Por Arturo Santillán
Esopo
Existe poca información dura sobre la existencia del escritor griego Esopo, no obstante, Herodoto cita la popularidad de su obra y lo describe como esclavo de un ciudadano de Samos en tiempos del rey Creso.
Creso llamó a Esopo a su corte y lo envió después a Delfos para ofrecer sacrificios en su nombre, así como para distribuir recompensas entre los habitantes de aquella ciudad.
Pero desilusionado por la codicia de aquel pueblo de sacerdotes, Esopo devolvió a Creso las riquezas que habían sido enviadas a los habitantes de Delfos. En venganza, éstos escondieron entre las pertenencias de Esopo una copa de oro, lo acusaron de robo sacrílego para después arrojarlo desde lo alto de la roca Hiampa.
A la postre se arrepintieron e indemnizaron a la descendencia de Esopo. Dicha retribución se otorgó a un rico personaje de Samos, heredero de aquel comerciante a quien Esopo había pertenecido cuando era esclavo.
La Grecia clásica asignó la autoría de la épica a Homero de la misma forma que a Esopo le adjudicó la creación de la fábula, uno de los géneros más antiguos de la literatura universal. La fábula consiste en un corto relato que tiene animales como personajes protagónicos, con el objetivo didáctico de enseñar una moraleja final.
Una de las fábulas más recurrentes de la cultura popular actual se atribuye a Esopo, aquella que relata cómo una pareja de granjeros posee una gallina que pone un huevo de oro cada día. Sin embargo, no satisfechos con ello, piensan que el ave tiene más oro en su interior, por lo que deciden matarla para extraerlo. Al darse cuenta que eso no es así, la realidad les echa en cara que era mejor mantenerla con vida.
La codicia, mala consejera…
A 95 años de su primera edición, el campeonato mundial de futbol está convertido en un producto anamórfico y endeble de la FIFA, ofrecido descaradamente al servicio de la primera potencia mundial como ofrenda para enmendar el agravio cometido hace una década, cuando se otorgó a Rusia y Qatar (y no a Inglaterra y Estados Unidos) la sede del codiciado torneo. El escándalo del FIFAgate.
Pero dicha indemnización por aquella afrenta no es suficiente. El boyante negocio del futbol debe darle también a la Unión Americana la tajada correspondiente que generan los clubes, esa esfera futbolística menos cercana al sentido nacionalista de la Copa del Mundo.
💬 | Únete a nuestro canal de WhatsApp para que recibas las noticias y trabajos destacados de El Coahuilense Noticias.
Del 14 de junio al 13 de julio próximos se jugará el primer Mundial de Clubes en un nuevo formato semejante al mundial de naciones. Se disputará en 12 estadios de 11 ciudades de Estados Unidos, mismo número de sedes para la Copa del Mundo de 2026 que compartirá con México y Canadá, quienes sólo tendrán cinco estadios para esa edición.
El proceso de elección del país sede comenzó en 2017, el mismo año en que asumió Donald Trump la presidencia de Estados Unidos para su primer periodo. La ejecución del certamen, en 2025, se cumplirá también durante el primer año de ejercicio del gobernante, sólo que en esta ocasión durante su segundo mandato. El país norteamericano quiere pertenecer a como dé lugar a ese fenómeno deportivo al que sólo ha sido invitado ocasionalmente, pero que al mismo tiempo despreció históricamente.
🗞 | Suscríbete aquí al newsletter de El Coahuilense Noticias y recibe las claves informativas del estado.
Para este ingreso, la servil actuación de Gianni Infantino como presidente de la FIFA ha sido el picaporte de apertura y no en sentido figurado. Hace unos días, el dirigente de la denominada “máxima autoridad del futbol” entregó la llave del nuevo trofeo del Mundial de Clubes al presidente Trump. Una compleja presea que estará en custodia dentro de la Casa Blanca hasta el final de la competición y que funciona con un cerrojo que debe abrirse para desplegarse en su totalidad. Un derroche de creatividad.
Mil millones de dólares americanos están en juego como premios económicos para los 32 equipos participantes, repartidos con base en la posición obtenida. Una cifra sin precedentes y que sin duda está garantizada por patrocinadores, televisoras e inversionistas que, claro está, esperan un retorno mayor.
Ah, pero no dudemos de la integridad de la FIFA, el organismo defiende sus nobles intenciones deportivas vía Infantino, quien aseguró: «Todos los ingresos generados por el torneo se distribuirán entre los clubes participantes y a través de la solidaridad de los clubes en todo el mundo, ya que la FIFA no se quedará con un solo dólar. Las reservas de la FIFA, que están ahí para el desarrollo del fútbol mundial, permanecerán intactas».
La inconformidad del gremio
Es evidente que la carga de partidos entre torneos locales e internacionales ha causado lesiones graves y cada vez más frecuentes a los futbolistas debido a una sobrexplotación del juego.
La Federación Internacional de Futbolistas Profesionales, que representa a más de 60 mil jugadores, envió en 2024 una carta a la FIFA junto al Foro de Ligas Mundiales para reprogramar el Mundial de Clubes y poder contar con descanso prolongado entre un torneo y otro. La carta advierte de posibles acciones legales contra la FIFA e incluso de boicot si se incumplía su petición. Otras asociaciones de jugadores en Francia e Inglaterra, así como algunas ligas presentaron una denuncia ante la Comisión Europea con el siguiente alegato: «El calendario de partidos internacionales está más allá de la saturación y se ha vuelto insostenible para las ligas nacionales, además, de un riesgo para la salud de los jugadores». También acusan a la FIFA por decidir las fechas de competencia «de forma unilateral favoreciendo sus competiciones e intereses comerciales”.
El éxito del futbol como fenómeno cultural, así como su poder expansivo son consecuencia de la simpleza del juego de pelota, un juego al alcance de cualquier sector social, tanto para su práctica como para su consumo. Esto mismo lo ha sostenido como una permanente máquina financiera que no deja de crecer y que se ha multiplicado absurdamente durante el primer cuarto de siglo.
A todo esto podemos sumar la cada vez más complicada estructura mediática/tecnológica que permite al aficionado común consumir el espectáculo futbolístico. Ya no basta con tener una pantalla y energía eléctrica para ello. Dispositivos, servicios de televisión por suscripción, plataformas, registros, aplicaciones y por supuesto internet de alta velocidad son necesarios para mirar la simpleza de este juego que se vuelve peligrosamente un deporte para quien lo pueda ver y no para quien lo quiera ver.
Es fácil pensar que la popularidad del futbol puede ser derrocada por la aparición de nuevas alternativas de entretenimiento, por otros deportes, por nuevas tecnologías, por otras formas sencillas de competencia y esparcimiento o incluso por simple rebelión, ante un disgusto mayoritario por la extorsión a la que parece estar sometido tanto el futbolista como el espectador.
Es fácil pensar en que quieren matar a la gallina de los huevos de oro porque creen que hay más oro dentro.
MÁS DEL AUTOR:
Síguenos en