sostiene que, por favor, considere ordenar a las mujeres y escuchar el llamado, sin embargo, el Papa se limita a decir: «Sé una buena mujer».

«Espero ver a las primeras mujeres ordenadas sacerdotisas, así podría morir con una sonrisa en la cara porque sé que lo habré logrado todo en la vida» (Jacqueline Straub)

Quebrar el sueño: Aprehendidas, castigadas y excomulgadas

Christina Moreira «Luz Galilea», ha sido otra de las mujeres que fue ordenada, sin embargo, en su andar por ser reconocida en la Iglesia los tropiezos fueron múltiples.

Sobreviviente de violencia doméstica, Christina expresa la sensación de haber sido llamada por el Señor, un hecho místico que llegó a ella cuando meditaba el Evangelio. Recuerda mirarse a sí misma y preguntarle al Señor por qué la había elegido a ella y que probablemente se trataba de un error.

A sabiendas de que el camino no es sencillo, Christina optó por suprimir su fe, pues nunca lograría ser sacerdotisa, un hecho que la quebró emocional y psicológicamente, tanto que, incluso, pensó en abandonar la Iglesia; quería eliminar de su vida la fe, antes de luchar contra uno de los monstruos burocráticos más poderosos.

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Por seguridad, Christina cambió su nombre a «Luz Galilea» y hace apenas un par de años, mientras estaba en la plaza del Vaticano fue aprehendida y cuestionada de por qué usaba ropa sacerdotal, aún, cuando fue ordenada por otra mujer años atrás. A pesar de explicar su trabajo y mostrar documentación, Christina fue llevada a la comisaría donde fue increpada por 2 horas y posteriormente, se le confiscaron el alba y la estola que portaba.

Pero, de dónde viene este rechazo total, ¿por qué la Iglesia no soporta ver a mujeres como sacerdotisas?mExisten dos teorías donde se sostiene esta segregación

Dios eligió a sus 12 apóstoles como hombres

Los sacerdotes son una extensión de Jesús, por ello, deben de ser a su semejanza; una mujer no comparte características del Señor

Sin embargo, la teología feminista ha debatido fuertemente estos dos hechos, bajo la hermenéutica -reinterpretación de la Biblia- donde se encuentra que, de hecho, las mujeres siempre existieron en el radar de Jesús; Jesús llamó a todas las personas para igual para replicar sus enseñanzas.

En añadidura, se ha demostrado que también llamó a mujeres como sus seguidoras; mujeres poderosas que defendieron a Jesús y que fueron borradas por la Iglesia.

«La historia de la Iglesia, es la historia del borrado de mujeres por su bien y de su concepción del mundo«, dice la teóloga Jamie Mason.

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Entre los escritos se ha encontrado a una de los apóstoles de nombre Junias, misma, a quien se le cambió el nombre haciéndolo masculino. Asimismo, se sabe que Jesús nombró a María Magdalena «La apóstol de los apóstoles», una mujer acaudalada que entregó su vida a Jesús y que ha sido señalada por la Iglesia acusándola de prostituta, pecadora y adúltera, aún, cuando no hay ningún registro en las Sagradas Escrituras que enuncie explícitamente esto, refiere Jamie Mason.

En un segundo apunte, ¿realmente las mujeres no se parecen a Jesús? Resulta evidente que tampoco todos los hombres son a su semejanza. Mason precisamente apunta a que se han ordenado a hombres europeos o asiáticos que tampoco lucen como Cristo, en añadidura, la mayoría son hombres en la vejez; Jesús tenía 33 años y no por eso se les ha impedido a hombres caucásicos y en la vejez detener su sacerdocio porque no tienen semejanza a Jesús. Y aunque esto parezca un apunte ridículo, es la misma lógica que persigue la segregación de las mujeres; es arcaico esperar que se debe lucir como Jesús para poder replicar su palabra.

A esto, se añade otra capa aún más interesante que la teología feminista ha puesto en el visor: ¿Y si Jesús no era hombre?

