Acuérdense de Acapulco

octubre 30, 2023
minutos de lectura

Por Alejandro Páez Varela

Amores habrás tenido, muchos amores,

María bonita, María del alma;

pero ninguno tan bueno ni tan honrado

como el que hiciste que en mí brotara.

Lo traigo lleno de flores

como una ofrenda

para dejarlo bajo tus plantas.

Recíbelo emocionada.

Y júralo que no mientes

porque te sientes idolatrada.

–Agustín Lara. María Bonita, fragmento

Fui a la tienda el sábado a mediodía con el ánimo de encontrar latas y sí encontré, aunque no las que realmente quería. Varios anaqueles estaban vacíos; había atún y no había frijoles. Vi a mucha gente pagando agua embotellada y luego me encaminé hacia Los Pinos y allá vi cómo apilaban cajas y cajas. Y los voluntarios se apuraban para embalarlas, para mandarlas a Guerrero.

Traía cierta depresión por las imágenes de gente que lo ha perdido todo. Me ayudó muchísimo saber que los mexicanos están respondiendo, solidarios, a pesar de que hay una corriente fuerte en redes sociales que pide no donar. Son básicamente cuentas de simpatizantes de PRI, PAN y PRD que acusan al Gobierno de robarse los donativos para entregarlos a Morena y que sea ése partido el que los reparta. Nadie ha mostrado una prueba de ello, pero el llamado mezquino a no hacer donativos es tan poderoso que varios días ha sido tendencia.

Era previsible que la oposición busque sacar alguna ganancia política de la devastación de Guerrero (y en particular de Acapulco). Lo intentó antes incluso de que “Otis” tocara tierra como el huracán más agresivo y desconcertante del que se tenga registro. La noche del desastre decían que si algo pasaba sería culpa de la “desaparición del Fonden”, aunque esté explicado que la cobertura existe –nos sale varios miles de millones de pesos al año– además de las líneas crediticias de emergencia. Como si el Fonden pudiera evitar que un huracán golpeara. Felipe Calderón reclamaba desde su resistencia en Madrid que no había un fondo para desastres y otros opositores de derechas menos inteligentes (pero más estridentes), como Lilly Téllez, acusaban que se habían robado el dinero.

Era previsible que la oposición contara votos por muerto, es decir, que calculara cuántos miles de sufragios le puede significar cada persona que, desgraciadamente, haya fallecido por la embestida de la naturaleza. “No me queda más que decirles chinguen a su madre a todos los que nos gobiernan, militares o no. Resuelvan Acapulco y la inmensa desgracia en que está nuestro país”, decía Vicente Fox el sábado en la red X. (Agrego acentos y punteo su texto porque es conocido su bajo nivel educativo). No hay mucha sorpresa porque el expresidente ha sido, en términos morales, un trapo de sanitario. Pero permite ilustrar el nivel de enojo y desesperación que no tiene que ver con el huracán, sino con las ganas de más votos. Enojo y frustración que tiene origen en Xóchitl Gálvez, quien intentó ir a hacer campaña en la Cruz Roja de la capital y la increparon; frustración porque ella no resultó el caballo-que-alcanza-gana que se imaginaban en las élites donde se mueven Calderón, Fox, la misma Gálvez y su verdadero jefe de campaña, Claudio X. González.

He visto la discusión sobre si los distintos niveles de Gobierno pudieron hacer más antes de la llegada del huracán a tierra. Como hay videos del perifoneo en las calles antes de que “Otis” fuera categoría 5 entonces el debate se ha ido a detalles más finos, como si las Fuerzas Armadas debieron forzar una evacuación de hoteles y colonias en riesgo. Cualquier alegato en cualquier sentido tiene categoría 5 en estos momentos: están los que dicen que “López es un criminal” y los que no permitirán una sola crítica. La vida política de México se ha vuelto dos huracanes corriendo en sentido opuesto y en ruta de colisión, y la peor idea es pararse en medio y creerse un semáforo.

Siento que allí radica el problema de Marcelo Ebrard. Cree que puede mantenerse en pie y gritando al cielo con el puño cerrado mientras dos huracanes categoría 5 chocan. Lo que ha hecho la furia de ambas fuerzas, una rotando a la izquierda y la otra hacia la derecha, es desnudarlo con el menor esfuerzo. Y luego lo irá desmembrando no sin antes estrellarlo contra paredes y techos como un muñeco de trapo. No importa que Marcelo sea bueno o sea malo: esas fuerzas que se enfrentan no se andan con delicadezas. El excanciller será, para derecha e izquierda, una palmera sobre la carretera. Y la opción que le queda es correr a un refugio donde tampoco están mejores las cosas: el viejo padrote de Movimiento Ciudadano lo abrazará al entrar y le pondrá un número en la espalda para que baile y fiche y pague su derecho de piso sobre la pista.

