Por Alejandro Páez Varela
No me sorprende, por alguna razón, que muchos de los más cercanos a Ricardo Monreal traigan como lazo de puerco a Andrés Manuel López Obrador. Y no me refiero a Sandra Cuevas, o exclusivamente a ella, que parece centrada en tratar de denigrar al Presidente: Alejandro Rojas Díaz Durán, el segundo en el equipo del Senador, puede cubrir de adjetivos a AMLO como lo harían sus odiadores, del tipo Claudio X. González o Beatriz Pagés. Ya no importa el análisis o el motivo: es todo contra él, apenas respire o apenas se despierte, o porque respira o porque despierta. Y digo que no me sorprende que los cercanos a Monreal lo traigan como lazo de puerco porque lo que sí me sorprende es que sigan disfrutando los privilegios de ser lopezobradorista.
Algo no está bien en eso. El lopezobradorismo no puede ser una olla a donde caen los grillos que rondan la noche, todos, no importa de dónde vengan. Por un lado, creo, el reclutamiento a destajo, que se entendía en 2018, debe parar si se quiere un movimiento más sano. Por otro, no sé de qué manera se implementa esto pero el brazo electoral del movimiento, Morena, debe aplicar los estatutos de manera más estricta, con juicios bien cuidados pero abreviados, o seguirá alimentando la plaga que mañana acabará con su cosecha.
Yo sé que en la política hay muchas cosas que se perdonan. También sé que en política se privilegia el pragmatismo. Pero es inevitable que piense en Monreal cuando veo a la señora Cuevas agredir verbalmente al Presidente de México, o cuando veo hacia Coahuila y me entero que los más rabiosos carniceros de López Obrador, los que forman parte de la guardia pretoriana del Senador zacatecano, ya se instalaron en la campaña de Armando Guadiana Tijerina. O sea, ¿puedes ser lopezobradorista y a la vez aborrecer a López Obrador a nivel Denisse Dresser o Roberto Madrazo? Según yo, no. Eso es lo que no me cuadra. Inevitablemente pienso en el Presidente Francisco I. Madero, que dejó en sus cargos a los militares que lo fusilaron apenas pudieron.
Preveo esto: apenas se ausente López Obrador, los lopezobradoristas simulados reclamarán su porción del movimiento argumentando que son “tan fundadores como AMLO”. Desde ahora difunden que sin ellos, el líder social no sería nadie y no habría ganado la Presidencia en 2018. Pues apenas se vaya, preveo, provocarán una fractura ya sea para obligar a que les entreguen cuotas de poder adentro o para rentar su parte del músculo a otras fuerzas opositoras, a cambio de porciones. No hay rubor en las traiciones, y ese fue el mensaje al entregar la Alcaldía Cuauhtémoc a la oposición.
Y el plan es demasiado obvio. Y no me sorprende que sea obvio sino que los dejen preparar el asalto.
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No me sorprende que Claudia Sheinbaum esté lidiando una guerra sucia desde varios frentes. Es obvio por qué: encabeza las encuestas como precandidata presidencial tanto en su partido como a población abierta. Tampoco me sorprende que no se haya activado en automático un apoyo orgánico desde el movimiento, y explico por qué.
Por un lado, si la dirigencia de Morena sale a defenderla, puede traducirse como preferencia (o como una definición) de cara a las elecciones internas, que son este mismo año, a más tardar en agosto. Y por el otro, se le complica a los equipos que ya tienen definido a su precandidato (y no es ella, por supuesto) salir sin que se considere cambio de bando. Sólo si personalmente los precandidatos (Marcelo Ebrard, Adán Augusto López) la apoyan públicamente, quienes trabajan por sus causas lo harán también. Tienen lógica aunque, desde cierta perspectiva, tenga algo de mezquindad.
