Acapulco, Gro.- La familia de Adalid Olmedo esperaba el cuerpo del policía, que fue asesinado junto con el Secretario de Seguridad Pública de Coyuca de Benítez, cuando azotó el huracán“Otis” en la comunidad rural de Tixtlancingo, Guerrero.
Menos de 48 horas antes, Coyuca de Benítez ya era tema de conversación nacional, incluso en Palacio Nacional, debido a que el Presidente Andrés Manuel López Obrador lamentó el multihomicidio de los agentes de seguridad.
El municipio volvería a ser foco de atención, junto con Acapulco, al ser arrasado por el ciclón.
Los preparativos para el velorio del oficial en su casa familiar estaban puestos: había un altar con su fotografía y flores en el suelo. Luego las ráfagas de viento tiraron parte de la estructura del techo y la lámina cayó sobre los decorativos.
“Estaban las flores regadas, la foto de mi papá regada”, recuerda Laysi de 17 años, una de los cuatro hijos del señor Adalid. “Ya no sabía por qué llorar: si por el huracán, o por mi papá”.
Ahora, sin apoyo del municipio ni aún del Gobierno federal, la familia Olmedo Dorantes hace frente a la tragedia que dejó la violencia de Guerrero y la devastación del ciclón.
“ME SIENTO CON MIEDO”
Irma es esposa de Adalid y madre de los cuatro hijos que hoy velan al policía que murió el pasado 23 de octubre protegiendo al Secretario de Seguridad de Coyuca, Alfredo Alonso López.
Un día después, estaba en camino con su hija Laysi a identificar y reclamar el cuerpo de su esposo Adalid, pero el arroyo se desbordó debido al huracán y no pudieron continuar con su trayecto. Tuvieron que esperar al día siguiente, y cuando los vecinos finalmente pudieron abrir los caminos, volvieron a intentar recuperar los restos.
“A veces uno no sabe lo que va a pasar”, comparte mientras se para en el centro de la casa de su familia, abajo del techo que se resquebrajó por los vientos de más de 300 kilómetros por hora. “Lo material se recupera, como sea, pero a mi esposo…”.
Y aunque su esposo fue asesinado debido a su trabajo, las autoridades sólo se han hecho cargo de los gastos de traslado del cuerpo y funeral, sin que al momento hayan ofrecido una compensación o indemnización a la familia.
“El Ayuntamiento se desentendió”, lamenta Irma. “Sólo pagaron el traslado y la funeraria, es lo único que nos ofreció”.
A la par, no han sido notificados de cuándo podrían empezar a recibir un apoyo económico por los daños de “Otis”, dejando así a la familia desamparada en una comunidad con baja conectividad y de difícil acceso.
Adalid Olmedo sirvió como militar en el Ejército mexicano durante 22 años, y aunque se jubiló, quiso continuar con esa línea de trabajo y decidió unirse a la escolta del Secretario de Seguridad municipal de Coyuca de Benítez. Incluso unos días antes de ser asesinado junto con otros 11 compañeros, incluyendo al Secretario y al mando de la Policía local, él reconoció a su propia familia que él reconocía el riesgo al cual se exponía, al trabajar en uno de los estados más violentos del país.
Ahora, la señora Irma debe hacerse cargo de los trámites necesarios para que pueda obtener la pensión del Ejército al que tenía derecho Olmedo, lo cual implica un viaje desde su comunidad rural hasta la Ciudad de México, y espera a que el Gobierno federal entregue los apoyos para los damnificados de “Otis”.
“Me siento con miedo porque yo no sé cómo hacer estos trámites, cómo andar en México”, expresa la señora de 42 años.
Es dinero que ella y su familia necesitan, pues la falta de ayuda por el huracán les llevó a pasar un día entero sin agua y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sólo entregó suficientes víveres para que la familia completa –que incluye a hermanos y sobrinos de Adalid y al suegro de Irma– comiera durante dos días.
Las tiendas cercanas apenas empiezan a abastecerse, pero la manera más fácil de conseguir despensa es en Coyuca o Chilpancingo; sin embargo, en todos lados los precios se han elevado debido a la alta demanda y poca oferta.
Apenas el pasado viernes, Irma viajó a Coyuca, a casi 30 kilómetros de donde vive ahorita con la familia de su esposo, para intentar reclamar las pertenencias del policía, pero le indicaron que hasta el lunes podría recuperar su celular y cartera.
“AQUÍ NOS METIMOS”
Mientras Irma y Laysi intentaban llegar a un sitio seguro para resguardarse del huracán, el resto de la familia escuchó los fuertes vientos desde dentro de la casa. Yaslin, con tan sólo cinco años de edad, señala la mesa de madera que está en el área de la cocina y se sienta debajo de ella. “Aquí nos metimos”, recuerda.
El padre, sobrinos y hermanos de Adalid estaban reunidos en la casa para recibir al cuerpo de su ser querido y comenzar el velorio con 40 días de rezo, pero tuvieron que detener todo cuando “Otis” comenzó a arrancar las láminas del techo. Monserrath tenía miedo que la lámina fuera a lastimar a su hija, Yaslin, y a los demás.
Ahora, todos duermen en un sólo cuarto que es donde hubo menos afectaciones por el huracán.
Esperan a que el Gobierno federal les dé información sobre cómo podrán reconstruir su hogar. Se organizan con el resto de la comunidad para limpiar las calles y carreteras, que tienen grandes socavones a lo largo del camino hacia ciudades más pobladas y que han recibido mayor apoyo, como Acapulco.
Y se preparan, para velar a su padre, tío, hermano, hijo, quien entre la inseguridad de Guerrero y un huracán, pudo llegar a casa.
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