La teología feminista: Un cuestionamiento al mundo

En México la teología de la liberación ha sido profundamente reveladora y se está insertando como una parte muy fuerte de la realidad religiosa, lo que implica que no sólo está ganando territorio, sino que, además, se está peleando en contra del extractivismo de la sabiduría de las mujeres. Y es que, cuando se habla de la teología, justo como ya advertía la obra de Vélez, también se nombran los saberes ancestrales y espirituales; esto no se trata de algún personaje religioso, sino más bien, de una divinidad pura que se intenta alcanzar desde diferentes frentes.

En entrevista con Cimacnoticias, la teóloga y actual secretaria de cultura de la CDMX, Ana Francis Mor explica que una de las cosas que hace la teología feminista es estudiar, abrazar y reconocer todos los saberes espirituales de todas las tradiciones, entonces, la conversación es riquísima en términos de conocimiento, desde quienes se dedican a la curación, a la tierra, a la defensa de la tierra, hasta las que vienen de haberse ordenado como religiosas hace 50 años y todo lo que les ha llevado a pensar en su trabajo de base.

De esto se trata, precisamente, el territorio feminista en la religión; la lucha de ser y vivir la fe desde la experiencia femenina, una herramienta a la que muchas mujeres se están atando, siendo en esencia, una parte importantísima: Las mujeres diversas ya no son expulsadas de los mandatos de la Iglesia, sino pensadoras libres y constructoras de su propia fe.

«Somos las mujeres que no queremos la sumisión patriarcal incluso las que están desde una posición como lesbianas, es decir como que nos han expulsado, ¿sabes? Estamos expulsadas de la fe y de la espiritualidad, eso me llevó a pensar: “Ah, caray, ¿por qué?, o sea, pensando en la fe también como la cuerpa, ¿no?, es ese territorio por reivindicar la fe -la fe cualquier cosa que esto signifique para cada una”.

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Además de esta misma rebeldía de mujeres insertándose en la Iglesia, nace otra idea fundamental: Reapropiarse de la figura de Dios.

En una conversación más centrada en la materia, Ana Francis Mor ataja que, cuando se habla de Dios -la palabra en sí. no necesariamente es algo que se pueda explicar y no porque sea inexistente o mágico, sino más bien, porque es muy amplio. Y es esta inmensidad, lo que las mujeres están tomando con sus manos para construir los propios refugios de su fe; no la fe androcentrista del «deber ser» o de lo que pauta la institucionalidad, sino más bien, desde la propia experiencia de vivirse mujer y con base en ello, comenzar a sanar las violencias de las que hemos sido sujetas.

«En muchas culturas es la unicidad del todo y cuando hablo del todo no es que cualquier cosa sea Dios sino el todo es como la conjunción del todo, desde todas las culturas prácticamente todos los sistemas de conocimiento religioso te hablan de un futuro en el que todo se diluye en una sola cosa como una especie de Big Bang a la inversa como un regreso a una energía en donde estamos y donde está todo junto, -unido, pero no separado-.

Entonces digamos en esta tirantez, todo sistema de conocimiento sagrado refleja este anhelo de que no exista y esa desunión o distancia y de alguna o de otra manera eso es Dios (…) en la mayor parte de los sistemas de conocimiento sagrado, ya seriamente en el estudio, nadie te plantea que tenga una forma siquiera, una forma, ni un sexo, sino que es el todo y gracias al patriarcado, pensamos que Dios es hombre» (Ana Francis Mor)

Con esta última reflexión es que se construye la posibilidad de seguir repensando(nos) y saber que, allá afuera, las mujeres están puestas en toda trinchera para seguir resquebrajando el sistema patriarcal, algunas, luchando en las calles y otras, dinamitando con la palabra «mujer» las raíces de la Iglesia, sin importar en dónde se esconda el patriarcado, siempre hay combativas dispuestas a escribir su propia historia.

CIMAC Noticias

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