Ciudad de México.- La escritora y experta en feminismos, Nuria Varela, fue contundente: “la igualdad de género será resultado de acabar con el patriarcado”, así lo señaló en la conferencia magistral “La Ciudadanía sustantiva de las mujeres: participación política y toma de decisiones en espacios libres de violencia”, que organizó el Instituto Nacional Electoral, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, el pasado 21 de noviembre.
Luego de hacer un repaso sobre la historia del feminismo en el mundo, la periodista y profesora, explicó qué es y porqué es importante llegar a la ciudadanía sustantiva.
“La igualdad de resultados es la ciudadanía sustantiva, es la meta, hacia donde queremos llegar las mujeres. La ciudadanía formal no es lo mismo que la ciudadanía sustantiva. La ciudadanía formal solamente nos da derechos en lo legal, implica la pertenencia en esta nación, pero la ciudadanía sustantiva lo que representa es el conjunto de derechos civiles políticos y sociales inherentes a la ciudadanía.
La igualdad formal, es el reconocimiento legal nada más; la prohibición de discriminación es una protección legal; la igualdad de trato es la ausencia de discriminación, tanto directa como indirecta; la igualdad de oportunidades es la ausencia de barreras; la igualdad de resultados es la ciudadanía sustantiva y para llegar a ella hay que acabar con el patriarcado”, enfatizó ante un auditorio lleno.
Las cifras sustentan su afirmación. De acuerdo con ONU Mujeres a nivel mundial, la brecha de género en la representación política sigue siendo un reto, solo el 25.4 por ciento de las parlamentarias a nivel global, son mujeres.
Para Varela, el patriarcado ha convertido la igualdad en retórica, por eso está lejos de ser un principio sustantivo, los feminicidios, las dificultades y las brechas siguen ahí. El éxito del patriarcado es que no lo vemos, el relato masculino habla del sistema, liberal, neoliberal, capitalista, socialista, democrático, república, monarquía, pero no habla del patriarcado y las diferentes violencias que ejerce sobre las mujeres, una de ellas la violencia simbólica, que es otro de los mecanismos que impiden realmente los liderazgos de las mujeres.
Para exponer su idea, la autora retoma la definición del sociólogo francés Pierre Bourdieu, para quien la violencia simbólica es “una violencia amortiguada, insensible, invisible para sus propias víctimas, que se hace ejercer esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y de consentimiento, se impone como neutra”. Y pone un ejemplo: es cuando nos dicen cosas como “pues ya sabes, la familia es la familia y ahí se queda”.
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Los instrumentos de la violencia simbólica que observa Varela son la desvalorización de la palabra de las mujeres, los micromachismos, los mitos del amor romántico, el lenguaje sexista, la cultura de la violación, el mito de la belleza, siempre a dieta, subidas en tacones y peleando contra el paso del tiempo. Todos estos estereotipos, propios de una cultura patriarcal, están atacando a las mujeres en el poder y las lastran de una manera determinante, lo cual hace que nuestra democracia sea cada vez más frágil.
“El número de mujeres líderes que dejan sus cargos es tan elevado que se ha convertido en un fenómeno que merece la pena estudiar, en cuanto que plantea una materia de preguntas tanto sobre los motivos, como sobre las consecuencias. Las mujeres ocupan más espacios del liderazgo político que nunca, sin embargo la exclusión sistemática persiste y se manifiesta cotidianamente”, reflexiona.
Al respecto, pregunta al auditorio “¿porqué no está avanzando la agenda feminista, si ya hay más mujeres en cargos de poder? Cuando no había mujeres en política no avanzaba la agenda, se entiende, pero ahora que sí hay, ¿por qué hacen las mismas políticas que los hombres?” Para la ponente, esta es una consecuencia del androcentrismo, el antagonismo hacia las demandas femeninas que parecen particulares y no para toda la sociedad, que se traducen en la falta de apoyo a las políticas públicas de igualdad, la falta de presupuesto, en conclusión: retórica de la igualdad.
Si el relato es masculino, ¿cómo vamos a hacer liderazgos femeninos?
