Ernesto, «el liberal»

enero 28, 2024
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Ciudad de México.– Ernesto Zedillo Ponce de León llegó a la Presidencia de México—que ocupó entre 1994 y 2000— por accidente tras el asesinato del delfín salinista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y ya instalado en el poder legó al país una crisis económica, el rescate a los grandes bancos que aún pagan los mexicanos, masacres como la de Acteal y una supuesta transición democrática al convertirse en el Presidente que acabó con la hegemonía de más de 70 años de gobiernos ininterrumpidos del PRI.

Ahora Zedillo ha vuelto a los escaparates. Este 2024 regresó de su cómodo autoexilio para engalanar un evento de la banca a puerta cerrada. Ahí, respondiendo de manera indirecta al Presidente Andrés Manuel López Obrador, cuestionó al “populismo” y dijo que cada que algún político quiere insultar usa el término “neoliberal”, pero él se autodenominó como un liberal clásico.

“Soy un liberal, decimonónico, clásico, tradicional. Y desgraciadamente ya no tengo ningún atributo físico que dijera yo ‘soy neo’. No tengo nada de neo”, bromeó el tecnócrata, beneficiado por la puerta giratoria que lo llevó a empresas que antes privatizó.

Durante su intervención en el Día Actinver, en la que estuvo acompañado del expresidente español José María Aznar, no mencionó directamente al Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero en el marco del cuestionamientos contra la élite judicial y la reforma de pensiones que dio origen a las afores, Zedillo, quien llegó a la Presidencia en el turbulento 1994, cuestionó:

“¿Es realmente una democracia cuando se debilitan los contrapesos, cuando se cuestiona la legitimidad del Poder Judicial, cuando se atacan y destruyen otros órganos del Estado?”.

Tal como llegó a la Hacienda de los Morales al poniente de la Ciudad de México, entre guardespaldas y una camioneta blanca blindada, el autor del Fobaproa y la matanza de Acteal se fue de regreso a su refugio, su cubículo en la Universidad de Yale en Estados Unidos.

López Obrador, por su parte, y quien ha dicho que se quedará en el país tras el término de su Gobierno, puso el dedo en la llaga: “¿Cómo no lo van apoyar si les entregó bienes del pueblo, de la nación, si los rescató en una crisis? Él es un representante de la oligarquía”.

En efecto, el priista ha sido un gran usuario de la puerta giratoria.

Como Presidente, privatizó el sistema ferroviario y auxilió a la banca privada. Y al terminar su administración, trabajó en una de las empresas de trenes a las que su Gobierno dio concesión y, también, fue consejero en Citigroup hasta enero de 2023, en el marco de la venta de Banamex. Además de los millones que generó con esos cargos en la iniciativa privada, obtiene una pensión vitalicia de 131 mil pesos al año por parte de Banxico, aún cuando durante su Gobierno impulsó una Ley con la que miles de mexicanos no tendrán un retiro asegurado.

“El legado de Zedillo básicamente es el Fobaproa, una deuda enorme y muy injusta para el grueso de los mexicanos que debemos pagarle (…) Él no actuó para que las circunstancias le permitieran ser Presidente, fue un elemento pasivo. No hay detrás de él un esfuerzo político con toda la complejidad que eso requiere para llegar a la Presidencia en un sistema que era autoritario donde las elecciones tenían muy poco significado y estaba decidida de antemano”, resumió en entrevista el historiador Lorenzo Meyer sobre quien se dice defensor de la democracia.

Que se haya autoexiliado a Yale y no se haya quedado en el país que dijo gobernar lo pinta de cuerpo entero, planteó el investigador del Colegio de México. Pero, al fin más académico que político, nunca calculó que surgiera Morena y que hubiera un Presidente de izquierda que, en forma simbólica, lo presionara para rendir cuentas.

“Su vocación no era ser Presidente, no anhelaba el poder presidencial. Quizá su máximo era ser profesor de Yale, de una gran universidad norteamericana con mucho prestigio, en un campo de las ciencias sociales. Además en México iba a tener el conflicto con los salinistas todo el tiempo y decidió poner una distancia entre su presidencia en su país y su vida posterior, y se exilió. Es un exilio realmente dorado, no es el primer expresidente que se va de México, están más a gusto en el exterior, ¿por qué será?”, ironizó Meyer.

Desde una visión distinta del mundo, hay historiadores como Enrique Krauze que lo han presentado como “el artífice de la transición democrática” porque con la reforma electoral dio autonomía al IFE. Asimismo, aceptó la victoria del perredista Cuauhtémoc Cárdenas en el entonces DF y del panista Vicente Fox a inicios de milenio, lo que le valió que los priistas de vieja escuela lo acusaran de traidor. También reformó la Suprema Corte al reducir de 26 a 11 ministros y creó el Consejo de la Judicatura Federal.