Este domingo por la mañana leí en El País que Ebrard quiere que Morena le entregue 27 por ciento de las candidaturas plurinominales, “ganadoras y competitivas”, y que Mario Delgado se disculpe públicamente con él. Yo agregaría: también querrá, seguramente, su nieve de limón. Si Morena le entrega una sola posición, tiene que darla por perdida. Si le da una sola candidatura a los marcelistas, esa candidatura se pierde. No creo que alguien en su sano juicio crea que Ebrard ya sanó y ya superó el “no nos vamos a someter a esa señora”. No quiere a Claudia Sheinbaum, punto. Nunca se va a subordinar a ella, punto. Nunca va a aceptar que le ganó, punto. Y perdón si afirmo que hasta que él no se disculpe con Sheinbaum por esa frase lo que veo es la peor versión de Marcelo Ebrard desde que sigo sus pasos. Hasta que no diga lo contrario es un Ebrard arrogante y amargo, misógino y, por lo tanto, con la punta roja de la brújula dando golpes al vidrio, desesperada. La peor idea de alguien es pararse en medio de dos huracanes y creerle a su propia brújula.

Y eso que el excanciller pide de Mario Delgado, que se disculpe públicamente, es casi un juego de niños. Quiere que le den un certificado con la leyenda: “Aquí hubo fraude. Firma: Morena”. Está más fácil la nieve de limón. Exige que el jefe del partido se doble ante él; que le reconozca una supuesta superioridad. Y mientras, desde adentro, dispara a mansalva. La semana pasada, cuando el acto de Claudia en el estadio azulgrana se suspendió por falta de asistencia, las cuentas que más se rieron de ella y de Morena fueron las ligadas a Marcelo. Comparaban videos de él con espacios llenos y ése de ella, vacío. Híjole, pues en cualquier otro partido ya los habrían corrido, pero tampoco quieren correrlos porque gritarán que hubo una purga estalinista ordenada por el dictador.

Dadas sus propias exigencias, pienso que la única opción que ha dejado el propio Marcelo es la que se le abre con Dante Delgado. Allí sí le darán las candidaturas que pide, por supuesto; falta que las materialice, es decir, que gane las posiciones en las urnas. Y para hacerlo, creo, va a necesitar jalar votos de donde sea y donde sea es, básicamente, el PRIAN. Si Ebrard concreta su candidatura presidencial por MC, dicen casi todos los cálculos que conozco, le chupará votos a Xóchitl Gálvez, quien empezó hace unos meses como tormenta tropical con potencial para subir de categoría, pero se quedó allí. De hecho, la candidatura de la derecha está estacionada en alta mar como tormenta tropical. Y no veo cómo vaya a tomar fuerza si a la temporada de huracanes le queda apenas unas semanas más.

Las complicaciones de Ebrard son duras pero las de Xóchitl son peores. Las encuestas que conozco dicen, como ya lo escribí, que PRI, PAN y PRD van en una vorágine rumbo a su desaparición. Dicen que la intención de voto para 2024 es la mitad de lo que sacaron en 2018. Ella tenía que haber parado, primero, la caída de esos tres partidos. Y luego tenía que elevar su votación. No ha podido con lo primero y lo que se advierte es que el próximo año le tocará firmar el acta de defunción del PRD y los papeles de ingreso de PRI y PAN a terapia intensiva. Qué empleo más triste, el de un sepulturero. Si Ebrard va por MC deberán aceptarse, él y Xóchitl, peleando por el segundo lugar antes de aspirar a crecerse y disputar a una muy distante Sheinbaum.

No creo que le sirva a la oposición la tragedia del huracán para crecer, por más noticias falsas que retuiteen. El alegato de que se pudo prever la tragedia es un albur, un dardo tirado en medio de la bruma a ver si se clava en algo. Todos los informes que he leído en la prensa extranjera (Associated Press, The Washington Post, Wired, The New York Times) reconocen que “Otis” fue algo nunca antes visto. Sorprendió, para empezar, a los meteorólogos de Estados Unidos que tienen harta tecnología; sorprendió, post mortem, a los científicos que analizan fenómenos naturales bajo la óptica del cambio climático. En todo caso, “Otis” es el inicio de algo: una era de huracanes impredecibles y poderosos que, contra toda lógica, se fortalecen cuando están frente a las costas en vez de perder energía. Las aguas calientes son combustible de huracán y los mares no se están enfriando. Se están calentando más y más. Estemos preparados.

Por lo pronto, los ciudadanos a lo nuestro porque no podemos perder tiempo y nos necesitan. Donemos. Latas de verduras, de atún, de frijoles. Artículos de cuidado femenino y para niños; croquetas para los perritos porque se perdieron los albergues. Agua embotellada, medicamentos de primeros auxilios. El sábado me encaminé hacia Los Pinos y allá vi cómo los trabajadores embalaban los donativos para enviarlos a Guerrero y me levantó el ánimo confirmar que somos un pueblo solidario. Ya lo dije antes y ya lo escribí antes: lo he visto con los sismos en la Ciudad de México: todos a una voz, todos a un mismo ritmo, todos con las manos ocupadas porque hoy fueron nuestros hermanos en Guerrero y mañana podemos ser nosotros. Aislemos a los mezquinos, del partido que sean o de donde vengan. Una voz, un mismo latido, todas las manos. Un peso, diez pesos, cien pesos, mil pesos. Una lata, dos latas, cien latas. México nos necesita y nosotros somos México, entonces: a ponernos de pie que no hay tiempo para el desánimo. Acuérdese de Acapulco: lo hicimos antes y con más ganas lo haremos ahora.

SinEmbargo

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