Nuevamente los datos confirman la reflexión de Varela. En México la paridad es un hecho, pero el poder está en otro lado. A la fecha la integración de la Cámara de Diputados y Diputadas es equitativa, 250 hombres y 250 mujeres; en el Senado de la República son 63 senadoras y 65 senadores, sin embargo iniciativas feministas están congeladas como el Sistema Nacional de Cuidados.
Aún hay grandes retos como aumentar la presencia de mujeres en el ámbito municipal, ya que solo el 22 por ciento de las presidencias municipales en México están encabezadas por mujeres.
En cuanto a la cantidad de mujeres con poder de transformar su realidad a través del voto, vivimos un año excepcional. Las mujeres componen más de la mitad del Padrón Electoral, así como de la Lista Nominal de Electores; de un total de 98 millones de personas en posibilidad de votar, el 52 por ciento son mujeres.
En los próximos procesos electorales federal y locales 2023-2024 se elegirán más de 20 mil cargos de elección popular y serán las mujeres quienes marquen el rumbo a futuro.
“Lograr que cada vez más mujeres estén en cargos de toma de decisiones, implica constancia, voluntad, respeto, sororidad y decisión de vida para poder resistir los embates que la propia burocracia y el servicio público generan por sí mismos”, señalaba la Consejera Presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), Guadalupe Taddei Zavala en la presentación de la Revista Ciudadanía Sonora, dedicada al 70 aniversario del voto de la mujer en México.
112 años y contando
Para Varela, a las mujeres nos tomó 112 años llegar a donde estamos, desde que las sufragistas se reunieron e hicieron la declaración de sentimientos conocida como “La declaración de Seneca Falls”, el primer programa político del feminismo redactado y escrito como tal en 1848. Ese fue el punto de partida de la primera reivindicación del derecho al voto y a la participación política de las mujeres como movimiento organizado. “Ciento doce años y ahora las mujeres están abandonando el poder, cuantas más mujeres, menos feministas”.
En este punto parafraseó a la feminista Rita Segato, “ahora comienza la transformación de lo político, nosotras cambiamos lo personal, pero tenemos que cambiar lo político”.
Y es que el feminismo todo lo que toca lo politiza. Si el feminismo trabaja sobre el tiempo, habla de la crisis de cuidado; si habla sobre los salarios, habla de las brechas salariales; si habla de la reproducción, habla de los derechos sexuales y reproductivos.
“Para llegar a una igualdad sustantiva, tenemos que cambiar el marco, hacer un cambio social, tenemos que romper el bucle del cual habla la maestra Marcela Lagarde al hablar del sincretismo de género, ese bucle perverso al que nos enfrentamos las mujeres, donde la desigualdad permite la violencia y la violencia mantiene la desigualdad, donde convergen, a la vez y todos los días de nuestra vida, lo antiguo con lo moderno”.
Breve historia del feminismo
Para Nuria Varela, los pueblos que no tienen historia no tienen legitimidad, en este sentido, el feminismo y las propias mujeres para tener autoridad y legitimidad deben recuperar y reconocer toda su historia.
No empezamos de cero. La escritora española, recordó que Adrienne Rich, en su libro Sobre Mentiras, Secretos y Silencios, reflexiona sobre ‘la facilidad con la que se borran los datos y los nombres de la genealogía feminista, la facilidad con la que cada una de nosotras parece que empezamos de cero, la facilidad con la que parece que nuestra historia no existe’.
Para no borrar la historia de la lucha feminsita, la experta en temas de género hizo un recorrido rápido, útil para cualquiera que inicie en la historia de las mujeres en el poder.
Su historia comienza en 1848 con “La declaración de Séneca Falls”, el primer programa político del feminismo y la primera reivindicación del derecho al voto y a la participación política de las mujeres. Empiezan a surgir los primeros movimientos de mujeres. Esta fue la Primera Ola del feminismo.
Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial llegó el derecho al voto para las mujeres. La mayoría de las naciones desarrolladas y todos los países que habían llevado a cabo procesos de descolonización, legalizaron el voto de las mujeres.