“Zedillo dio un paso importante. ¿Por qué dio ese paso? –complementó Meyer sobre la decisión de ceder la presidencia al PAN y la CDMX al PRD–. En primer lugar, porque no era realmente miembro del PRI, fue un accidente. En segundo lugar, porque ya estaba muy desgastado el sistema y, en tercer lugar, porque ya no había Guerra Fría y anticomunismo, entonces EU podía darse el lujo de tener un vecino donde hubiera una cierta pluralidad política; era bueno para la potencia hegemónica que México dejara de insistir en tener un partido en el poder por tanto tiempo”.

Y no solo entregó la presidencia al PAN, sino que, como una especie de manotazo en la mesa, una especie de marcar distancia, metió a la cárcel unos años al hermano de quien lo llevó a la Presidencia.

“En el proceso se separa de Salinas y hace pagar a los salinistas un precio cuando mete a la cárcel a Raúl, el hermano de Salinas. Era una manera de medio pagar los excesos del salinismo, del PRI y de la corrupción”, evocó el historiador Lorenzo Meyer.

EN EL GABINETE DE SALINAS

Ernesto Zedillo Ponce de León nació en la Ciudad de México en 1951, pero vivió sus primeros años de vida en la zona popular de Mexicalli, Baja California, junto a sus cinco hermanos; su padre Rodolfo, un electricista, y su madre Martha Alicia, quien militaba en el PRI. A los 14 años se regresó a la capital, donde estudió en la Vocacional 5 y luego cursó Economía en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) a la par de que trabajaba en el Banco del Ejército y la Armada (Banjercito).

Como estudiante participó en el movimiento estudiantil de 1968 contra el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz. Pero en 1971, como su madre, se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Por influencia del economista priista Leopoldo Solís, se fue a estudiar Ciencias Políticas a la Universidad de Yale, ubicada en Connecticut, Estados Unidos, donde adoptó al neoliberalismo como su doctrina económica. Ahora, es el director del Centro de Estudio de Globalización de su alma mater.

A su regreso a México en la década de los 80, laboró en el Banco de México (Banxico) dirigido por su mentor, Leopoldo Solís, quien lo impulsó a brincar de la academia a la administración pública.

Y lo hizo. En 1988, tras el fraude electoral y como parte del grupo de los tecnócratas, ingresó al gabinete del Presidente Carlos Salinas de Gortari como Secretario de Programación y Presupuesto, y luego en la SEP. Durante su dirección, se modificaron los libros de texto gratuito respecto al movimiento del 68, pero los ejemplares fueron retirados por las críticas.

“Zedillo no era un miembro destacado del PRI. Él es un tecnócrata que no se veía muy a gusto en los usos y costumbres del PRI. Esa es una hermandad a la que él no pertenecía, pero las circunstancias lo hicieron candidato del PRI”, aseguró el historiador del Colmex Lorenzo Meyer.

En 1993 pasó del Gobierno a la operación política del partido y se convirtió en el coordinador de campaña del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, quien fue asesinado en marzo de 1994 en Tijuana.

Salinas de Gortari eligió a Zedillo como el sucesor de su fiel colaborador. “Sí protesto, por Colosio, por el PRI, ¡por México!”, gritó el economista con el brazo derecho levantado al convertirse en el nuevo candidato presidencial.

En agosto de 1994, ganó las elecciones con 17 millones de votos que prefirieron la continuidad en un ambiente de incertidumbre.

EL “ROBAPROA”

El Gobierno de Ernesto Zedillo estuvo marcado por la devaluación del peso heredada por Salinas de Gortari que derivó en la salida de capitales y crisis económica de 1994-95. El historiador Lorenzo Meyer planteó que fue “el precio que tuvo que pagar” por haber sido ungido para Presidente.

Hubo quiebra de negocios, pérdida de casas, de empleo y, con ello, suicidios. También aumentó la migración y la delincuencia. Para evitar que el país quebrara junto con la banca, y sin consultar al Poder Legislativo, el neoliberal autoritario no recurrió a la mano del mercado, sino esa ocasión a la del Estado. Hasta la fecha, el presupuesto público destina 50 mil millones de pesos anuales para pagar los intereses de ese endeudamiento que rescató a la banca privada.

“La doctrina neoliberal de la que Zedillo era uno de los portaestandartes, y era la visión económica que él sostiene, señalaba que cuando una empresa falla es su culpa y el mercado la castiga; está aceptado como parte del juego. Entonces los bancos y los banqueros tenían que quebrar por ineptos, por abusivos. Pero ahí entró la mano del no mercado, esa que según los neoliberales es más un problema que una solución: la mano del Gobierno. El Gobierno decidió que iba a rescatar a los bancos, a asumir la deuda y luego limpiar al sistema bancario”, analizó Meyer.