Pero hay una tercera razón por la que el movimiento no sale en bloque a defenderla. Es porque parte parte del humo negro viene del fuego amigo. Y no hay necesidad de hurgar mucho para saber a quién responde, por ejemplo, Sandra Cuevas; tampoco se debe razonar mucho para entender a quién beneficia (aparte de la oposición) si Sheinbaum se debilita con el ataque sistemático desde distintos frentes. Desde cierta perspectiva tiene lógica la falta de apoyo aunque huela a mezquindad. Aquí, por ejemplo, la omisión de Ebrard y Adán Augusto podría considerarse una falta de solidaridad con su compañera de partido.
Lo que nadie puede desatender es que los siguientes meses serán duros para la Jefa de Gobierno. Deberá lidiar (1) con una guerra sucia desde la oposición y otra (2) desde adentro. Y aparte (3) tendrá la omisión de los muchos que no pueden o no quieren que se les vincule con ella, dado que ya hicieron una apuesta por otro precandidato. Y hay un cuarto frente que puede ser parte del segundo; uno menor pero que requiere una respuesta rápida y sólida: los odiadores “de casa”. Anda por allí un grupo de misóginos y racistas que se colaron dentro de la izquierda que hablan de ella como “la judía”. Es un grupo intelectualmente muy menor; que crece y desaparece; que se compra versiones conspiracionistas fácilmente y tiene uno o dos gurús por allí que les alimentan la cabeza de odio. Y sí, se hacen pasar por izquierda aunque el fascismo es uno de los rasgos que definen a la derecha.
Y luego me preocupa lo del Metro: que no esté totalmente probado, de cara a la sociedad, que se trata de un sabotaje y quién o quiénes son los autores. Si alguien me pregunta qué pienso, diré que no tengo evidencia contundente de que se trate de boicot político. Los cables de la Línea 3 pudieron ser cortados para robarse el cobre, por ejemplo, y eso decía el sábado el STC, Sistema de Transporte Colectivo; la señora de las aspas de lavadora se veía como alguien que estaba en el peor lugar y en el peor momento para sufrir un accidente. Y fue un accidente que se le cayeran las aspas, según las mismas autoridades capitalinas, que ya se desistieron. ¿Qué pasa en el Metro? Pasa el abandono de muchos años, eso está claro, porque muchas escaleras eléctricas no funcionan y hay estaciones en ruinas. ¿Es atribuible a Sheinbaum? No porque viene de años atrás, como digo, pero sí porque es quien está a cargo. Por eso me preocupa lo del Metro.
Como pueden ver, la puntera de Morena tendrá muchas dificultades en los meses por venir y antes de la elección interna. Dificultades que no tendrán Marcelo como Canciller, o Adán Augusto como Secretario. Ella administra una ciudad de 12 millones de habitantes, compleja; los otros tienen cartera porque se la deben a una sola persona: López Obrador; ella debe dar la cara a diario, frente a la ciudadanía; en cambio los otros dos pueden andar en campaña, ausentarse una semana y nadie preguntaría dónde están.
Los que traen de lazo de puerco a López Obrador son los mismos que la traen a ella entre ceja y ceja. Están dentro del movimiento, y están afuera. Por eso, es de preverse que a continuación veamos una de las peores guerras de lodo en décadas. Es contra Sheinbaum y es contra AMLO. Tirar a uno, se piensa, es tirar a ambos.
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El movimiento se ha fraccionado de cara a las internas. Eso es evidente. Y en algún punto, creo, incluso puede comprenderse y hasta justificarse. Vean ustedes los chats de YouTube: los simpatizantes de distintos precandidatos de izquierda pelean y promueven a los suyos. Creo que eso no parará hasta que no se defina bien al abanderado de 2024.
Lo que no sé es si una mayoría entiende que una vez que se elija a la candidata o al candidato de Morena debe dejar atrás las diferencias. Sé quiénes no estarán de acuerdo nunca, porque el chantaje es su método para ganar poder. Lo que no alcanzo a medir es si esa mayoría se disciplinará apenas se decida a la ganadora o al ganador de las encuestas.
Pero si se da una ruptura en la izquierda se abrirá la puerta a la derecha, que duró al menos desde 1940 y hasta 2018 en el poder y que, si entra, hará todo lo que tenga que hacer para destruir el sueño de un país progresista en el siglo XXI.
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