Tras el sufragio, parecía que el movimiento de las mujeres había desaparecido, lo que se llama ‘morir de éxito’. Como si el voto fuese el punto de llegada y no el punto de salida. Las sufragistas defendían el derecho al voto y el derecho a la educación, porque pensaban que eran derechos clave, eran los derechos que abrían la puerta para conseguir esa ciudadanía sustantiva.
A la mitad del siglo XX llega Simone de Beauvoir y el feminismo se rearma intelectualmente y teóricamente. Su libro El segundo sexo (1949) es considerado un clásico en la historia feminista. Hasta aquí termina la Segunda ola.
Luego, en los años sesenta, Betty Friedan escribió “La mística de la feminidad” que habla sobre ‘el problema que no tiene nombre’, de la domesticidad obligatoria, de cómo sólo había una manera de ser mujeres, y era obligatoria para todas. Con esta publicación comenzó la Tercera Ola del Feminismo. Es cuando empezó a organizarse un movimiento de mujeres de acción: el feminismo radical.
El feminismo radical nace en 1967 y desaparece en 1975. Se le llama radical porque lo que pretende es ir a la raíz de los problemas. No es radical por extremista, sino es radical por profundo.
¿Quiénes son las feministas radicales? Las primeras mujeres que consiguen entrar a la universidad, es la generación que empieza a desarrollar teóricamente el feminismo radical. De este periodo hay dos obras fundamentales: la Política sexual de Kate Millett y la Dialéctica del sexo de Shulamith Firestone.
El feminismo radical habla abiertamente del patriarcado, desarrolla el concepto de género y el concepto de las políticas de igualdad. Surge la máxima de que en el feminismo lo personal es político.
Con todo el bagaje teórico y conceptual de poco más de la primera mitad del siglo XX, la década del setenta se caracteriza por el feminismo institucional y de reconocimiento de derechos. A pesar de que la igualdad entre mujeres y hombres se reconoció hasta 1945 con la aprobación de la Carta Fundamental de Naciones Unidas (su documento más emblemático es la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer), fue hasta los años 70 cuando Naciones Unidas empezó a implementar todo el desarrollo de las políticas de igualdad a nivel internacional y comenzó a poner en marcha todo el movimiento que nos lleva a las políticas públicas actuales.
En esta década es cuando se desarrollan las cuatro Conferencias Mundiales sobre la Mujer, que van avanzando en la generación de derechos, como la plena igualdad de sexos, la eliminación de la discriminación por motivos de sexo, la integración y la plena participación de las mujeres en el desarrollo y la necesidad de contribuir cada vez más al fortalecimiento de la paz mundial. En esta época aparece el feminismo institucional, inaugurado con la creación de ONU Mujeres.
Luego se desarrollaron una serie de conferencias que avanzaron más, como la Conferencia Internacional de Derechos Humanos en Viena (1993), en la cual se reconoce la violencia contra las mujeres y las niñas; la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (1994), que reconoce los derechos reproductivos de las mujeres; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, conocida como la Convención de Belem Do Pará (1994), que establece el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia.
La paridad se consiguió por primera vez en el mundo en 1994. También por primera vez, se propone el desarrollo de mecanismos de protección y de defensa de los derechos de las mujeres como fundamentales para luchar contra el fenómeno de la violencia; y la Conferencia Mundial sobre la mujer (Beijing, 1995), la hoja de ruta de las políticas de igualdad de los gobiernos de todo el mundo.
Llegados los años ochenta, llega la primera Presidenta electa, en Islandia, aunque ya antes, en 1960, Sirimavo Bandaranaike se convertía en la primera mujer elegida jefa de un gobierno, en Ceilán, hoy Sri Lanka. Un camino largo, desde 1848 hasta 1980, para tener a la primera presidenta.
Entrado el nuevo siglo, llega la Cuarta ola, la cual rompió el silencio y lo hizo de una manera intergeneracional, mujeres mayores como mujeres muy jóvenes se han manifestado y se han atrevido a exigir sus derechos reproductivos, a una vida sin violencia, contra el feminicidio y las diferentes formas de acoso sexual.
En 2015, Arabia Saudita fue el último país en conceder el derecho del voto a sus ciudadanas, 122 años después de hacerlo Nueva Zelanda que fue el primero.
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