14 de febrero, una oportunidad para ejercer la responsabilidad afectiva

febrero 14, 2024
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Por Brenda Macías

En una era donde la diversidad y la inclusión intentan erigirse como simientes hacia una sociedad más abierta y comprensiva frente a prácticas de violencia y resistencia al cambio, emerge el concepto de diversidad relacional, una reflexión imprescindible sobre las infinitas formas de amar y establecer conexiones que trascienden los límites de los paradigmas tradicionales. 

Con este enfoque no intento imponer y pensar en términos binarios de qué es mejor o peor, si la monogamia o el poliamor, sino que intento abrir el abanico de posibilidades que existen para ser, convivir y entrelazarnos en los planos afectivos y sexo afectivos.

La propuesta de la diversidad relacional nos invita a replantear y ampliar el espectro de las relaciones interpersonales, dando cabida a modalidades como el poliamor, la poliafectividad o la anarquía relacional, las cuales conviven con una amplia gama de orientaciones y prácticas sexuales. Resulta esencial abordar estos vínculos en toda su complejidad y considerar la utopía que representan. Porque como se sabe el mandato de monogamia y exclusividad sexual es lo que impera en nuestro entorno y su violencia y posesividad ha afectado a las mujeres y subjetividades feminizadas.

Liberación sexual

Aunque es difícil precisar el origen exacto de la diversidad relacional, sus raíces se remontan a movimientos significativos como la revolución sexual de los años 60, del siglo pasado, en Estados Unidos, evolucionando a través de las décadas entre avances y retrocesos. Hoy, la tecnología y las redes sociales desempeñan un rol crucial al ofrecer plataformas que incrementan su visibilidad y fomentan nuevas formas de conexión. Sin embargo, no escapa a la crítica su contribución a la comercialización de la diversidad relacional, un reflejo de cómo el neoliberalismo se infiltra en todas las facetas de nuestra vida.

Me he preguntado: ¿quién tiene el privilegio del poliamor? ¿Quién tiene el tiempo, el dinero y las ganas de establecer un acuerdo? La diversidad relacional enfrenta desafíos significativos. Surge la pregunta de si estas formas de relación están verdaderamente libres de violencia machista o si, en cambio, pueden ser cooptadas por los sistemas de poder prevalecientes.

Feminismos y amores

En este sentido, es crucial reconocer el impacto de los movimientos feministas en la reevaluación de las dinámicas de poder y el concepto del amor en las sociedades occidentales. Estos han propiciado una reflexión crítica sobre el amor romántico y las estructuras monógamas, abogando por una liberación de los roles convencionales y promoviendo una conciencia sobre las formas tóxicas y poco empáticas de relacionarnos.

Desde la perspectiva de la diversidad relacional, la crítica a la monogamia se entrelaza con una condena más amplia al patriarcado y al capitalismo, instando a una profunda reconsideración de los sistemas de opresión que configuran nuestras relaciones. Este debate se extiende hacia la necesidad de establecer acuerdos, promover la honestidad, el consenso y la responsabilidad afectiva como pilares de cualquier lazo que sea monógamo o no, subrayando la importancia de la corresponsabilidad y la reciprocidad. Reconocer esto nos acerca a la utopía. Al sueño de las justas.

Este 14 de febrero, les invito a la reflexión sobre la diversidad relacional no solo como un conjunto de prácticas alternativas, sino como reflejo de las tensiones y oportunidades que definen a nuestras sociedades contemporáneas, marcadas por la violencia y un déficit de responsabilidad afectiva. 

El debate sobre la diversidad relacional reta nuestras ideas preconcebidas sobre el amor, la intimidad y la comunidad, brindando la oportunidad de concebir y forjar vínculos más inclusivos, justos y pacíficos. En su esencia, la diversidad relacional es un llamado a reconocer la pluralidad de experiencias humanas y a apreciar la riqueza que estas aportan a nuestro tejido social, abogando por un futuro donde la diversidad de formas de amar sea no solo aceptada, sino reconocida y puesta en marcha sin temor al dolor.

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