Entonces, además del Fobaproa, la otra herencia de Zedillo es que hasta la fecha la mayoría de los bancos son de capital extranjero, a excepción de Banorte.

¿Por qué lo hizo?, le cuestionó esta semana el Presidente López Obrador y, según trascendió, también lo hicieron los asistentes al evento de Actinver, pero evadió la pregunta. Aunque hay una respuesta documentada al respecto.

Esto contestó Zedillo en el documental del historiador Krauze: “Durante varios meses estuvimos bajo el riesgo de que quebrara el sistema bancario, no de que quebrara un banco o dos, había un riesgo sistémico. Si hubiera quebrado el sistema bancario, hubiera quebrado el sistema de pagos y si hubiera quebrado el sistema de pagos del país, hubiera quebrado toda la economía del país. Una primera decisión era dejamos o no quebrar al sistema bancario…”.

DE PRESIDENTE A EMPLEADO

También por la crisis financiera, según él para contrarrestar la salida de inversiones, Zedillo privatizó el sistema ferroviario. Su gobierno otorgó concesiones por entre 20 y 50 años a Ferromex, Grupo Acerero del Norte (Peñoles), Medios de Comunicación y Transporte de Tijuana, Tribasa y a Transportación Ferroviaria Mexicana (TFM), asociada con la estadounidense Kansas City Southern Industries.

En puerta giratoria, al terminar su gestión, Zedillo participó en el Consejo de Administración de Union Pacific, miembro del Grupo Ferroviario Mexicano (GFM) formado también por Grupo México e Ingenieros Civiles Asociados (ICA), a quien le dio una concesión en 1997 para operar el Ferrocarril Pacífico Norte.

“¿Por qué desapareció los trenes de pasajeros y se fue a trabajar de asesor a la empresa estadounidense que le entregó los ferrocarriles nacionales?”, le cuestionó el Presidente desde Palacio Nacional esta semana.

De ello, no hay respuesta. Sin embargo, el historiador Lorenzo Meyer lo vio como un reflejo de que no apreció mucho la Presidencia.”Otros presidentes piensan en cómo los juzgará la historia. Eso de irse a ser empleado de un ferrocarril que fue mexicano y que él le quitó esa nacionalidad, aunque no le quitó el servicio en México, es un tipo de decisión y de forma de vida que revela mucho de este expresidente. No le pareció mal descender…”.

MATANZA DE ACTEAL

A la par de la crisis económica, también se cocinó la política y social. En diciembre de 1997, poco después del levantamiento zapatista y la estrategia contrainsurgente del Gobierno con paramilitares, 45 tzotziles –incluyendo niños– fueron asesinados en la comunidad de Acteal (Chenalhó), en la zona alta de Chiapas.

De acuerdo con la CNDH, el conflicto surgió debido a los choques entre los miembros del consejo municipal de Chenalhó, dirigido por el PRI, y los simpatizantes del EZLN, entre ellos, la organización Las Abejas que estaba orando antes de la llegada de los paramilitares.

“Ernesto Zedillo fue quien implementó toda esta estrategia de contrainsurgente. Hay que recordar que antes ya se había hecho de manifiesto, a través de la llamada traición. Mientras estaba el EZLN dialogando con el gobierno mexicano, los diálogos de Catedral y los de San Andrés, se dio la acción de la andanada contrainsurgente, perseguir a la comandancia general (Marcos) en febrero de 1995”, aseguró desde Chiapas Pedro Faro, integrante del centro de derechos humanos Fray Bartolomé de las Casas, que escaló el caso a la Comisión Interamericana (CIDH).

Hasta la fecha, no hay ningún detenido, “lo que marca la gran impunidad del Estado. Acteal es una herida abierta”.

En palabras de Zedillo, “fue lo más triste que ocurrió durante mi Presidencia y triste además porque es algo en lo cual el Gobierno federal no tuvo en ese momento posibilidad de prevenir y de evitar”.

Más allá de esas palabras, el integrante del Fray Bartolomé de las Casas observó que su fugaz visita a México muestra la impunidad con la que se vive:

“Es parte de esta impunidad que aún vivimos. Desafortunadamente, no hemos podido –aún ahora con la transición–, no se ha podido llevar a juicio a los autores intelectuales de los hechos que han ofendido al pueblo mexicano tan evidente como esta masacre que dolió y que tuvo su impacto mundial”.

Así como vino, sin un espacio para cuestionamientos de la prensa, se regresó a su cubículo en la Universidad de Yale, donde –a diferencia de México donde se le cuestionaría– se encuentra cómodo entre voces que aplauden el neoliberalismo.

SinEmbargo

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